Miguel Agudo | Defensor Universitario de la UCO

“Las posibilidades de copiar en un examen online son más altas”

  • Defiende la mediación entre las partes para intentar llegar a puntos de acuerdo, además de “deconstruir” el conflicto para encontrar una solución

El Defensor Universitario de la UCO, Miguel Agudo.

El Defensor Universitario de la UCO, Miguel Agudo. / Miguel Ángel Salas

Ha sido decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba (UCO), además de ocupar numerosos puestos de gestión en la institución académica en diferentes mandatos rectorales. Miguel Agudo (Córdoba, 1967) es catedrático de Derecho Constitucional y, desde hace poco más de un año es el Defensor Universitario de la UCO, un cargo en el que ejerce de árbitro entre los casos que tiene que resolver y en el que la mediación juega un papel primordial.

–¿Cómo llegó al cargo?

–Este puesto es elegido por el claustro universitario a propuesta del rector de la Universidad, José Carlos Gómez Villamandos. Para mí, supuso una gran responsabilidad y, a la vez, me hizo mucha ilusión. Ser propuesto por el rector para este puesto implicaba que contaba conmigo después de muchos años y cierta experiencia en la gestión universitaria. He sido decano de la Facultad de Derecho, director de departamento, coordinador de programas de doctorados, director de másteres... Creo que tengo una visión de la gestión universitaria bastante global y, entonces, era consciente de lo que supone este puesto de Defensor Universitario, también por mi naturaleza de ser profesor de Derecho Constitucional. Precisamente, el Defensor Universitario es el garante del cumplimiento de derechos y libertades, que tiene mucho que ver con algo que también llevo muchos años explicando. Sabía donde me metía. Y eso, me hacía sentirme muy responsable.

–¿Cómo afronta tener el respaldo del claustro?

–Lo afronto con mucha ilusión porque es un lugar donde se pueden hacer cosas. El Defensor Universitario es el garante de derechos y libertades dentro de la comunidad universitaria, fundamentalmente de los estudiantes, pero también llegan casos de profesores y del personal de administración y servicios. Sobre todo, hay que intentar conciliar cuando hay algún tipo de conflicto, intentar mediar. Algunas veces son conflictos, otras veces son cuestiones administrativas porque el enfoque del administrado, generalmente el estudiante, y el que le da la administración universitaria es bastante rígido y procuro hablar con quien tiene que aplicar la norma, ver si hay alguna otra manera de interpretarla. Este puesto puede ocuparlo cualquier profesor, pero si eres jurista y, sobre todo, si tienes experiencia en la gestión universitaria, la verdad es que es un punto a favor porque te facilita mucho a la hora de buscar enfoques para encontrar soluciones. Es la manera de dar la vuelta a la norma para ver de qué manera se puede interpretar para llegar hasta donde se puede. A veces no se puede conseguir. Pero lo que si puedes dar a la persona que se dirige es que se sienta que se le ha escuchado, que todo lo que se puede hacer por él se ha hecho. Esa es la parte más técnica y, luego hay otra que es más de intentar mediar cuando hay conflicto, por ejemplo, entre profesores de un departamento o la queja de toda una clase porque el profesor ha estado enfermo y ha sacado las notas tarde... Son cuestiones en las que intento mediar.

"El Defensor Universitario es el garante de derechos y libertades "

–¿Qué claves utiliza para ello?

–Creo que es muy conveniente intentar poner a cada uno en el lugar del otro. Por ejemplo, intentar vender siempre a la otra parte siempre en positivo, nunca en negativo.

–En su intervención en el claustro de hace un par de semanas destacó la necesidad de incrementar el grado de conocimiento de esta figura entre el alumnado, ¿por qué?

–No digo que no la conozcan. De hecho, son los que más casos plantean, pero creo que hay algunos que no la conocen. Creo también que los consejos de estudiantes podían hacer una labor de mayor difusión y nosotros desde aquí también. Es para que conozcan todas las posibilidades que se les plantean. Ellos –el alumnado– tienen sus cauces de presentación. Están presentes en el consejo de gobierno, en las juntas de centro, en los consejos de departamento... pero si conocen más esta figura, más jugo y juego le van a poder sacar.

Miguel Agudo durante la entrevista concedida a 'el Día'. Miguel Agudo durante la entrevista concedida a 'el Día'.

Miguel Agudo durante la entrevista concedida a 'el Día'. / Miguel Ángel Salas

–De los 145 expedientes que tramitó el pasado curso, más de un centenar correspondían al alumnado, ¿cuáles son los casos más frecuentes?

–Uno de los casos más frecuente que llega es la compensación de asignaturas. Esto es cuando un alumno está a punto de acabar la carrera y la posibilidad que tiene con una asignatura que se le ha quedado muy atascada y pide la compensación. Es uno de los clásicos del alumno. Otras cuestiones son más variadas, pero de índole administrativo. Por ejemplo, casos como tener el título de familia numerosa y no renovarlo a tiempo, que son despistes del alumnado y se acuerda de Santa Bárbara cuando truena. A veces son mediaciones porque hay una falta de sintonía entre un profesor y un grupo de alumnos. Yo escucho a los dos partes y nunca nadie lleva el cien por cien de la razón.

–¿Se cree esa falta de sintonía que exponen en ese tipo de casos o tiene que hacer un acto de fe?

–Lo escucho y, muchas veces por experiencia en la Universidad, al principio casi captas cuando hay realmente un tema sustancial. Muchas veces no viene solo un alumno, sino un grupo de alumnos y, existe un malestar general, pero otras veces te das cuenta de que es una rabieta de alguien en concreto. Eso se nota, pero también lo notas porque la inmensa mayoría del profesorado de la Universidad de Córdoba cumple con su trabajo perfectamente y no hay ningún problema.

–Como docente, ¿cómo actúa frente a este tipo de casos?, ¿qué actitud mantiene porque se le presupone objetividad?

–Yo no estoy aquí como docente. Aquí intento buscar la solución, proponer, mediar... No soy un órgano ejecutivo, no tomo decisiones en el sentido formal de la palabra. Lo que procuro es buscar una solución, limar asperezas, que es fundamental porque a veces, limando esas asperezas, llegas a encuentros en situaciones, incluso, que han podido estar enquistadas. Hay un psicólogo inglés, que se llama Edward de Bono, que habla del pensamiento lateral práctico y siempre lo intento poner en práctica.

"Aquí intento buscar la solución, proponer, mediar"

–¿Podría concretar un poco más ese pensamiento?

–Cuando una situación está enquistada, hay dejar de mirarla como lo has hecho siempre y mirar a los lados porque, a veces, la solución está en el lateral. A veces, es dar una vuelta, tomar otras decisiones que parece que no están encaminadas a resolver ese asunto, pero que dando un rodeo acaban solucionándolo. A veces son cuestiones muy técnicas, pero siempre que puedo lo aplico.

–Además del alumnado, hasta su servicio también llegan casos del personal de administración y servicios y del profesorado de la Universidad. ¿Qué situaciones son las más comunes que gestiona?

–El personal de administración y servicios tiene unos órganos de representación y una actividad de negociación con los sindicatos y la Gerencia y canalizan a través de otros medios sus reivindicaciones. Las actuaciones que hacemos respecto a ellos son más accesorias. En algunos casos puede haber determinadas situaciones de conflicto con su departamento o con los servicios centrales de la Universidad o cuestiones entre compañeros, pero son bastante excepcionales. Con respecto al profesorado, nos surgen cuestiones administrativas con su departamento. Por ejemplo, cuando consideran que los están dando de lado, que no les dan la docencia que deberían darles, que en el Rectorado no les reconocen diferentes aspectos administrativos... y, otras veces son ya cuestiones en los que están mezclados el conflicto personal con el profesional. Muchas veces de un profesor contra su departamento, o contra el director de departamento.

Miguel Agudo en el Rectorado de la UCO. Miguel Agudo en el Rectorado de la UCO.

Miguel Agudo en el Rectorado de la UCO. / Miguel Ángel Salas

–En estos casos, ¿actúa como árbitro entre compañeros?

–Inmediatamente llamo a las partes, y siempre hay algún punto de encuentro. Procuro siempre ese punto que cada parte tiene en el cual podrían ir llegando a algún tipo de acuerdo. Así es la manera de funcionar, pero cada caso es un mundo. Son cuestiones en las que siempre hay un día en el que se hace un comentario de más y empiezan a pasar de ser desavenencias profesionales a entrar en el terreno personal. Y ahí es donde hay que empezar a deconstruir el mal rollo. Hay que saber deconstruir el conflicto. Y eso no es dinamitándolo, sino es algo que hay que ir quitando.

–Cuando una persona llega hasta el Defensor Universitario, ¿es por qué no ha encontrado otra alternativa?

–En la mayor parte de los casos soy el abogado de los pobres y las causas perdidas... Cuando llegan ya han explorado otras posibilidades y no han tenido éxito y, hay otras en las que vienen a mi antes de tener el problema. En esos casos, lo que hago es darle un consejo antes de intervenir formalmente. Muchas veces las decisiones se toman en serie, lo que toca, pero hay veces en las que lo que toca no es igual que en otras situaciones.

–¿Cómo ha afectado la pandemia a sus funciones?

–Llevaba 14 días cuando declararon el estado de alarma. El año pasado fue un shock para todos. En relación a la docencia, los alumnos, al igual que los profesores, tiramos para adelante y se hizo lo mejor que pudo. Empezó a haber algunos conflictos o situaciones en las que tuve que intervenir como cuando se acercó el momento de la evaluación. Pero no era por el tema de los exámenes, sino por la evaluación continua. ¿Qué hicieron los profesores y, en alguna medida, la institución lo propició? Pues, que se diera más cancha a la evaluación continua. Lo que pasó es que había alumnos que habían estado más confiados en el examen final y habían pasado un poco de la evaluación continua. Y, de repente, se encuentran con que el 70% de la nota eran los trabajos y la evaluación continua. Eso es lo que pasó. Hubo otras cuestiones relacionadas con la movilidad, otros con los colegios mayores...

–¿Y este curso?

–Este año el tema estaba bastante tranquilo, aunque hubo que fue gordo, fue el caso del alumno que demandó a la UCO porque consideraba que se estaba vulnerando el derecho a la intimidad por el tema de las cámaras y propició mucho revuelo. Eso quedó en nada y el Defensor del Pueblo Andaluz inició un proceso en el que quería se explicara muy bien lo que se había hecho y qué medidas se habían tomado respecto a la pandemia.

"En el caso de los exámenes, en las redes, había algunos argumentos excesivamente demagógicos"

–Tras las vacaciones de Navidad surgió la polémica por los exámenes. Mientras que el alumnado pedía que fueran online ante el aumento de los contagios, en el seno de la UCO se defendió la presencialidad. ¿Quién tenía la razón?

–Sí, ha habido una polémica tremenda en muchos lugares. Intervine en el claustro pidiendo por favor que aquí había que saber conjugar dos derechos: el derecho a la educación y el derecho a la salud. La educación superior, tiene que ser un servicio público de calidad, con todo lo que supone eso, desde la impartición hasta la evaluación por la responsabilidad que conlleva y que tenemos con respecto a la sociedad. Nosotros somos los que decidimos que una persona pueda ser médico o ingeniero. Por otro lado, está el derecho a la salud. La Universidad es garante del derecho a la salud con carácter concreto cuando hablamos de sus estudiantes y su personal. Nos une una relación especial de sujeción. Son conceptos administrativos que explican que la administración tiene un deber casi de vigilancia de la salud dentro de sus instalaciones para el estudiante y para el personal .

–¿Cómo se conjugan ambos conceptos?

–El tema se había diluido un poco, pero nuevamente veo posturas un poquito maximalistas por parte de las dos partes. En concreto, en relación a la institución se tiene que preservar un servicio público de calidad y, eso conlleva, docencia y evaluación; tenemos que garantizarlo, pero a veces, lo veía demasiado rígido en cuanto a solamente exámenes si son tipo test; faltaba un poquito de flexibilidad. Y, por parte del alumnado que se expresaba en las redes, había algunos argumentos excesivamente demagógicos, pero entiendo que es complicado que si llevas todo el año dando clases de manera online, el momento del traslado para hacer el examen o las esperas previas se podía entender ese recelo. Pedí toda la compresión y entendimiento que había habido los meses anteriores que no se perdiera. Entiendo que el momento de la evaluación es complejo y, tecnológicamente tenemos que seguir asegurándonos que la persona cumple con las condiciones necesarias para que se le pueda dar un título y, por lo tanto, para que pueda aprobar una asignatura y las posibilidades de copiar en un examen on line son más altas. Pero también tenemos que buscar fórmulas o ampliar el periodo de exámenes, buscar soluciones complicadas para saber conjugar el derecho a la educación y el derecho a la salud con seguridad.

–El ministro de Universidades, Manuel Castells, también ahondó en la polémica de los exámenes con su declaraciones.

–Entiendo que es ministro de un Ministerio complejo, pero no por la cantidad de asuntos que tiene que gestionar, sino porque se trata de un Ministerio bastante vacío. Más allá de una legislación, que quizá sea importante que se haga o se modifique, y del establecimiento de legislación básica en materia universitaria y desde la necesidad que haya un estatuto para el personal docente investigador, que se quedó muy bien trabajado en tiempo de Gabilondo, nos encontramos realmente con que es un Ministerio que carece de gestión del día a día. El ministro tiene la posibilidad de hablar sobre asuntos que le competen y de otros cuyas competencia es más difusa

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