Córdoba

El obispo afirma que "nos hemos dejado robar la Navidad por la del gasto y la borrachera"

  • Demetrio Fernández asegura que las fiestas navideñas se han de vivir en "la sobriedad y la templanza"

El obispo, en el centro, en la inauguración del congreso de Cocina Conventual

El obispo, en el centro, en la inauguración del congreso de Cocina Conventual / Jordi Vidal

"Esta Navidad que nos proponen del consumo, del gasto, de la borrachera, del desenfreno no tiene nada que ver con Jesucristo y la salvación que él viene a traernos. Más bien es todo lo contrario. Hasta dónde somos capaces los humanos de extorsionar el misterio de Dios, hacerlo a nuestra medida y manipularlo a nuestro antojo". Esta es una de las declaraciones que hace el obispo, Demetrio Fernández, en su carta pastoral semanal, centrada en la celebración de las fiestas navideñas.

En la misma, recuerda que "la liturgia de la Iglesia nos invita insistentemente a la alegría verdadera, la que brota de Dios y acogemos en nuestro corazón, la que tiene a Dios como horizonte y la que lo espera todo de Dios. Esta alegría ha de vivirse en la sobriedad, en la templanza, en la adoración, en el silencio de Belén".

Para el prelado, "si estamos atentos a la verdadera Navidad, nos brotará espontáneo salir al encuentro de nuestros hermanos necesitados, hacia los pobres. Ellos fueron los destinatarios de aquella primera Navidad, ellos son los destinatarios de esta Navidad. El Hijo de Dios ha venido para compartir nuestra pobreza y para enseñarnos a compartir nuestra vida y nuestra alegría con nuestros hermanos los pobres".

Para Fernández, "la vida humana, nuestra vida no acaba en el sepulcro, sino que continúa en mayor plenitud con Dios en el cielo. La espera serena de ese momento nos produce alegría. El hombre no es un ser para la muerte, como afirman los existencialistas ateos".

En esta línea, asegura que "el hombre es un ser para la vida que no acaba, para la vida eterna con Dios y con todas las personas que amamos. Dios no nos ha traído al mundo para gozar un poco y sufrir mucho, eso sería desesperante. Dios nos ha traído al mundo para gozar eternamente con él y ya empezamos a saborearlo desde esta etapa de la tierra, en la que no faltan sufrimientos. Esta es la gran esperanza de nuestra vida: vivir con Dios, ya desde ahora y por toda la eternidad".

Y a ello, continua, "hemos de prepararnos, renunciando a la vida sin Dios y a los deseos mundanos, y llevando ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación gloriosa del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo. El cristiano vive, por tanto, con el corazón puesto en Dios. Esa es su alegría, esa es su esperanza".

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