Panadería-Confitería Cati: el despertar de Valdeolleros desde hace 50 años
Comercios con historia
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A las ocho de la mañana, la Panadería-Confitería Cati ya tiene clientes en la puerta. Incluso antes, porque su dueña, María Isabel Cordobés, Marisa, se levanta a las cinco de la mañana para tenerlo todo preparado. Su momento más puntero del día es de siete y media a ocho y media de la mañana, cuando los vecinos se preparan para ir al trabajo y necesitan comenzar la jornada con un café. También a partir de las dos de la tarde, cuando este pequeño ultramarinos se llena de clientes buscando su pan para acompañar al almuerzo. El establecimiento tiene mucha historia, algunos de sus capítulos están escritos por los propios clientes del barrio, que han crecido pidiendo golosinas en ese mostrador.
María Isabel Cordobés describe su comercio "como una tienda pequeñita de pan, café y alimentación, una de esas tiendas de toda la vida", que llena de alegría el barrio. La panadería Cati fue fundada por Francisco Torres en 1975, por lo que este año cumple medio siglo. En sus comienzos solo fue una pequeña tienda de pan, aunque después su catálogo de productos se fue amoldando a la demanda de los clientes. “Esto eran tres pequeños locales, luego los fueron comprando y ampliando”, recuerda Marisa.
Ella es vecina del barrio de toda la vida, por lo que su vinculación con el negocio pasó de clienta a dueña. “Desde chica me mandaban a por el pan. Cuando veía la tableta de chocolate, le decía a la anterior dueña luego viene mi madre y te lo paga”, recuerda. Como cuenta, el fundador le pasó el negocio a su hija. Más tarde, su otro hijo se hizo cargo del mismo. Marisa trabajó con él unos años. “Yo estuve trabajando aquí con él. Por motivos personales, se fue y me lo quedé yo. He estado vinculada al negocio toda la vida”, sintetiza.
La confitería se llama Cati por la hija del fundador. “Cati fue la que cambió más el negocio. Lo amplió. En vez de solo pan, metió confitería y cafetería. Luego, nosotros añadimos droguería, para ponernos a la moda de lo que van pidiendo los clientes”, describe. Por eso, el establecimiento lleva su nombre, porque aunque no fuera su fundadora, ha sido una de los motores del negocio.
Como recalca, esta tienda siempre se ha hecho mucho eco de las peticiones y necesidades de los clientes, ya que el comercio "está preparado para atender bien” a cualquiera que cruce la puerta de entrada. “Nosotros abrimos a las seis y media de la mañana. Yo tengo pan, tengo leche... Vienen albañiles, también padres para llevarle la leche a los niños antes de ir al cole. Por la tarde, también estamos aquí todos los días, incluso sábados, domingos y festivos”, señala.
Marisa siente que las pequeñas tiendas se están perdiendo y quiso dejar su negocio tal y como era conocido por todos. “Lleva aquí toda la vida. En su momento me dijeron si quería cambiar el nombre y yo dije que no, porque todo el mundo la conoce como la confitería de la Cati. Siempre va a ser Cati”, defiende. “En el momento en el que mi jefe decidió irse, la gente me animaba a quedarme con él, porque me conocen de toda la vida, ya que he nacido aquí, aunque yo en su momento no quería. En el mismo año me casé, me quedé embarazada y me hice cargo de esto. Mi marido me dijo que lo intentara, que no se perdía nada. Llevo ya tres años con él y estoy muy contenta", explica.
Respecto a su encanto más singular, ella lo tiene muy claro. “Los clientes vienen, te charlan, te hablan de sus problemas, se quedan aquí un poquito”, una confianza que se traslada a pequeños y veteranos, donde "la Cati o Marisa" suele estar disponible para atender a su clientela de siempre.
Respondiendo a todas las inquietudes que nacen en estos comercios con tanta historia, los cuales aún se desconoce su futuro, Marisa señala que "si resistiese, me encantaría que pasara a la siguiente generación. Yo tengo un niño pequeñito que se pone en la silla y coge la calculadora, hace como si cobrara. Cuando mi jefe se fue, me dijo que lo tenía que cerrar, y a mí me daba pena. Porque la Cati tenía que seguir. Aunque yo sea Marisa, la Cati es la Cati”, dice con orgullo sobre su relevo en este negocio con tanta popularidad, deseando que este comercio siga en el barrio todo el tiempo posible, aunque haya otra persona detrás del mostrador.
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