Córdoba

"Los toros, cuando cogen, van a matar"

  • El cirujano salmantino, afincado en Córdoba desde los años 60, repasa su larguísima experiencia como médico taurino, que le ha hecho recorrer miles de kilómetros por la provincia

Durante más de 35 años ha recorrido todos los pueblos de la provincia echándole el capote de la cirugía a los mozos arrollados por las vaquillas y a los matadores corneados por los toros. Lo suyo no es una cuestión de dinero, sino más bien producto de la decisión romántica de un mundo en fiesta en el que la vida y la muerte bailan juntos. Eliseo Morán, médico veterano, recibió la pasada semana un cálido homenaje del Ayuntamiento de Pozoblanco por sus 35 años al frente del centenario Coso de los Llanos.

-Usted nació en la muy taurina Salamanca, pero ¿cuándo llegó a Córdoba?

-Llegué en 1962 y entré a trabajar en la Casa de Socorro. Aquel año fue cuando El Cordobés intentó tomar la alternativa y se suspendió por la lluvia. Salamanca, mi tierra, por lo que respecta a la medicina era un coto cerrado. Era muy difícil salir de la facultad y trabajar allí. Me salió venirme aquí de médico de guardia al Hospital Provincial y me vine, pero además tenía hechas las oposiciones de la Casa de Socorro y quedó una plaza vacante. Allí estaba Antonio Ortiz Clot, que era el cirujano de la plaza de toros de Córdoba y allí iban muchos torerillos a curarse. Entre ellos estaba un señor que apodaban Columpio, que había sido novillero y que se dedicaba a organizar festejos y fue el que me convenció para acompañarlo a los pueblos como cirujano. Así empecé.

-¿Llevaba un maletín con vendas y mercromina y poco más?

-Pues prácticamente, y una ambulancia con sangre. En aquella cirugía nos apoyaban los médicos de los pueblos, era una cosa muy primitiva.

-¿Al estilo de la novela Los clarines del miedo?

-Sí. Con las mismas penurias y expuestos a la tragedia como cuando murió Manolete en Linares. Recuerdo cuando murió Manolete. España se paró. Hubo una conmoción tan trágica con la muerte de Manolete porque eso no se lo imaginaba nadie. Me acuerdo que tenía yo 11 años, estaba en el campo y nos llevaban la comida y en la cesta venía el diario de Salamanca, El Adelanto, con el titular: "Manolete ha muerto en Linares". Pasamos en silencio toda la comida como si fuese alguien de nuestra familia el que hubiese muerto.

-He oído en algún sitio que cuando llegó a Córdoba tuvo unos cuantos empleos a la vez para poder sobrevivir.

-Sí, cierto. Era pluriempleado. En la Casa de Socorro cobrábamos 9.000 pesetas al año, y con eso no se podía vivir. Luego empecé también como ayudante de un equipo de cirugía. Se trabajaba en todos los sitios que podías porque no había otra manera de subsistir con esos sueldos. Así que hice el curso de médico de empresa en Madrid, durante un año, y así pude coger alguna compañía. También ayudó que en la Casa de Socorro nos hicieran funcionarios civiles del Estado, por lo que empezamos a cobrar tres veces más al año. Como médico de empresa comencé en la Cepansa, después en Telefónica y luego en la Asland.

-¿Cómo es eso de tener una ganadería de toros que dan cornadas y luego usted, como cirujano, va y cose esas cornadas?

-Simplemente afición. Soy de Salamanca y mi familia ya tenía toros bravos. Mi abuelo era montaraz, representante de una finca de toros bravos que tenía el Duque de Veragua en Ciudad Rodrigo. En aquella época, después de la guerra, no había dinero y la gente cobraba en especie; "excusa" se llamaba eso. Mi abuelo, con ese sistema, cobraba en vacas de desecho del duque de Veragua, y así creó una ganadería. Esta ganadería desapareció en la guerra, pero recuerdo que en mi casa había vacas coloradas, ojos de perdiz, chorreadas, y andábamos de pequeños a ver cómo las podíamos torear. De ahí viene mi afición. Yo soy de un pueblo de 20 habitantes llamado Cotos de la Sierra, rodeado de ganaderías de reses bravas.

-Este año ha llovido poco. Mal asunto.

-Los tiempos están mal y este año todavía peor, ha sido terrible porque no ha llovido prácticamente. Yo suelo apuntar el agua que cae y de noviembre a marzo no he apuntado este año nada. El agua es fundamental, especialmente para los pastos. En mayo cayeron 75 litros y el campo parecía un milagro, hubo en horas una explosión de hierba, pero a los tres días hizo 40 grados y se acabó. Este año sembré 20 hectáreas de pasto: cebada, avena y berza para que después en verano, cuando haya granado, se lo coman los toros. Ese grano se cae y así al año siguiente sale un pasto que llamamos de porreta, que sale casi como si se hubieras sembrado de nuevo. Como no llovió, se secó. Y me daba verdadera pena.

-¿Tienen dificultades para vender los toros con la crisis?

-Es verdad, así es. Pienso que la crisis taurina no es un problema de afición, es un problema económico. La gente que ama a los toros y la tauromaquia sigue igual, pero no hay dinero. Hay muchos festejos que están desapareciendo y muchos ganaderos que han matado sus toros a puerta cerrada porque a lo mejor tienen 70 toros y sólo tienen dos corridas vendidas. Yo vendo novillos y el año pasado no pude vender ninguno. Se me juntaron los novillos del año pasado con los de este año y los maté todos a puerta cerrada en el mes de febrero y me quité de echarle de comer todo el año. Cada animal en estas fechas se come tres kilos de pienso al día y cada kilo cuesta sesenta pesetas, además de un kilo o dos de paja a veinte pesetas el kilo. Lo bueno de esto, y que me está llamando mucho la atención, es que los toreros este año están matando estupendamente. Se tiran como jabatos, y pienso que es porque están matando muchos toros a puerta cerrada.

-¿Se ha perdido con la televisión esa mitología en torno ala tauromaquia?

-Por supuesto. Hombre, se ha abierto, ha permitido que mucha gente conozca la fiesta, pero se le ha quitado un poco esa cosa de misterio que tiene la tauromaquia. Un toro es un animal que tiene un instinto para coger y si lo hace te puede matar. Néstor Luján, en su Historia del Toreo, dice que la tauromaquia es ese valor inescrutable que tiene el torero, es la misteriosa palpitación humana a la pasión por la belleza estremecida por la caricia de la muerte. Como también Ignacio Sánchez Mejías, torero, corredor de coches, piloto, presidente del Betis, dramaturgo, en una conferencia que dio en EEUU invitado por Lorca, que estaba allí, dijo entre otras cosas que el toreo no es una crueldad, es un milagro, es la representación dramática del triunfo de la vida sobre la muerte. Y él vino a morir a Manzanares por el toro Granaíno.

-Ahora mismo sigue yendo a los pueblos a los festejos con toros y vaquillas de la provincia junto a un equipo tan veterano que parecen la Gerusía espartana. ¿No será por dinero?

-No. Dinero no hay. Es ilusión, afición. Somos un grupo de amigos que nos apoyamos mutuamente y disfrutamos un poco con todo eso, a pesar de que muchas veces sufrimos bastante. La mayoría de las ocasiones llevamos nosotros mismos todas las cosas. Es verdad que se ha arreglado un poco con respecto al pasado porque en casi todos sitios hay un ambulatorio de la Seguridad Social.

-Cuando se retire, ¿quién va a continuar, su cuadrilla?

-Mi cuadrilla está esperando que yo me retire para hacerlo ellos también. Yo todos los años cuando acabo la temporada digo "ya no vuelvo más", pero cuando empieza la temporada no hay nadie para continuar y vuelvo a ir a todos sitios. Quizá yo he estado tanto tiempo porque no había nadie, porque es muy complicado ir a una corrida o una novillada donde como médico te jugabas el tipo porque no había casi medios, no cobrabas un duro y lo hacías prácticamente por afición. Yo digo siempre que el reglamento taurino no es necesario porque las enfermerías de las plazas de primera son quirófanos de hospital y tienes ambulancia y todos los médicos que quieras y en las de los pueblos el reglamento no se puede cumplir. Es un trabajo duro porque sales de Córdoba a mediodía, cuando más calor hace, para ir a Alcaracejos o a El Viso. Hay que tener mucha afición.

-Habrá tenido más de un problema familiar.

-Pues casi, casi. Yo recuerdo que mi hija, por afición o por acompañar a su padre, se venía siempre conmigo a los toros cuando era niña pero, claro, llegó un momento en el que me dijo: "Papá, ya no vuelvo más". Y es que esta profesión no te permite tener vacaciones porque las fiestas de los pueblos coinciden con el verano. Cuando los niños eran pequeños teníamos un apartamento en Benidorm y sólo podíamos disfrutarlo una semana al año porque tenía que ir a alguna novillada.

-¿Teme más los revolcones de las vaquillas a los aficionados o las cornadas a los toreros profesionales?

-Las dos son importantes. En las vaquillas le tengo mucho miedo a la forma en la que va la gente, que está de fiesta, no han dormido en toda la noche y han bebido y eso es muy peligroso porque no tienen capacidad de reflejos y se ponen delante de vacas que a veces son más peligrosas que los toros. Hemos tratado muchas lesiones graves producto de las vacas. Por ejemplo, las vacas de El Viso son impresionantes, y las sacan desde las 11 de la mañana hasta las 3 de la tarde, a razón de 10 vacas diarias y además las quieren íntegras de cornamenta. Ves allí correr a la gente... Y las vacas al principio salen con una mala leche impresionante.

-¿Cree que todos los que andan jugándose el tipo delante de los cuernos de las vacas o toros están como un cencerro?

-Por supuesto. Hombre la corrida de toros está más sistematizada, hay enfermerías. Aunque a veces cuando se montan las plazas portátiles o de pueblos pequeños, de gestión privada, el empresario va a gastarse lo menos posible y dar los menos servicios posibles y eso incluye los servicios médicos con el consiguiente riesgo de que algo salga mal.

-¿Un cirujano taurino es un cirujano de guerra?

-Ya no tanto. Antes sí. Ahora es una cirugía especial, es verdad que no es una cirugía normal y corriente, tiene sus características, pero tiene sus singularidades. Por ejemplo cuando operas a una persona por norma has visto al paciente, lo has estudiado, le has hecho unos análisis, pero en una corrida de toros operas a una persona que no conoces en absoluto y no sabes qué órgano puede quedar afectado en caso de una cornada que puede ser en un muslo o en el vientre. No está sistematizado.

-Le han dado un homenajeado precisamente en Pozoblanco. ¿Le hacía ilusión?

-No. Ninguna. No tengo necesidad de homenajes ya. El Ayuntamiento lo hace con toda la voluntad del mundo porque llevo 35 años yendo allí como cirujano de la plaza de toros y como usted sabe han pasado muchas cosas allí. De verdad que me lo han dicho y no me hacía mucha ilusión, porque no necesito nada, no tengo ambición de nada pero no me quedaba más remedio y por lo tanto lo recibo con toda la gratitud del mundo.

-¿Ha descubierto a los largo de los años que la gente necesita buscar culpables aunque no los haya?

-Sí. En esto de la medicina más, toda muerte tiene siempre sus culpables. Siempre hay que echar algún achaque a alguien y el médico es el que más cerca anda. Aunque muchas veces no tenga culpa ninguna, se le carga la responsabilidad de la muerte y te hacen parecer que has matado a una persona cuando lo que pretendías es salvarlo, pero no has podido. Esa es la tragedia de nuestra profesión: luchar entre la vida y la muerte, procurar que sea la vida, pero a veces no lo es, a veces ella te puede a ti.

-¿Cómo se lidia en su tipo de profesión cuando los familiares le acusan de ser el causante de una muerte?

-Eso es terrible. Además el mundo del toro es un mundo en el que mientras no pasa nada, no pasa nada, pero cuando pasa algo es un mundo terrible, se hacen una piña. No sé, le digo una cosa, a mí jamás ningún torero ha venido a decirme si necesito algo, si me tiene que echar una mano, nadie. Por eso es especial también la cirugía taurina porque el torero tiene una sicología especial. El torero necesita la cirugía pero no la quiere, le molesta. El torero quiere inmediatamente volver a torear, lo contrario a esos enfermos que no quieren curarse y quieren estar eternamente de baja. A los toreros no, a los toreros no les duele nada casi nunca. Son una gente especial.

-¿Algún día se jubilará?

-Ya. Probablemente este homenaje de Pozoblanco es el principio del fin de que yo termine con esto. Se termina un ciclo que yo estaba deseando cerrar. Yo me encuentro bien, con fuerzas físicas y síquicas y tengo una gran pasión por esto de los toros, pero hay que acabar.

-¿Ha visto mucho miedo en los ojos de los toreros?

-Mucho. El torero tiene mucho miedo pero, por regla general, lo supera. Especialmente al principio de la corrida tiene mucho miedo y algunos te lo dicen. Ser torero, el valor, es la superación del miedo. Mientras haya hombres que tengan el valor y la capacidad de ponerse delante de una fiera que tiene el instinto de coger y si te coge te tira al suelo para volver a cogerte, mientras haya esos hombres esta fiesta no se puede terminar. Ya sea por fama, por dinero o por pasión, mientras ellos sigan existiendo y un ganadero romántico críe toros, la fiesta no se acabará.

-¿Qué ve un ganadero en los ojos de los toros?

-En general, cuando el toro está tranquilo en el campo veo bondad. Cuando el toro está enfurecido veo ojos terriblemente criminales. Cuando se enfada, el toro es terrible, no sólo contra las personas, también contra los animales, contra sus hermanos: se le ve la idea maligna de coger y de matar. La prueba es que los toros se matan entre ellos mucho en el campo. Y cuando te cogen van a matar, te cogen y te tiran al suelo para volverte a coger y eso es una de las características de la cirugía taurina, el explorar todas las trayectorias de las cornadas.

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