La musicofilia
Loco por la Música
Es evidente que la música puede movernos a las alturas más idílicas o a las profundidades más insondables de la emoción. Puede hacernos razonar, persuadir o recordar
EL filósofo alemán Emmanuel Kant llamaba a la música “el arte que aviva”. En esto tiempos lúgubres que hemos pasado de confinamiento forzoso con mayor o menor aceptación y de mejor o peor manera, sin duda una constante ha sido la música. Hemos escuchado con más gusto u obligación clásicos del pop español e internacional, asistido a eventos online musicales, visto en televisión y leído noticias varias sobre todo tipo de cuestiones acerca de este arte.
Yo mismo, cada domingo, les he acercado a la música desde diversas vertientes. Hoy no pretendo hacer menos. Les introduciré en algo tan lejano como útil para entender y disfrutar la música, como es la relación entre música y neurología. Allá por el año 2009 y luego de una larga carrera investigadora, el lamentablemente fallecido doctor Oliver Sacks, neurólogo reputado, sacó a la venta un libro con un nombre cuando menos peculiar: Musicofilia.
¿Y qué es la musicofilia? Pues la pasión súbita y fuerte por la música que desarrollan algunos pacientes que han tenido una trastorno neuronal o cerebral. Existe un caso anecdótico, de un paciente llamado Tony Cicoria que refleja claramente el efecto de la musicofilia, depués de que este ciudadano americano experimentase el impacto de un rayo en su cuerpo en una tarde lluviosa allá por el año 1994. Pasó de no tener ningún interés cierto por la música a ser un melómano y pianista avezado.
Es evidente que la música puede movernos a las alturas más idílicas o a las profundidades más insondables de la emoción. Puede hacernos razonar, persuadir o recordarnos cualquier hecho acontecido en nuestras vidas. Puede lograr que nos evadamos de la depresión más profunda cuando ningún otro medicamento es capaz de activar la química de nuestro cerebro. Es evidente que puede hasta hacer mover nuestro cuerpo a su son sin siquiera nosotros desearlo.
Todo esto demuestra el poder inmenso de la música en nuestras vidas, que va mucho más allá del que nosotros somos capaces de percibir a simple vista. Está demostrado que la música ocupa más áreas de nuestro cerebro que el mismo lenguaje. En definitiva, somos una especie musical.
De ahí que afecciones tan dispares y distintas que afectan al cerebro humano como el síndrome de Williams, que aunque es un trastorno poco frecuente puede llevar a problemas con el desarrollo en los niños; la Amusia, que es el deterioro o la pérdida de la capacidad musical, de forma congénita o adquirida y te incapacita para reconocer o reproducir música; la Afasia, trastorno causado por lesiones en las partes del cerebro que controlan el lenguaje; el Síndrome de Tourette, que es realizar movimientos o tics fuera de lo normal, con poco o ningún control sobre éstos; el Parkinson y hasta el Alzheimer, son tratadas o pueden serlo según el dictamen, con terapias musicales.
En el caso concreto del Alzheimer está circulando actualmente por las redes sociales el caso de un anciano de 101 años que no recuerda ni reconoce a sus familiares ni cuidadores, pero sin embargo es capaz de ejecutar al piano piezas de forma correcta y sin el uso de partituras confiando solo en su memoria musical. La terapia con música está tradicionalmente dirigida a mejorar la salud mental y emocional, ¡pero también es excelente para la salud física y neurológica!
Obviamente, la música no resuelve todos los problemas ni cura todas la afecciones. A veces, nuestra sensibilidad musical puede ser contraproducente, pues las melodías pegadizas que tenemos en nuestro entorno pueden someternos a horas de repetición mental y llegar a provocarnos alucinaciones musicales, lo cual demuestra que todo en exceso puede llegar a ser malo; hasta la música.
¡La música es barata, adictiva y fácilmente disponible y, a diferencia de las drogas, no tiene efectos secundarios! En el libro que les he mencionado antes del doctor Sacks se describe con claridad que la música puede ser más terapéutica que cualquier otro medicamento. La música, dice, “trae de vuelta la sensación de vida cuando nada más puede”. Definitivamente, la música es una lente poderosa para mirar la belleza de la ciencia y el arte.
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