El maestro que suavizó los barrotes de Fátima y conmovió a la Complutense

Cordobeses en la historia

Rafael Trenas Cañete pertenece a una saga de flamencos y amantes de la guitarra; abrazó las seis cuerdas desde niño, aprendió del mejor maestro e inventó el compás de la solidaridad.

Rafael Trenas toca su guitarra, un momento feliz para él y para quienes le escuchan.
Rafael Trenas toca su guitarra, un momento feliz para él y para quienes le escuchan.

15 de mayo 2011 - 01:00

JUAN Serrano "hacía dedos" para el son por Soleares del reloj que, en enero de 1961, marcaría las horas de Córdoba; sustituía al siempre achacoso de 1929, que conserva su huella en el mirador modernista de David Rico, en Las Tendillas. La ciudad cerraba su llamada "década prodigiosa" de impulso turístico, hostelero y de monumentos a hijos ilustres. Era el tránsito entre la alcaldía de Antonio Cruz Conde y Guzmán Reina, en 1962. Ya daba sus primeros pasos por el Jardín del Alpargate el hijo mayor de Carmen Cañete Carrasco y Rafael Trenas Tena, un niño nacido el 13 de octubre de 1960 y destinado a llevar la solidaridad y la guitarra a rincones vetados, y el nombre de Córdoba a escenarios nacionales e internacionales.

Los orígenes de Rafael Trenas Cañete llevan la mezcolanza de la ciudad califal por sus ancestros paternos; y la luz valenciana y la magia de Alhucemas por la procedencia materna. El bisabuelo, Antonio Trenas Martínez, fue el encargado de Casa Guerrero, dueño del segundo negocio de electricidad de la ciudad, y del primer teatro de Villafranca. Dejó a su hijo, Rafael Trenas Atajahueses, la afición al flamenco y a la guitarra, legado que heredó también el tercer Trenas de la saga, aunque su empleo, en Sevillana, le impidió dedicarse de lleno a ello. Se casó con Carmen, la hija de un militar nacida en el Marruecos de Sanjurjo, y se instalaron en el número 20 de la calle María Auxiliadora, entre la Sociedad de Plateros y Los Trinitarios.

A los dos años de edad Rafael Trenas estrenó piso en la calle Infanta Doña María, donde irían naciendo Elena, Juan Manuel, José Luis y los mellizos Carmen y Antonio, sin perder el vínculo con la parroquia de San Lorenzo ni el amor a El Esparraguero, con el que sigue saliendo el guitarrista desde hace más de 40 años. Muy cerca estaba la casa del abuelo, que un buen día se gastó el sueldo en un caballo de cartón y una guitarra para Rafalín, con el consiguiente disgusto de la abuela. Aquella primera guitarra de tablilla que cayó en sus manos, siendo casi un bebé, y la taberna de su tío Pepe El Dandi fueron decisivas. Así, a los 7 años, el niño compatibilizaba la escuela con los primeros compases: los sones del reloj de Juan Serrano. Luego, en el instituto, ayudaba en la taberna y recibía clases de Paco El Sevi, guitarrista y compadre del abuelo.

Concha Calero y Rafael Merengue tenían su academia en la calle Previsión y allí recaló Trenas, con José Antonio Rodríguez, Antonio Díez, Paco Serrano o Calderito. Un par de años después llegaría Vicente Amigo, todavía niño. Pero sería con el catedrático Manuel Cano con quien cumplimentaría los cinco años de rigor en el Conservatorio Superior de Música de Córdoba, y pronto comenzó a acompañar a Rafael Ordoñez, Antonio de Patrocinio, José de la Tomasa, Carmen Linares, Chano Lobato, Nano de Jerez, Curro Melena, Tina Pavón, Chaparro, Curro de Utrera, Chaparro, Calixto Sánchez, El Séneca, El Toto, Inmaculada Aguilar y otros, incontables. Como concertista y llevando el lema Andalucía sólohay una ha pisado escenarios en Francia, Suiza, Europa Central y Oriental, Portugal o Marruecos, y participado en series, ciclos y programas puntuales en TVE, Canal Sur, Antena 3 y Tele 5; en la BBC, CNN o Radio Caracol. Pero siempre tenía un hueco para "matizar el cante" o "pulir la voz" -en sus propias palabras- a las entonces niñas Rosa de la María y su hermana Mari Ángeles, Remedios Castro, Silvia Perea, Isabelita Rico, Rocío Ocaña, Pepa Abad o Anabel Castillo. Atento a los artistas locales y activistas culturales, ha estado siempre con el Ateneo de Córdoba (que le concedió su Fiambrera de Plata), con grupos de teatro, actores o cineastas como Entrenas, premiado recientemente con él en el Festival de Cine de Huelva con La chiquita piconera. Premios y discos se acumulan en su carrera. Pero es Dos Gritos de Libertad con Agujetas hijo y Serrano Campos el que encierra mayor simbolismo al ser el resultado de una labor apenas conocida y nunca reconocida: la primera iniciativa de flamenco en un Centro Penitenciario. Y es que Rafael Trenas fue pionero en los programas culturales de reinserción social allá por el 88 y hasta finales de los 90.

En esos años, gracias a la especial sensibilidad del educador de la cárcel, Antonio Estévez, las rejas de Fátima se abrieron a la guitarra y al flamenco, también a recitales y talleres de poesía, durante más de una década. Rafael Trenas movilizó a colegas como Pepe Arrebola y a artistas de toda Andalucía para organizar el Primer Concurso Flamenco en Centros Penitenciarios, que años después se asentaría en la granadina Albolote. Y cuando al cantautor Paco Herrera quisieron aplaudirle esa misma iniciativa en Sevilla, reivindicó públicamente la paternidad de Rafael Trenas. Luego, la solidaridad comenzó a pasar por los filtros de instituciones, ONG y presupuestos, y el guitarrista de Paquito El Grillo, los hermanos Fajardo, o José Serrano, El Pelayo de las 3.000, abandonó la cárcel; pero no a los olvidados. Puso sus ojos y su maestría al servicio de Manolito de Santa Cruz; el cantaor que conoció siendo un niño con el síndrome de down.

Ahora sigue alternando los tablaos al aire libre de las asociaciones de vecinos con las tarimas del Alma Máter, siendo la Complutense la última que lo acogió en este mismo mes de mayo.

stats