Las piezas guardadas del "jardín romántico" de los Romero de Torres
Córdoba
El Museo de Bellas Artes de Córdoba y Amigos de Medina Azahara celebran una visita guiada a la colección arqueológica de la familia Romero de Torres
"Hoy sería impensable que un conservador de un museo hiciera una colección personal de este tipo, entre otras cosas por el código deontológico", afirma Fuensanta García
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En otra época de esplendor no tan lejana, y de una forma que hoy sería impensable, la casa familiar de los Romero de Torres llegó a convertirse en un lujoso jardín arqueológico en Córdoba. Algunas de las piezas que albergaba el patio entonces se muestran aún hoy en día, aunque la mayor parte de ellas se encuentran en un almacén arqueológico musealizado, dentro de la casa, que en algunas ocasiones se muestra al público.
Es un recuerdo romántico de otra Córdoba que todavía unos pocos pueden contar sin tener que acudir a las fotografías de archivo. Fuensanta García, directora del Museo de Bellas Artes entre 1981 y 2012, llegó a conocer a los últimos herederos de los Romero de Torres -Carola, hija de Eduardo Romero de Torres (el mayor), y a Rafael, Amalia y María, que eran los tres hijos de Julio- y vivió en primera persona, durante su etapa como directora, la adquisición de este fondo arqueológico por parte de la Junta de Andalucía en 1988, aunque la colección no fue de titularidad pública hasta tres años más tarde, en 1991, cuando falleció María.
"Fueron momentos maravillosos, bonitos y tristes", recuerda más de tres décadas después para El Día de Córdoba, con motivo de una visita guiada a las piezas guardadas de esta colección, organizada por el Museo de Bellas Artes y Amigos de Medina Azahara, que ha dirigido este jueves para unos pocos privilegiados. "La cláusula del contrato firmado en 1988 decía que María Romero de Torres, como última heredera, podía seguir viviendo en la casa hasta que viviera. Murió en 1991". Todo ese tiempo, y durante unos años después, esas piezas estuvieron expuestas en el jardín, asegura. "Por eso digo que fue un jardín romántico", explica preguntada por el título de la visita.
La colección
La colección arqueológica se inició con Rafael Romero Barros, que sentó las bases de los museos de la ciudad, el de Bellas Artes y el Arqueológico, cuya labor fue continuada por su hijo Enrique Romero de Torres, que desde su destacada posición al frente de importantes organismos públicos, recibió numerosas donaciones de piezas que engrosaron la colección familiar.
Ambos cultivaron un espíritu coleccionista que se transmitió a lo largo de varias generaciones de la familia, logrando reunir, estudiar y conservar estas piezas arqueológicas que revelan el rico patrimonio histórico de Córdoba. Según afirma García, una parte de estas piezas "proceden posiblemente de excavaciones" que hicieron Rafael Romero Barros y su hijo Enrique, además de otras correspondidas con "hallazgos casuales que les iban regalando algunos amigos", añade.
"Tenemos que tener en cuenta que todo el tema de tutela y protección de patrimonio a finales del siglo XIX no tiene nada que ver con lo que nosotros pensamos en el siglo XXI. Hoy sería impensable que un conservador de un museo hicIera una colección personal de este tipo, entre otras cosas por el código deontológico", explica García.
En total, se estima que la colección se compone de unas 600 piezas que abarcan desde el Calcolítico hasta época medieval, que incluyen esculturas iberas y romanas, piezas visigodas y andalusíes, inscripciones funerarias, brocales de pozos, capiteles, fustes y basas de columnas, vigas de la misma Mezquita-Catedral, lucernas y ajuares domésticos.
En la planta baja del almacén musealizado situado dentro de la casa, se conserva la única parte visitable de la colección, que se corresponde con las piezas en piedra, mientras que en la planta superior se conservan embaladas piezas de cerámica o de metal. Entre todas ellas, Fuensanta García destaca la basa de época califal como una de las piezas con mayor valor documental, ya que se piensa que por su calidad pertenecería a algún edificio de clases elevadas o religioso, y que existen ejemplares similares en la ciudad de Medina Azahara.
Sin embargo, cualquier fragmento sin valor aparente es susceptible de acabar siendo importante, advierte cuando cuenta el hallazgo del catedrático de Historia del Arte, Carlos Márquez, que estudió la colección durante muchos años y fue capaz de recomponer "tres piezas sin sentido (dos de la colección de los Romeros de Torres y otra en el almacén del Museo Arqueológico) que finalmente pertenecían a un Divo Augusto.
"Se hizo difusión entonces y se sigue haciendo hoy", defiende la exdirectora del museo. Las piezas guardadas de aquel jardín romántico van saliendo y entrando puntualmente del almacén para formar parte de exposiciones, y cada cierto tiempo se hacen vistas para que el número de privilegiados vaya aumentando.
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