Festividad de todos los santos

Como reza el inmortal verso de Jorge Manrique

  • Miles de cordobeses acuden a los cementerios, que ofrecen música clásica e incluso visitas guiadas, para rendir un homenaje a familiares, amigos y conocidos

Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos, derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos; y llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos(Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre). El cementerio de San Rafael vuelve a ser, como cada 1 de noviembre, un río humano lleno de vida dispuesto -en forma de visitas endulzadas con flores- a desembocar en un homenaje a ese mar de recuerdos dejados por aquellos familiares, amigos o conocidos que, aunque un día se fueron, sus memorias permanecen inmortales. "Jorge, aquí sólo están los cuerpos; las almas están en el cielo", trata de explicar Carmen Rodríguez a su nieto, mientras éste le pide que fotografíe con el móvil a un grupo de seis gatos que velan el sepulcro familiar de Antonio Serrano y Luque, fallecido en 1879, y Francisco Serrano Carmona, que murió en 1977. Los seis felinos dibujan sobre el vetusto panteón en la zona más antigua del camposanto una estampa propia de una historia de Edgar Allan Poe, como aquella historia de Annabel Lee que musicó Radio Futura, una zona en la que en otra de las tumbas San Pablo recuerda en una inscripción a quien la lee que "No soy nada sin caridad".

Muy cerca, en el panteón de Manuel Calero Cantero Calerito -quien fue forzado a decirle adiós a esta vida con tan sólo 33 años- depositan flores miembros del club taurino que lleva el nombre del diestro nacido en Villaviciosa, mientras en la lejanía se escucha a Rafael Roldán gritar "escalera, pintura: se limpia, se pinta y se cuelgan flores". Rafael es uno de los muchos que aprovechan el día "para ayudar" a quien lo necesite "a la limpieza de última hora del nicho; trabajo por el que sólo pedimos la voluntad", insiste.

"Jorge, compórtate", le reprende Carmen a su nieto. El pequeño no ha resistido la tentación de tocar la partitura de Juan Sebastian Bach que, colocada sobre un atril en uno de los puntos de encuentro del camposanto, espera para ser interpretada por la Orquesta de Córdoba en tres pases -a las 11:00, las 11:30 y la 13:00-. Junto a ese punto de encuentro, Antonio Reyes toma una foto del panteón de la familia Plantón Fernández, uno de los que más llama la atención por su grandilocuencia y en el que se erige una gran estatua de mármol de Cesáreo Plantón, quien se hizo eterno en 1958, a los 48 años. "Mira, Ana, para la muerte somos todos iguales, los más ricos y los más pobres, los de derecha y los de izquierda, los más chicos y los más grandes", la comenta Antonio a su mujer como si le estuviera explicando sin proponérselo lo que se esconde tras los versos de Jorge Manrique. "¿Te has dado cuenta de esos nichos de pobres en los que sólo aparecen iniciales pintadas sobre el yeso que los cierra, como aquel en el que se puede leer tan sólo R. J. G. 1936 y qué lástima cuando uno mira esa zona de tumbas de párvulos?", le apunta.

Antonio se refiere a la sepultura de párvulos del Cuadro de San Antonio, compuesta por apenas unas decenas de tumbas, como la del pequeño Juan Miguel Panzuela Silva "que subió al Cielo con tan sólo cinco días el 26 de julio de 1972", como recuerda el mármol. Algunas de esas tumbas tienen flores. Felipe Márquez, familiar de uno de esos niños, las ha dejado. Felipe lleva otras a otro familiar cuyo nombre aparece inscrito en el Muro de la Memoria, levantado en el cementerio en 2011 en honor a las más de 2.000 personas asesinadas por el régimen franquista entre julio de 1936 y 1950 en San Rafael y La Salud. "Aún permanecen sin identificar cientos de personas más", lee a su mujer, Isabel Lopera, en la placa que hay junto al muro. En él, unos familiares buscan el nombre de José Carmona Reyes. "Ahí está, déjale la flor", comentan al encontrarlo. El muro se va llenando poco a poco de flores que familiares, conocidos y amigos de las víctimas van pegando con cinta adhesiva junto a los nombres. Como también se dejan flores en la parcela de pequeñas cruces negras reservada al grupo militar logístico X y en la que "yacen heroicos soldados que murieron por la patria", cuenta una inscripción. "Lo ves, para la muerte somos todos iguales; ricos y pobres, de derecha y de izquierda, niños y mayores...", insiste Antonio.

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