El nieto del mayoral que cuenta en su haber con tres trofeos Manolete

Cordobeses en la historia

Juan Serrano Pineda 'Finito de Córdoba' bebió la pasión de la madre por los toros, los caballos o la dehesa y encontró en el padre el motivo para regresar y triunfar en y por Córdoba

El nieto del mayoral que cuenta en su haber con tres trofeos Manolete
El nieto del mayoral que cuenta en su haber con tres trofeos Manolete
Matilde Cabello

11 de noviembre 2012 - 01:00

LA Dehesa de Yegüas de los Sánchez de Puerta no lo sabía; pero lo intuía. Mayorales, cabestreros y una niña que, saliéndose de los cánones, apartaba toros junto al padre. El apego a la tierra, en definitiva, su entorno y su olor, ya presentían la llegada de alguien grande. Allí, en Gualdalcázar, nació un 4 de marzo de 1944 María del Carmen Pineda Luna, hija del mayoral Juan Pineda Afán, conocido por Juanillo Miñana por su constante "miñana lo haré". Fue apadrinada por Baldomero Sánchez de Puerta, mientras muy cerca de allí, en La Carlota, crecía Melitón Serrano Palacios. Había nacido un 1 de septiembre de 1938 y era cabestrero a las órdenes de Juanillo.

En el campo se conocieron y trabajaron Carmen y Melitón. Empleada igualmente ella durante 8 años para la duquesa de Medinaceli, resume así su vida: "Yo he nacido y me he criado en el campo; un caballo y un toro han sido mi delirio; tenía pasión por mi padre y me gustaba apartar toros con él". Los jóvenes de casaron en la iglesia de la Virgen de la Caridad un 17 de julio de 1966. Poco después marcharon a Sabadell, en donde Melitón ya estaba instalado desde 5 años atrás con una empresa propia de construcción. Allí nacerían Juan, Melitón y Francisco.

Juan Serrano Pineda vino al mundo un 6 de octubre de 1971, coincidiendo con la muerte de su abuelo materno en Córdoba, y lo inscribieron en Sabadell. Acatando la llamada del oficio y la pasión de sus ancestros, el chiquillo toreaba con un paño de cocina o una toalla en el salón de aquella vivienda de una zona industrial, lejos de Córdoba y sus dehesas, porque, dice su madre, "en mi casa se hablaba mucho de toros y había muchas fotos de Manolete".

Con ocho años el padre lo llevaba ya a La Monumental de Barcelona, en donde un día, en el callejón, le rozó el vestido de torear a Paco Ojeda. El niño confesó a la madre que sintió mucho frío y le preguntó: "¿Cuándo podré ponerme un traje como el suyo?". Ya iba al colegio Carrero Blanco de Sabadell y lo compaginaba, además, con estudios de mecanografía y las capeas a las que lo llevaba su padre, un gran entendido en toros. Allí estuvo hasta los 14 años, mientras su pasión iba creciendo. Los maestros no lo entendían y le aconsejaban que lo dejara, a lo que el muchacho contestaba "si es que lo mío, es esto". Con el correr del tiempo, el maestro recibiría puntualmente las entradas del torero, en sus actuaciones en Almería, donde acabó destinado.

En el parque temático catalán Isla Fantasía, comenzó a actuar junto a muchachos de toda España que buscaban una oportunidad, con el nombre de Juanito Serrano. En aquel escenario obtuvo sus primeros éxitos y comenzó a ser requerido cada domingo por la organización. Para entonces, Carmen ya era madre de los tres hijos y empleada de una clínica en Sabadell. Allí se quedó ella en tanto Melitón se instalaba en la casa que ya tenían en El Arrecife, volcado en las aptitudes toreras del chiquillo. Tenía 14 años y empezaba a dedicarse de lleno al mundo que tanto le apasionaba. Amparado en un principio por el padrino de Carmen, Baldomero, el chaval no decepcionó; muy al contrario, empezó a cosechar sonados triunfos por las plaza nacionales hasta presentarse como becerrista en Los Califas un 10 de agosto de 1988. Cortó tres orejas y salió por la Puerta Grande. El hecho inédito hasta entonces, le procuró una nueva actuación a la semana siguiente con el mismo resultado.

Juan Serrano Pineda giraba ya con el nombre de Finito de Córdoba, apelativo que se le dio en base a su estética, y así se presentó con caballos en Marbella, a la que seguirían Algeciras, Ronda, Bilbao, Córdoba o Málaga, dando el salto a Francia, sin dejar las plazas andaluzas de Belmez, Ubrique, Jaén y otras incontables. Un jueves 23 de mayo de 1991, en plena Feria de La Salud, tomó la alternativa en Los Califas. Fue testigo Fernando Cepeda y padrino Paco Ojeda, el torero que le hizo sentir frío al roce de su terno, cuando era un crío.

En su cuadrilla fueron, entre otros, Antonio Manuel de la Rosa o Antonio Tejero. Eran tiempos de ilusión y convulsión en una Córdoba sedienta de figuras; tiempos de finitistas o chiquilinistas, aunque los dos maestros indiscutibles eran y son entrañablemente amigos fuera del ruedo. Tiempos de trenes fletados para ver a Juan en Madrid, de coches compartidos entre seguidores para ir a Barcelona, Valencia, Zaragoza o Sevilla y vuelta a Córdoba para trabajar al día siguiente. Tiempos de aviones a México para verlo triunfar en La Monumental, con viajes pagados a plazos a lo largo del año. Tiempos de recuerdos de una Córdoba huérfana desde la tragedia de Linares que sólo alivió el torbellino de Manuel Benítez, cuando antes había estado presente el gran José María Martorell, tan cercano a la tragedia, y que la torería y verticalidad de José María Montilla, el pundonor de El Puri, El Hencho o El Pireo supieron mantener.

El torero se casó en Santa Marina un 20 de octubre de 2002 con María Aránzazu Maciñeiras y son padres de Lucía y Juan Rodrigo. Tuvo su primera peña en la Bodega Guzmán de la calle Judíos; de ahí pasó a la ya desparecida cafetería Alexander, y definitivamente al Coto, trayectoria cubierta por el inigualable Manolo Cuevas.

stats