El padre la canción popular andalusí

Cordobeses en la historia

Abû Bakú Muhammad ibn Kuzmân nació en la Córdoba del declive, adquirió una sólida formación y se volcó en la tradición oral popular convirtiéndola en fuente del cancionero europeo

El padre la canción popular andalusí
El padre la canción popular andalusí

26 de octubre 2008 - 01:00

ERA la época poscalifal y Córdoba se replegaba hacia sí. Agonizaba el siglo XI. El tiempo en que sus dominios alcanzaban las lindes de León y Cataluña había quedado atrás y, lejos de extender su esplendor, se protegía levantando murallas, casi de adobe, en torno a la Ajarquía. Pero el declive político y económico no enturbió la genialidad ni el talento de que hacía gala la antigua ciudad del Califato; siguió dando grandes nombres para la Historia como Averróes, Musa o Maimónides. También el poeta Aben Quzman, nacido en torno al año 1100 en el seno de una familia noble, educado como tal, es la única información que de su infancia se tiene.

Los Banû Quzmân impusieron el nombre de Abû Bakú Muhammad ibn Kuzmân, a aquel niño nacido durante el periodo almorávide y testigo, al final de sus días, de la entrada de los almohades. Aben Quzman creció mientras los poetas lloraban versos sobre las ruinas de Zahra y, como tantos cordobeses de entonces, se enamoró de su ciudad como si de una amante se tratase, hasta el punto que cuando se alejaba de ella, entraba en una profunda melancolía e introversión, siendo de carácter jovial y abierto.

El Cancionero de Aben Quzman, es -a juicio del profesor García Gómez- "la pieza maestra de la historia de la literatura medieval, no sólo de la España musulmana, sino de toda Europa". Y es la mejor biografía de su vida y de una personalidad que él mismo desglosa en ella.

Las composiciones de El Rey de los Zejeleros Andaluces, como lo definiría Pérez de la Lastra, tienen claros tintes de copla ("Me cortó una camisa de desdenes/ y la cosió con el rompimiento de los pactos"), homenajes al Carpe diem (" El mundo se ilumina para que los pises./ A la par que saltas de la cama,/ se ilumina la alcoba y la comarca") o duquelas y mal de amores ("¿Hasta cuándo me tendrás este desvío? ¿Hasta cuándo tendrás de mí sospechas?") y es, en definitiva, el sentimiento andaluz que recogen las canciones populares, en lo sentimental, en lo religioso o en la alegría de lo festivo.

Por su sólida formación accedió a la jarcha o "primavera temprana de la lírica europea" como la definiría Dámaso Alonso; y supo también del poeta ciego Mokádem ben-Boaza al-Kabri (o el egabrense), probablemente el creador de la moaxaja, allá por el año 900, pasando por ser el primer poeta en lengua romance de al-Ándalus. Las composiciones de El Ciego de Cabra comenzaron a cantarse en la zambras por solistas con los estribillos a coro. De la moaxaja nació el zéjel, también en romance, antes de escribirse en castellano, siendo probablemente el antecedente de cantes tan populares como los villancicos y origen del flamenco, según Ricardo Molina, entre otros. Y es aquí donde Aben Quzman entra en la historia de la literatura universal.

Como tantos poetas andaluces desde Avempacé a García Lorca, bebe en las fuentes populares y esto, unido a su talento poético, hicieron nacer de él las mejores composiciones del zéjel. Del pueblo bebió y el pueblo se ocupó de transmitirlas y extenderlas, llegando hasta el mismo Bagdad. Así quedó como el primer autor de zéjel; pero se ocupó muy mucho en su Diwam de hablar de quienes le antecedieron, siguiendo una regla, casi sagrada, en la literatura andalusí: no matar al padre. Luego, como contrapartida, la poesía lírica provenzal se ocuparía de asesinar a todos sus antecesores y tendrían que pasar nueve siglos, antes que los investigadores europeos comenzaron a reconocer la lengua romance andaluza, autora entre otros, del Poema del Mío Cid, reescrito luego al castellano.

Hasta tal punto es importante la aportación de Ben Guzmán al romance andaluz, que la mismísima Teresa Garulo, considera que él junto a Ibn Jafaya, son "los dos poetas de al-Ándalus que han tenido más repercusión en la literatura árabe" y halaga su audacia al convertir "el árabe dialectal en lengua literaria" sin "parangón hasta el siglo XX". Sólo por ellos merecería la pena estudiar la literatura de la época almorávide como independiente y distinta de las que épocas que la preceden y la siguen".

Pero el tiempo que le tocó vivir, tan confuso, y su carácter apasionado, fueron quizá la mezcla explosiva que convirtieron al joven de buena posición en un vagabundo del que cuenta Galindo Aguilar: "Hombre enamorado de todo y de todos siempre que le reporte auxilios en dinero o en especie. Pasó buena parte de su vida en una vergonzante mendicidad callejera en la vega del Guadalquivir", para concluir, con otros expertos, en que "puede afirmarse, sin el menor escrúpulo, que toda la gran poesía hispánica es atraída y subsumida en el cancionero del poeta: las Cantigas del Rey Sabio, las moralejas del Conde Lucanor…", aseverando que son "rastreables" hasta algunos poetas andaluces de la generación del 27.

Aunque la fecha de su nacimiento no es certera, sí lo es la de su muerte, acaecida en 1160. Nueve siglos más tarde, en un extremo de la ciudad que tanto añoró, se le puso calle.

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