Begoña Roa | Presidenta de la Asociación Mírame

  • Asegura que siempre hacen falta familias para acompañar a menores desprotegidos y advierte de que se puede tener todas las disposiciones, pero no ser idóneos para llevar a cabo esta tarea

"El problema es que todo el mundo quiere acoger a un menor cuando es pequeño y no con 16 años”

Begoña Roa, en la calle Cruz Conde. Begoña Roa, en la calle Cruz Conde.

Begoña Roa, en la calle Cruz Conde. / Juan Ayala

Escrito por

· Lourdes Chaparro

Redactora

Abogada colegiada y en activo, Begoña Roa (Jaén, 1972), es la presidenta de la Asociación de Familias Acogedoras, de Colaboración y Adopción de Córdoba Mírame. Trabajadora incansable, ha acogido a varios menores en su familia, una tarea de la que no se arrepiente. Roa, además, hace un llamamiento para que las familias de Córdoba se sumen a esta labor.

–¿Cómo surgió la asociación Mírame en Córdoba?

–La asociación surgió allá en 2009. Por aquel entonces en Córdoba ya había familias de acogida, pero era y es una figura muy poco conocida y el acogimiento no estaba muy desarrollado. Se dieron cuenta que había que hacer algo, potenciar el acogimiento y desarrollar una normativa. Nos asociamos porque la unidad siempre hace la fuerza. A la hora de plantear a la administración no solamente quejas, sino también propuestas de mejora, no es lo mismo que varias familias lo hagan de manera puntual a que lo haga una asociación que tiene detrás un colectivo.

–¿Cuáles fueron aquellas primeras propuestas?

–Ante todo que había que regularizar, sobre todo, el procedimiento para el acogimiento. Había que seleccionar muy bien el procedimiento para la evaluación de las familias de acogida para que a todas se las tratase igual. Además, había que solventar algunos problemas que había con menores con alguna discapacidad o porque procedían de un país como Rumanía, que siendo comunitario, hasta hace poco teníamos niños indocumentados. También había que aunar los procedimientos para el traslado de las quejas, para la coordinación entre las familias, el servicio de protección de menores y lo que antes eran las instituciones de intermediación familiar, que ahora son los servicios de acogimiento y de acompañamiento familiar, que es una empresa que contrata la Junta de Andalucía que es la encargada de hacer la valoración, la formación y hacer el informe de idoneidad de las familias.

–¿Qué es un informe de idoneidad de una familia?

–Es un documento muy amplio y se traduce luego en una resolución administrativa de idoneidad o de no idoneidad.

–¿Eso significa que una familia puede no ser idónea para acoger a un menor?

–Sí, por supuesto. Una familia puede tener la mayor de las disposiciones, pero luego no puede ser idónea porque a lo mejor ellos tienen muy buena fe, pero no buscan realmente acoger. Te pongo un ejemplo porque no hay un motivo único. Puede ser el caso de una familia que tiene hijos biológicos y son todas niñas, pero quieren acoger un niño con unas determinadas características.

"Una familia puede tener muy buena fe pero que no busque realmente acoger”

–Perdón, ¿pero eso no es ser egoísta?

–En principio sí, pero los hay. Sigo con ejemplo. Esta familia se entera de lo que es el acogimiento y lo solicitan. El informe de idoneidad es el resultado de una entrevista que hace un psicólogo y un trabajador social donde te preguntan absolutamente de todo. Acoger, colaborar o adoptar es un ejercicio de responsabilidad muy grande, esto no es un gatito, o un perrito, que también tiene una responsabilidad porque son seres vivos. Pero esto son personas humanas y niños que, como siempre decimos, llevan una carga.

Begoña Roa, durante la entrevista concedida a 'el Día'. Begoña Roa, durante la entrevista concedida a 'el Día'.

Begoña Roa, durante la entrevista concedida a 'el Día'. / Juan Ayala

–¿Cuál es esa carga a la que se refiere?

–Los niños de acogida vienen de un procedimiento de desamparo. En este caso, la Junta de Andalucía, que vela por los intereses generales de los menores, se percata a través de diversos agentes de que una familia no atiende a sus menores, no porque no tenga recursos económicos.

–Entonces, ¿por qué?

–Por unas razonas muy tasadas: negligencia, malos tratos o abusos. Hay niños que tienen una, dos o el completo.

–¿Cuántos tipo de acogimiento hay y que diferencias hay entre ellos?

–Hay varios tipos. Uno de urgencia, de cero a tres años, otro temporal, desde los tres años hasta los diez, y luego hay un acogimiento permanente, que normalmente va destinado a mayores. Hay, además, dos figuras que son de protección: el acogimiento y la adopción. Luego hay una tercera figura que es una medida que se está potenciando mucho: la colaboración. Es un permiso que te da el servicio de protección de menores, tras pasar una idoneidad, para que un menor pase contigo los fines de semana, las fiestas y las vacaciones; el resto del tiempo viven en centros de menores.

–El caso de una urgencia, ¿qué supone que les llaman de un momento a otro y tienen que recoger un a menor estén donde estén?

–Sí, yo soy familia de urgencia, ahora me puede sonar el teléfono y me tengo que ir porque hay un menor que me necesita. Es algo maravilloso, pero también una responsabilidad tremenda. Te puede llamar el servicio de protección de menores para que acudas al centro o un hospital porque la madre acaba de dar a luz.

–Y estos menores, una vez que entran en este proceso, ¿siguen teniendo relación con sus familias biológicas?

–Sí. Otra de las características que tienen los niños de acogida y de colaboración, que no la de los adoptados, es que normalmente tienen relación con su familia biológica. Normalmente, aunque la Junta de Andalucía les ha retirado la tutela a los padres y los ha acogido en centros de acogida, lo ideal es que estén con sus padres. A no ser que sean casos muy flagrantes, los niños sí que tienen una relación con ellos.

–A nivel personal, ¿qué es lo más difícil de todo el proceso?

–Es una mezcla de sentimientos. Cuando hablo con los funcionarios o responsables del servicio de protección de menores siempre digo lo mismo: nosotros somos los que sentimos. Te dan un menor y lo vives en casa las 24 horas del día. Quieras que no, se producen unos vínculos, un apego que cuando se marchan, duele. Es una sensación muy rara porque te duele, pero también es una enorme satisfacción cuando sabes que esos menores van a un recurso estable o pasan a una familia de adopción, en los casos de urgencia, que le va a dar una vida que a lo mejor no hubiese podido tener porque su familia, desgraciadamente, no estaba en condiciones.

"Hemos avanzado bastante. Al principio, las familias estaban muy desprotegidas"

–En su caso, ¿cuántos menores ha acogido?

–Personalmente tengo dos. Tuve un acogimiento permanente durante tres años y medio y luego cesó. Luego tuvo otro acogimiento de un chico de Malí que había cumplido la mayoría de edad, no podía quedarse en el centro y no había recursos donde poderse quedar. Se hizo una llamada general y allí fuimos. Se quedó en casa un tiempo esperando y empezamos a movernos para que no se fuera a Sevilla y encontramos un recursos en el que está en la actualidad. Ahora, además, tengo una colaboración con la niña que tuve en acogimiento y va a cumplir 17. La acogí con nueve años, se fue con 13 y ha vuelto con 16 y se quedará hasta los 18.

–Esta semana el Colegio de Abogados de Córdoba les ha hecho entrega de una de sus ayudas sociales y, además, mantienen un convenio de colaboración.

–Si. El anterior decano, José Luis Garrido, y el actual, Carlos Arias, me vieron bastante tocada a raíz del cese del acogimiento. Les comenté que había luchado mucho por el acogimiento y, de hecho, la asociación tiene un convenio firmado con el Colegio de Abogados para la asistencia y dudas jurídicas que se plantean mucho y que les pueden surgir a las familias con los menores.

–En todos estos años, esas dudas jurídicas ¿se han resuelto o queda aun mucho por recorrer?

–Es cierto que hemos avanzado bastante. Al principio, las familias estaban muy desprotegidas y ahora ya tenemos hasta un estatuto de familias acogedoras que se ha aprobado este año después de mucho esfuerzo y trabajo. Antes, cada servicio de protección era un reino de taifas. Cada comunidad funciona de una manera y ahora estamos reunificándonos. Nosotros demostramos a la administración que éramos capaces de remar en el mismo barco y en la misma dirección. Nos reunimos en Antequera todas las familias de acogida, colaboración y adopción de Andalucía en 2017 para unirnos y crear una federación de asociaciones, redactar un manifiesto y exponerlo en el Parlamento. Hemos conseguido que aprobaran el estatuto y, por lo menos, ayuda a que una familia del norte de Huelva, por ejemplo, tenga las mismas posibilidades que una familia del sur de Almería o de Cádiz o de Córdoba.

Begoña Roa contesta a las preguntas del periódico. Begoña Roa contesta a las preguntas del periódico.

Begoña Roa contesta a las preguntas del periódico. / Juan Ayala

–Ese estatuto es a nivel autonómico, pero en el caso del convenio que mantienen con el Colegio de Abogados de Córdoba, ¿en qué les ayuda?

–Algunas veces surgen dificultades que pueden entrañar un ente legal y sí que es bueno el asesoramiento legal para afrontarlo. Por ejemplo, algo que me ha pasado a mí: la familia biológica me ha seguido con el coche. Hemos ido a hacer las visitas y esa familia se ha dedicado a seguirnos. Obviamente no tengo una orden de alejamiento de la familia y no puedo pedir nada, pero también es verdad que están coartando mis libertades. O por ejemplo, tengo un menor con una discapacidad y necesito unas autorizaciones para llevarlo al médico y con la burocracia de la administración te puedes morir y, entonces, ¿qué hago?.

–En Córdoba, ¿hay familias acogedoras suficientes o hacen falta?

–Siempre hacen falta familias. Córdoba es una provincia ejemplar. De hecho, creo que somos unas de las primeras provincias en las que se creó la asociación, pero es verdad que siempre hacen falta familias porque desgraciadamente hay muchos menores. El problema gordo es que todo el mundo quiere acoger a un menor cuando es pequeño y tiene pocos años, pero cuando tienen 16 años como la mía es muy complicado porque es meter un problema gordo en casa, de llevarte unos berrinches increíbles y de preguntarte algunas veces por qué estás haciendo esto, pero luego la ves durmiendo y sabes por qué lo haces.

–Si es duro para las familias cuando los menores se marchan, ¿para ellos también, no?

–Sí, creo que también es bastante duro para ellos, pero cuando son chiquititos no tanto. Estos niños se hacen mayores muy rápidos y son muy listos y espabilados para su edad normalmente. Le ha tocado vivir unas condiciones que nadie desearía.

–¿Cuáles son las principales demandas de la asociación?

–Siempre digo que son objetivos de la asociación, no demandas. Y es que haya muchas familias y que se animen a acoger y a colaborar. Quizá zambullirse directamente en la piscina del acogimiento es un susto, pero se puede probar con una colaboración. Si hay unas necesidades se pueden dar colaboraciones para niños de menor edad, pero yo tuve una colaboración de pocos meses con una niña de diez años y tienes que estar preparado mental y psicológicamente para el cese. Necesitamos familias y empezar por la colaboración es fantástico.

–¿No tener familia biológica ayuda a una familia a la hora de acoger o colaborar?

–De hecho, creo que tener familia biológica es bueno también para estos niños. Lo que hacemos con los menores cuando se vienen a casa, y que llegan de entornos disparejos, es mostrar un entorno normalizado, otra realidad y les decimos que su realidad no es la normal, sino que ésta es la realidad: que tu padres te quieran, te atiendan, te alimenten, que te enseñen cómo coger los cubiertos o que hay que ducharse todas las noches, que te tengan que regañar, que te pongan unas normas, que la fuerza física no lleva a ningún lado y que determinadas conductas no son apropiadas para menores, sino para mayores de edad.

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