La pianista que trajo la cultura francesa

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Elisa Müller Stone Casada con Manuel Belmonte, introdujo en Córdoba las tertulias en su casa de la calle Candelaria, donde incluso se llevaban a cabo representaciones teatrales

La pianista que trajo la cultura francesa
La pianista que trajo la cultura francesa
Pilar Bartolomé

11 de febrero 2018 - 02:30

En 1827 llegó a Sevilla a establecerse Carlos Müller, natural de Londres, para desarrollar negocios de comercio y banca. Estaba nacionalizado en Francia, donde había pertenecido con una alta graduación al ejército de Napoleón Bonaparte y del que se había separado el año 1814, cuando su caída, saliendo de Francia a pesar de que Luis XVIII le requirió para que continuara en el cuerpo y le nombró Caballero de la Flor de Lis y jefe de la Guardia Nacional del Sena Inferior.

Llegó casado con María Stone y con dos hijas, Elisa, nacida en Rúen (Francia) y Ana, en París, donde años después se casó con el vizconde de Brenier de Montmoran. Elisa contrajo matrimonio en Sevilla, en 1843, con Manuel Segundo Belmonte y Camacho, de la familia de los Belmontes cordobeses, que había pasado allí unos años estudiando la carrera de Derecho. Al poco, el nuevo matrimonio, en 1844, se trasladó a Córdoba, estableciendo su hogar en la vieja casa del número 12 de la calle de la Candelaria.

Aquella casa se abrió entonces a la sociedad cordobesa. Todavía duraba en Francia la moda de los salones que hicieron célebres los de Madame Recamier, Stäel y Chateau briand, y sabido es que las costumbres francesas han acabado siempre por imitarse en nuestro país. Elisa Müller de Belmonte, la francesa, como la llamaban en Córdoba, se había educado en Sevilla entre la alta sociedad, había frecuentado los salones del duque del Arco Hermoso, segundo esposo de la novelista Fernán Caballero, había tenido el honor de ser recibida en San Telmo por los Montpensier, y no quería prescindir en Córdoba de una vida en sociedad.

A las tertulias de la casa de la calle de la Candelaria concurría cuanto en Córdoba representaba algo en las artes y en las letras. Veladas en las que, andando el tiempo, y según Ricardo Belmonte, "no era difícil encontrar entre los literatos a Borja Pavón, Fernández Grilo, Julio y Enrique Valdelomar, Lara Ruano.... Pintores como el propio Belmonte Vacas, Rodríguez de Lozano, Monroy, Saló, Romero Barros y otros. Músicos como Gómez Navarro, Eduardo Lucena y Cipriano Martínez Rücker, amén de las nuevas generaciones que encontraban en el caserón la mejor escuela de arte". Además, allí se hacía teatro, llegando hasta a darse 29 representaciones en el año de 1867.

En aquella casa se recibía siempre correspondencia del extranjero, periódicos franceses e ingleses, y sobre todo largas cartas de su hermana Ana, la vizcondesa de Brenier, que desde varios sitios de Europa y de Asia contaba interesantes pormenores de aquellos lejanos países, a los que su marido llevaba la representación consular de Francia.

En este ambiente de arte y de cultura que le ofrecía su hogar -raro en aquellos tiempos en poblaciones pequeñas como Córdoba y de vida casi exclusivamente agrícola- creció y se formó el poeta Guillermo Belmonte y Müller, único que sobrevivió a varios varones que tuvo el matrimonio. Su madre le enseñó francés e inglés y música, cursó el bachillerato en el recién creado instituto, y pintura con Romero Barros. Desde entonces le vino esa entrañable amistad que tuvo siempre con la familia Romero de Torres, a quien Córdoba debe una gratitud eterna por los tenaces trabajos de Enrique para la creación del Museo, uno de los mejores de provincias, amistad y admiración que siempre hizo patente en sus magistrales sonetos a Romero Barros, a Rosario, a Rafael y a Julio.

Elisa fue una consumada pianista que alcanzó el alto honor con la visitó de Lizt a Córdoba para acompañarle, además del concierto del día 11 de diciembre de 1844, en el que Lizt tocó a cuatro manos con Elisa en una de las distinguidas veladas que ofrecían ella y su esposo, abogado y secretario del Liceo y perteneciente a la ilustre familia cordobesa de los Belmonte. En su casa se cantaba ópera, entonces tan de moda y Rossini, Bellini y Donizzetti eran interpretados por el matrimonio Belmonte, hasta el punto de que el Liceo Artístico y Literario -del cual procede el Círculo de la Amistad- les nombró socios de mérito.

Su hijo Guillermito, como le llamaban familiarmente, terminó el bachillerato y le inclinaron por la carrera de Derecho y entonces sus padres pensaron trasladarse a Madrid para acompañarlo durante sus estudios, pero la situación política era amenazadora y era preciso esperar. Surgió la revolución de 1868. Su padre partió para Alcolea acompañando al duque de Hornachuelos, que a su vez iba con el Estado Mayor del duque de la Torre. Triunfó la democracia.

Pasados estos acontecimientos políticos, la familia se trasladó a Madrid y en el mismo día de su partida apareció en el Diario unas sentidas estrofas tituladas Adiós a Córdoba. Sus padres, que ignoraban que Guillermito hiciese versos, quedaron sorprendidos. En Madrid, Elisa no fue ajena a los acontecimientos y presenció los sucesos políticos de la época, como el asesinato de Prim, la entrada del Rey Amadeo, la primera República y su disolución por el ejército de Pavía o la proclamación de Alfonso XII por Martínez Campos.

En el año 1893 murió su esposo. La familia había regresado y residía ya en Córdoba, en la calle Rey Heredia. Entonces su hijo decidió quedarse al lado de su madre, que ya anciana, no quería que la viesen al piano, pero nunca perdió esa pasión por la música. Falleció después de una intensa vida en 1899.

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