El salto a lo desconocido

Orquesta de Córdoba | Crítica de música

Un momento del concierto 'Romper las reglas' de la Orquesta de Córdoba.
Un momento del concierto 'Romper las reglas' de la Orquesta de Córdoba. / Rafa Alcaide / Imae
Antonio Torralba

Córdoba, 29 de noviembre 2025 - 11:35

La ficha

***** Romper las reglas. Tercer concierto de abono. Programa: Ludwig van Beethoven, Obertura de Las criaturas de Prometeo, op. 43; Sinfonía n. 3 en mi bemol mayor, op. 55 'Heroica'. Igmar Alderete Acosta, Problema sinfónico. Orquesta de Córdoba. Director: Salvador Vázquez. Fecha: 28 de noviembre. Lugar: Gran Teatro. Tres cuartos de entrada.

En su libro Boutés (el argonauta que se arrojó al mar atraído por el canto de las sirenas), el escritor Pascal Quignard reflexiona sobre la etimología griega de la palabra problema (“lo que se lanza o arroja hacia adelante”) y la metáfora del salto como acto fundacional de la vida humana y de la entrada en lo desconocido.

Así entiendo el título de la obra de Igmar Alderete Acosta (1969) que se estrenó el jueves y que pude disfrutar en su repetición de ayer. Su Problema sinfónico, que la Orquesta de Córdoba y Salvador Vázquez hicieron sonar con evidente complicidad (el compositor es también violinista de la orquesta), parece partir de un impulso creador pleno de pasión y de riesgo. Aunque pudiera pensarse que la obra de Alderete opta por un estilo conservador (el respeto a la tonalidad), se escucha más bien como una muy consciente apuesta por revitalizar los fértiles lenguajes musicales de principios del siglo XX: es entonces la valiente heterodoxia del retorno a las fuentes, aquello aludido por el musicólogo Pepe Rey con su brillante neologismo: la veterodoxia.

En el brillante primer tiempo (tres componen esta especie de poema sinfónico), Alderete se mueve como pez en el agua por diferentes paisajes sonoros: las orquestaciones a la manera de Ravel, los guiños al folclore, el descaro de las músicas urbanas del siglo pasado, el estilo de Shostakóvich… La feliz alternancia entre esas referencias y pasajes enigmáticos de raíz cinematográfica, sostenidos por un pulso rítmico, casi constante pero muy delicado, atrapan al oyente, que se queda con ganas de más.

Parte de la sección de cuerda de la Orquesta de Córdoba.
Parte de la sección de cuerda de la Orquesta de Córdoba. / Rafa Alcaide / Imae

El segundo tiempo supone un contraste meditativo. Se percibe ahora la cara estática del impresionismo y un gusto por explorar mixturas instrumentales originales que ponen en valor la enorme riqueza tímbrica de una orquesta.

El tercer movimiento continúa la exploración tímbrica y rítmica de la formación orquestal centrándose en la familia de la percusión y potenciando esos efectos que ya habíamos percibido en el primer tiempo entre pasajes camerísticos y otros más típicamente orquestales.

Si hay un ejemplo emblemático de creador musical que entiende su trabajo como un constante salto hacia adelante (como un problema) ese es Ludwig van Beethoven (1770-1827). Con su obertura del ballet Las criaturas de Prometeo comenzó la velada y con su Tercera sinfonía concluyó. Antes de abordar la impresionante sinfonía de Beethoven, Salvador Vázquez tomó el micrófono para expresar muy acertadamente la emoción del estreno que acabábamos de escuchar y para enfatizar el carácter innovador y revolucionario de la que iba a sonar.

Me acordé de una muy recomendable película británica (Eroica, 2003) que trata sobre esa misma idea. La película se centra en un día crucial: el 9 de junio de 1804, fecha del primer ensayo de la entonces conocida como Sinfonía Bonaparte en el palacio del Príncipe Franz Lobkowitz, mecenas de Beethoven. La trama muestra la confusión de los músicos y la aristocracia vienesa ante la extensión, la complejidad rítmica y la intensidad emocional de la obra, que rompía con las reglas del Clasicismo de Haydn y Mozart. Parafraseando lo que dice un personaje de la cinta, Beethoven trae turbulencias a un público que solo desea paz.

El programa, titulado en su conjunto Romper las reglas, quedó conceptualmente redondo: la heterodoxia de Beehoven enmarcando la veterodoxia (cada tiempo tiene su manera de romper las reglas) de Igmar Alderete, la obertura sobre Prometeo el titán que dotó de civilización creadora a la humanidad, las oportunas palabras del director al comienzo de la segunda parte… Y resultó musicalmente brillante: orquesta y director me parecieron sobresalientes.

Entre los ejemplos que Quignard pone en Butes, al discurrir sobre el salto a lo desconocido que esconde la palabra "problema", está la lápida fúnebre con la imagen del Nadador de Paestum (480 a. de C.), esa maravilla del arte griego antiguo que muestra a un joven suspendido en el aire justo después de impulsarse de cabeza hacia el mar, símbolo de lo desconocido.

Quiero terminar animando a todos los responsables de la cultura cordobesa a un salto muy importante: dotar a la Orquesta de Córdoba de un auditorio en el que puedan brillar con aún más fuerza conciertos como el de ayer.

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