Del piano a la gran paleta sinfónica

Orquesta de Córdoba | Crítica de música

La pianista Judith Jáuregui, acompañando a la Orquesta de Córdoba en su primer concierto de abono. / Rafa Alcaide / Imae
Antonio Torralba

10 de octubre 2025 - 11:20

La ficha

***** Sinergias. Primer concierto de abono de la Orquesta de Córdoba. Programa: Maurice Ravel, Pavana para una infanta difunta. Manuel de Falla, Noches en los jardines de España. Modest Músorgski, Cuadros de una exposición. Solista: Judith Jáuregui, piano. Director: Salvador Vázquezr. Lugar: Gran Teatro. Fecha: 9 de octubre de 2025. Lleno.

Para su primer concierto de abono de la temporada 2025-2026 la Orquesta de Córdoba ha programado tres conocidas delicias, tres obras incuestionables, de esas que hacen afición y que, de hecho, están en el origen del enganche a la música culta de muchos aficionados. Las tres fueron compuestas en los efervescentes años de finales del siglo XIX y comienzos del XX, las tres tienen carácter más o menos programático (siguen un guion) y las tres tienen su origen en el piano.

La velada arrancó con la Pavana para una infanta difunta, compuesta por Maurice Ravel (1875-1937) para piano en 1899 y orquestada luego por él mismo en 1910. La música empieza ya en las palabras del título: su cualidad rítmica, la aliteración de la efe, el arcaísmo de los términos (Pavane pour une infante défunte) nos sitúan ya en otro tiempo y otro espacio: una no muy precisa corte española del Renacimiento.

Los 58 compases de la partitura evocan el tempo lento, el ritmo binario y el aire de dignidad de una vieja danza (la pavana) que bailara una princesa vista desde lejos a través de un cristal de nostalgia. Salvador Vázquez y la Orquesta de Córdoba ofrecieron una bonita versión, que, sin embargo, por algún desajuste, todavía no mostraba la excelencia de que harían gala en el resto de la noche.

Noches en los jardines de España de Manuel Falla (1876-1946) tiene su origen en unas piezas para piano solo que el compositor comenzó a escribir en París en 1909. Al parecer, fueron dos ilustres amigos quienes lo animaron a que ampliara la extensión de la obra (consejo de Isaac Albéniz) y a que la escribiera para piano y orquesta, visionaria recomendación esta del pianista Ricardo Viñes. Falla transformó aquellos nocturnos en la obra que conocemos hoy: Noches en los jardines de España, tres impresiones sinfónicas para piano y orquesta, completada en 1915 y estrenada en 1916.

Salvador Vázquez, en el primer concierto de abono de la Orquesta de Córdoba. / Rafa Alcaide / Imae

Para la interpretación de esta maravilla, en la que el piano tiene un papel solista muy elaborado y concertante pero completamente integrado en la orquesta, la Orquesta de Córdoba contó con la magistral solista Judith Jáuregui, que la ha grabado recientemente junto a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y el director Kaspar Zehnder.

La interpretación de esta pianista impresiona especialmente por su precisión, su calidez y su elegancia. Pero habría mucho más que destacar: sonido nítido, versátil y colorista, comprensión absoluta de la música, ritmo, vitalidad, pasión. En fin, un apabullante abanico de cualidades, puestas todas al servicio de la música y muy inteligentemente secundadas, en su mayor parte, por Salvador Vázquez y nuestra orquesta. Cuando sonaban los últimos compases del tercer movimiento (En los jardines de la Sierra de Córdoba) uno tenía ya la certeza de que presenciaba un gran concierto. Y aún quedaba más.

Cuadros de una exposición es una impresionante suite (conjunto de piezas) para piano, compuesta en 1874 por el compositor ruso Modest Músorgski (1839-1881) bajo la inspiración de una exposición póstuma de acuarelas y dibujos de su gran amigo (pintor y arquitecto) Viktor Hartmann. Hartmann había muerto repentinamente a los 39 años y Músorgski estaba muy impresionado por esa pérdida y por la potencia visual de los dibujos (a la vez folcloristas, de temática social y satíricos) y bocetos de su amigo. Se puso a trabajar de manera febril, componiendo la suite en apenas unas semanas.

El resultado fue una obra para piano solo que consta de diez movimientos (cada uno basado en un cuadro) y un tema recurrente llamado Promenade (Paseo), que representa al propio compositor caminando de un cuadro a otro por la galería. Si la obra es ya una delicia en su versión pianística, la brillante orquestación de Ravel, con su magistral manejo de timbres y efectos (como el uso del saxofón en El viejo castillo o la tuba en Bydlo), introdujo la música de Músorgski en Europa Occidental con sonoridades que influirían enormemente en el desarrollo de las orquestaciones que parten del Impresionismo musical.

Hay que felicitar a la Orquesta de Córdoba (convenientemente ampliada para la ocasión) y a su actual director, por la versión vibrante y poderosa que nos ofrecieron el jueves. La batuta de Salvador Vázquez supo sacar el máximo partido a la paleta orquestal de Ravel. Todos nos hicieron disfrutar y sentir que presenciábamos algo grande.

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