Donde el nuevo urbanismo derrotó al tradicional

Está escondida detrás de la plaza de las Tendillas y es un rincón que alberga curiosas historias. Tiene el llamativo nombre de Mármol de Bañuelos por mor de un fuste romano que estaba en su centro y del que decía la tradición que ahí era donde había sido amarrado San Zoilo para que le sacarán las vísceras con garfios por la espalda. Este resto se fracturó en un accidente, y de ahí pasó a un rincón de donde inició el camino del olvido.

Presidiendo este enclave estaba la casa de los Bañuelos hasta que a finales del siglo XIX cayó víctima de la piqueta en medio de una tremenda disputa entre la intelectualidad local que cruzaban artículos en la prensa. En esta pugna destacó Rafael Romero Barros con amplios argumentos en defensa de esta casa mudéjar de la que, precisamente, han quedado como testimonio algunas fotografías. El derribo de este inmueble y la creación de la plaza de las Tendillas supuso la radical transformación de Mármol de Bañuelos que actualmente no es más que el cruce de Diego de León, Alfonso XIII, Barqueros y Victoriano Rivera. O una parada de Aucorsa.

Los Bañuelos fueron una importante familia que, según Ramírez de Arellano, protagonizó una sangrienta historia con final fraticida con escasa credibilidad. Dos hermanos huérfanos preparan una boda de conveniencia para su hermana menor. Ésta, que ya tenía su novio, prefiere entrar de monja de clausura en el convento de Santa Inés antes de ceder a un casamiento indeseado. Gracias a las artes del sacristán, ella mantiene contacto con su amante desde el interior del convento y planea su fuga. Enterados sus hermanos, en una encerrona matan al que podría ser su cuñado. Después, cogen a su hermana, la matan también y hacen que las monjas la entierren como si no hubiera pasado nada.