Entre la pérdida poblacional y el dinamismo

La despoblación se ha convertido en un concepto recurrente entre las instituciones de Córdoba en la última década. Y no es de extrañar, pues desde que en 2011 la provincia alcanzara su tope poblacional, con 805.857 habitantes, el padrón no ha hecho sino menguar. Tanto que, a fecha actual, y según los datos más actualizados del Instituto Nacional de Estadística (INE), en Córdoba somos ahora 772.152 residentes. Cuando este periódico empezó a publicarse, la provincia tenía 769.237 habitantes, y tras un crecimiento que duró una década, en 2012 se produjo un punto de inflexión.

La cifra actual, por tanto, es la más baja en más de una década, y lo más preocupante es que la gráfica de la evolución año a año no dibuja dientes de sierra, es decir, vaivenes que harían sostener la población a medio plazo, sino una curva descendente que parece no llegar al foso.

En otras palabras: ahora somos 33.705 cordobeses menos que tras el tope de 2011. Comparativamente, es como si la ciudad de Puente Genil, la más cercana a ese número —y la tercera en población tras la capital y Lucena— hubiera desaparecido. En términos porcentuales, esta sangría demográfica significa una reducción del padrón del 4%. Las localidades que ganan vecinos en este contexto son la excepción, y la gran mayoría se sitúan en el ámbito geográfico de Córdoba capital, que con el paso del tiempo empieza a construir un cinturón de municipios dormitorio a los que escapan algunas familias que de alguna manera se ven expulsadas por el alto precio de la vivienda en la capital y por los beneficios que aportan las telecomunicaciones y las carreteras de alta capacidad. La capital, según los últimos datos del INE, cuenta actualmente con 322.811 habitantes, 9.300 más que cuando este periódico empezó a publicarse.

La Carlota es, en este contexto, el municipio que más ha crecido; en general, la mayoría de localidades que ganan población se sitúan en el Valle del Guadalquivir, tanto al Este como al Oeste de la capital y se aprovechan de las facilidades de comunicación que brinda la autovía A-4. Aguas arriba, crece Villafranca, y aguas abajo se desarrollan la ya citada La Carlota, pero también Guadalcázar o Almodóvar del Río.

El lado opuesto lo ejemplifican las comarcas del Norte de Córdoba, de manera que la situación es especialmente dramática en los municipios más pequeños de Los Pedroches y del Alto Guadiato. Conquista y Santa Eufemia son los casos más graves, ambos en el límite con Ciudad Real y que en estos años han visto perder al 20% de sus vecinos. Les siguen a muy corta distancia El Guijo y Valsequillo. Tambián hay un puñado de localidades donde la población ha caído por encima del 10%: Los Blázquez, Carcabuey, Cardeña, Fuente Obejuna, Fuente-Tójar, La Granjuela, Iznájar, Torrecampo, Peñarroya-Pueblonuevo, Valenzuela, Villanueva del Duque Villaralto o Zuheros.

Córdoba es, al mismo tiempo, una provincia cada vez más envejecida. La pirámide poblacional ha perdido su equilibrio y se va ensanchando más y más por la parte más alta. La edad media de los cordobeses roza los 45 años, récord de envejecimiento en su historia. Lo peor es que esa cifra está por encima incluso de la media española, que está establecida en 44,2 años.

Córdoba es, de hecho, de las provincias que más diferencia tiene a nivel poblacional entre el número de vecinos mayores de los 65 años y los menores. Al menos en Andalucía, donde Córdoba se sitúa como la segunda provincia andaluza con mayor diferencia entre estos dos grupos de edad tan significativos, según los últimos datos del INE. Es decir, el 18,5% de los cordobeses son menores de edad, dato que contrasta con que el 21% forman parte del grupo poblacional por encima de los 65 años.

Los datos son preocupantes, pues cuestionan el relevo generacional del mercado laboral. Y en la próxima década Córdoba tendrá una sola incorporación por cada 3,7 jubilaciones, de acuerdo a los cálculos más recientes basados en cifras oficiales. En este contexto la migración será clave para sostener el mercado laboral, especialmente en sectores con escasez de mano de obra, así como la apuesta por el talento sénior y por la inteligencia artificial y la automatización por la gran capacidad para absorber parte del vacío que dejan las jubilaciones y la pérdida poblacional.

Las administraciones, de hecho, empiezan a apostar con fuerza por planes contra la despoblación que superan los simples programas de inversión directa en obras, que tiempo atrás se mostraron poco eficaces. La Diputación de Córdoba, a través del Instituto Provincial de Desarrollo Económico (Iprodeco), juega un papel clave en este cometido, con el refuerzo de líneas de ayuda a emprendedores y autónomos, mientras que el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España ha dejado una inversión superior a los 115 millones de euros, que se han canalizado a sectores en auge como la movilidad sostenible, la eficiencia energética, el turismo, la digitalización o la cohesión social.

Los nuevos ciclos de Formación Profesional Dual puestos en marcha por la Junta de Andalucía y los recién creados centros de desarrollo impulsados por la Universidad de Córdoba en colaboración con los municipios de Lucena, Puente Genil, Cabra, Baena o Pozoblanco terminan de poner los mimbres de un futuro en el que será clave retener el talento en el territorio.

Y luego, claro está, se encuentra la iniciativa privada que ha hecho de ciudades medidas como Lucena un centro empresarial de primer orden, en este caso en torno al frío industrial, un sector de enorme dinamismo asentado sobre la base de la investigación, el desarrollo y la innovación. El Grupo Ximenez en Puente Genil, Pegasus en Palma del Río o Covap en Pozoblanco son otros ejemplos de industrias ligadas al territorio que apuntalan el futuro de los municipios cordobeses.