Silencios que pesan: la voz olvidada de las mujeres mayores en su propio cuidado

Tribuna universitaria

El deshumanizado sistema sanitario les arrebata la posibilidad de ser protagonistas de su propia salud y enfermedad

El ciclo de la violencia y el uso problemático de las redes sociales entre los adolescentes

Una profesional sanitaria atiende a una mujer mayor en su casa.
Una profesional sanitaria atiende a una mujer mayor en su casa. / Efe
Pablo Martínez Angulo - PDI de la Facultad de Enfermería de la UCO

04 de mayo 2025 - 06:59

Córdoba/El silencio no siempre es ausencia de palabras. A veces, es una pausa impuesta, una espera prolongada por una respuesta que nunca llega. En el mundo de la atención sanitaria, el silencio de quienes deberían ser escuchadas se convierte en un eco de desigualdad. Así ocurre con muchas mujeres mayores, cuyos cuerpos han sostenido generaciones, pero cuyas voces parecen desvanecerse en el entramado de un sistema que las atiende sin realmente oírlas.

Vivir más años no debería significar ser menos escuchada. Sin embargo, nuestro reciente estudio sobre investigación cualitativa en salud, realizado en Córdoba y publicado en la revista BMC Nursing (decil uno en revistas científicas internacionales, indexadas en la categoría de Enfermería), ha evidenciado una realidad preocupante: en la atención domiciliaria, muchas mujeres mayores que viven solas apenas tienen margen para decidir sobre su propia salud. No porque no quieran hacerlo, sino porque el sistema sanitario, los tiempos asistenciales y las dinámicas de poder dentro del cuidado no se lo permiten.

Este estudio, basado en un análisis crítico del discurso, ha desentrañado cómo la relación entre el personal de enfermería de Atención Primaria y estas pacientes está marcada por tiempos, dinámicas y paternalismo directamente influenciados por la escasez de personal sanitario, la elevada carga asistencial y un sistema deshumanizado que les arrebata la posibilidad de ser protagonistas de su propia salud y enfermedad.

La ilusión de decidir: cuando la autonomía es solo aparente

La participación en la toma de decisiones sobre la propia salud es un derecho fundamental, pero el estudio ha mostrado que, en la práctica, muchas de estas mujeres solo tienen la ilusión de elegir. Se les pregunta, sí, pero en circunstancias donde la respuesta ya parece haber sido predefinida.

El peso de la sobrecarga laboral de las enfermeras se impone en cada interacción. Con consultas rápidas y visitas a domicilio ajustadas a tiempos estrictos, la comunicación se reduce a lo estrictamente necesario: control de constantes, revisión de tratamientos, indicaciones concisas. La posibilidad de que la paciente exprese sus preferencias, hable de sus inquietudes o plantee dudas queda relegada a un segundo plano. Y si alguna se atreve a insistir, suele toparse con una sutil pero firme barrera: “No hay tiempo”.

Las enfermeras, por su parte, no son responsables individuales de esta situación. La organización del sistema sanitario las somete a una dinámica donde la eficiencia prima sobre la humanidad, obligándolas a ejercer un cuidado apresurado que, a pesar de su esfuerzo y compromiso, no siempre permite una verdadera escucha.

Mujeres que se sienten una carga: el peso del auto-silenciamiento

Más allá de las condiciones estructurales, el estudio revela otra barrera aún más difícil de derribar: la que estas mujeres han interiorizado a lo largo de su vida.

Muchas de ellas han sido cuidadoras durante décadas, encargándose del bienestar de su familia, sacrificando su propio tiempo y necesidades por los demás. Ahora, cuando les toca recibir cuidados, sienten que pedir ayuda es una molestia, que ocupar tiempo de la enfermera es casi un abuso de confianza. Esta percepción de ser una carga se ve reforzada por la propia dinámica de las visitas domiciliarias: en muchas ocasiones, la agenda la marcan las necesidades del sistema, no las de la persona atendida.

Así, estas mujeres aceptan en silencio su papel pasivo, esperando a ser cuidadas sin atreverse a reclamar más tiempo, más explicaciones o más espacio para decidir. Y cuando lo hacen, suelen encontrarse con respuestas cerradas, donde su opinión no cambia el rumbo de la atención que reciben.

La estructura del poder en el cuidado: entre el tiempo y la autoridad

El estudio también pone el foco en cómo las relaciones de poder influyen en la comunicación. Aunque el modelo de atención sanitaria promueve la toma de decisiones compartida, en la práctica, el personal sanitario termina asumiendo un rol de autoridad sobre la paciente.

Esto no siempre ocurre por imposición directa, sino por una combinación de factores: la costumbre de las pacientes de delegar la toma de decisiones, la prisa con la que se desarrollan las consultas y un lenguaje que, aunque no lo pretenda, posiciona a la profesional de la salud como la única voz válida en la conversación.

A esto se suma un problema más profundo: el edadismo y el desequilibrio del rol de género aún presentes en la sociedad. La investigación muestra que las mujeres mayores no solo enfrentan barreras por su edad, sino también por su género. Sus necesidades pueden ser minimizadas, sus dolores atribuidos al “paso del tiempo” y su capacidad de decidir subestimada.

En contraste, las enfermeras, pese a su esfuerzo por ofrecer una atención de calidad, se ven atrapadas en un sistema que les impide ejercer un cuidado más humano. La falta de recursos, la escasez de personal y la presión asistencial las llevan a atender de manera mecánica, reduciendo su margen de maniobra para ofrecer un acompañamiento más empático y participativo.

Escuchar para cuidar: el reto pendiente del sistema sanitario

El estudio concluye con una llamada de atención clara: si queremos mejorar la atención a las personas mayores, no basta con aumentar los recursos o reducir la carga asistencial. Es imprescindible transformar la forma en que concebimos el cuidado.

Escuchar no es un acto pasivo. Implica dar espacio a la otra persona, validar su experiencia y reconocer su derecho a decidir. Significa cambiar la prisa por la presencia, el paternalismo por la colaboración, la imposición por la negociación.

Pero para que esto sea posible, se necesita un cambio profundo en el modelo de atención. Se requieren políticas que garanticen tiempos asistenciales más humanos, formación en comunicación para los profesionales y estrategias que fomenten la autonomía de los pacientes en todas las etapas de la vida.

La senectud no debería ser sinónimo de silencio. Cada una de estas mujeres tiene una historia, una voz y un derecho inalienable a ser escuchada. Solo cuando aprendamos a escuchar, podremos decir que realmente estamos cuidando.

*Artículo referenciado

Martínez-Angulo, P., Rich-Ruiz, M., Jiménez-Mérida, M. R., & López-Quero, S. (2024). Active listening, shared decision-making and participation in care among older women and primary care nurses: a critical discourse analysis approach from a gender perspective. BMC nursing, 23(1), 401. https://doi.org/10.1186/s12912-024-02086-6

stats