La pintora del sentimiento

MUJERES SINGULARES de córdoba

Lola Varela Espinosa. Junto con el retrato, fue el paisaje el otro género en el que trabajó con más asiduidad, logrando importantes premios y el reconocimiento de muchos artistas

La pintora del sentimiento
Pilar Bartolomé

26 de agosto 2018 - 02:30

Nació el 3 de noviembre de 1927, en el barrio de Santiago de Córdoba. Eran tres hermanos, los dos varones mucho mayores que ella. Su padre era oriundo de Montilla y su madre de Espejo. Cuando se casaron pusieron una taberna en la calle Santiago, con un patio y columnas alrededor y salitas individuales con cuadros de toreros; allí tenía su sede el Córdoba Club de Fútbol. Mas tarde tuvo una platería. Su padre murió cuando Lola tenía tres años. Vivieron en casa de los abuelos maternos, que poseían un almacén de comestibles bastante grande en la esquina de Santiago con la calle El Tinte, hasta los 14 años, que se fueron a la calle Lindo, junto a la Puerta Osario, a una casa que hizo su hermano Federico. Vivió en la calle Santiago, la actual Agustín Moreno, en una casa muy bonita frente a la Escuela de Artes y Oficios, antiguo palacio de los Marqueses de Benamejí.

Estudió en el instituto de Las Tendillas y pasaba todos los días por la plaza de la Corredera. Ambiente popular que influirá mucho en ella y sus cuadros. Inició su trayectoria en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, institución en la que se matriculó en 1945 y en la que permaneció hasta 1949. Dos años después, en 1952 continuó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla, donde coincidió con Carmen Laffón y Pepe Morales, entre otros. En 1953, gracias a la Pensión Rafael Romero Barros concedida por la Diputación de Córdoba, se marchó a Madrid para matricularse en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, en la que estuvo hasta 1956 y donde conoció a pintores como Antonio López, que le realizó un retrato fechado en 1954 y al que años más tarde sería su marido, Tomás Egea Azcona, también artista plástico, con el que contrajo matrimonio en 1958. Vivieron en París al año de casarse, conviviendo mucho con los miembros del Equipo 57, un grupo de artistas españoles fundado en el café Rond Point de París que estuvo activo entre 1957 y 1962; fue considerado como uno de los grandes grupos de la vanguardia artística española del siglo XX.

Tomas encontró trabajo de dibujante en una revista y podían haberse quedado en París, pero lejos de la bohemia con que suele asociarse la vida del artista, la de Lola era bastante hogareña y echaban de menos Córdoba. Al volver se reunió con otros pintores los sábados en la taberna La Verdad, en la calle Morería. Ángel López Obrero, Pepe Duarte, Manolo Aumente, Paco Aguilera... Empezaban hablando de arte y terminaban comentando los artículos de Haro Teglen en la revista Triunfo.

Coetáneamente al retrato, fue el paisaje el otro género que trabajó con más asiduidad, recibiendo importantes premios y menciones, como la que recibió en 1956 en el Certamen de Pintura de la Diputación de Córdoba o el Premio Sésamo de Pintura en 1957. En ese mismo año expuso de forma individual en la Galería Abril de Madrid con un conjunto de piezas en las que aborda una representación del entorno urbano de Madrid, como en las composiciones Suburbio en Ventas (1957), Obra en construcción (1956-1957) o Paisaje de Madrid (1957). El crítico Moreno Galván la considera como "uno de los valores más significativos de la joven pintura española de los años cincuenta".

A partir de la década de los setenta su visión del paisaje se irá transformando, dulcificando y adquiriendo otras preferencias cromáticas. En 1973 expuso de manera individual en la Galería Studio 52 y en 1979 en la Galería Taba de Murcia, donde se pudo ver este cambio en su manera de abordar la pintura, que no sólo afectó a sus composiciones paisajísticas, sino también a retratos. Participó en numerosas exposiciones en España e Italia.

Formó parte del Círculo Cultural Juan XXIII como vocal de esta entidad, en la Junta directiva que presidía Joaquín Martínez Bjorkman durante el curso 1974-75. Junto a su trayectoria pictórica, destaca su labor docente en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos Mateo Inurria de Córdoba, donde impartió clase de dibujo entre 1977 y 1994.

La artista, sobrina de los fundadores de Bodegas Campos, se sumó al centenario de esta institución en el 2008 con su última exposición en solitario, una antológica montada en la Ermita de la Candelaria, con 35 obras que sintetizan su producción de entre los años 1952 y 2005. De hecho, uno de los primeros retratos que pintó, de trazo austero y mirada dirigida a la esencia del personaje, como todos los suyos, fue el de Francisco Campos, aliento artístico y sentimental de las bodegas. Sólo faltaron unos cuantos cuadros, como un paisaje de Cerro Muriano por el que le dieron en Madrid el Premio Sésamo de 1957.

Precisamente el primer cartel de la colección que tienen Bodegas Campos se lo proporcionó el matrimonio, un cartel de Julio Romero de Torres que les había regalado un anticuario en la época en que estuvieron en Marbella, donde Tomás hizo el Pueblo Andaluz a principios de los sesenta. Su estilo, discreto y callado, poco dado a imponer su criterio a toda costa ni a echar pulsos a nadie, está presente en sus paisajes, traslada al lienzo el alma de un pueblo con austeridad, candor, intimismo, una pintura realista muy simplificada, según ella misma define.

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