Una 'Mesa Tendida' contra la violencia de género: el arte como forma de cicatrizar las heridas y crear redes
25N
El colectivo Nadie ha llevado a cabo un taller en el que mujeres víctimas de maltrato han creado una vajilla colectiva reflejo de su experiencia
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Cuando el alma y el cuerpo están rotos por el dolor, por los malos recuerdos y la violencia, el arte puede ejercer su poder transformador y sanador. Una mano tendida que te entiende y se pone en tu lugar es el primer paso para salir de ese agujero y volver a ser una misma.
En este caso, esa mano se ha transformado en una Mesa tendida en la que 20 mujeres víctimas de violencia de género han tejido una red de apoyo mutuo a través de un taller en el que han creado una vajilla que han decorado con elementos simbólicos y palabras que reflejan su historia y el momento en el que se encuentran.
Esta propuesta artística impulsada por el colectivo Nadie ha sido el eje central de la segunda edición del programa Inspira. Arte para la vida. La vajilla, la obra, ha sido el resultado de un taller creativo dirigido por la artista Nieves Galiot, que se ha desarrollado durante varios meses entre el espacio creativo La Maquinita, dirigido por María Parejo, y en la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD) de Córdoba.
Experiencias de vida compartidas
Una de las mujeres participantes en el taller es Julia -nombre ficticio- a la que el arte siempre le había gustado como "medio de expresión y para desconectar". Llegó a La Mesa Tendida a través de una asociación que le habló de esta iniciativa. "Al principio había mucho silencio que se transformó en complicidad", reconoce.
Poco a poco, las mujeres fueron conectando: "Nos hicimos como socias. Con solo una mirada, yo sé que estoy para ellas y que ellas están para mí", manifiesta.
Esta experiencia ha sido "maravillosa": "A muchas nos hizo ver la identidad de lo que somos, lo que te hace disfrutar, poder expresarte, tener el control de tu obra", señala Julia. En concreto, ella salió de "un bloqueo emocional" que ha mantenido durante años por el daño que le causó su expareja.
La Mesa Tendida ha sido para ella "un refugio". En su caso, no esperaba sentirse "parte de un grupo de chicas que no conocía" y que tenían que hacer una obra colectiva. Ahora, algunas incluso han quedado fuera del taller.
Ella ha realizado un plato con un sol que simboliza "la calidez y el amor que sientes cuando disfrutas lo que haces". Además, representa a su hijo, al que siempre llama "mi sol". Además, ha hecho una quesera en la que ha escrito "Tanta paz. Y es mía" sobre un fondo blanco porque ese color para ella es "el equilibrio" y con una ramita de olivo.
"No porque hayas pasado algo malo tienes que callártelo y dejarlo contigo para siempre", asevera Julia, que siente mucha "admiración" tanto por la artista que ha dirigido el taller, Nieves Galiot, como por la directora de La Maquinita y por sus compañeras.
El camino a la sanación
Otra de las mujeres participantes es Keytee, que llegó a La Mesa Tendida a través de otra asociación a la que acude en calidad de refugiada. No conocía a ninguna de sus compañeras y tenía muchos nervios, pero "cuando eres víctima llegas con temor a muchos sitios", explica.
Keytee es venezolana y se fue a Argentina con el que era su marido. Allí comenzó a maltratarla, hasta que un día decidió dar el paso y volverse a su país con sus dos hijos. Allí vivieron al resguardo de su madre, pero cuando esta falleció, su mundo "se vino abajo" y tomó la decisión de irse a España "huyendo porque él nos podía ubicar en Venezuela". Estuvo un año preparando el viaje hasta que hace siete meses que por fin llegó a España con sus hijos.
Cuando tuvo que presentar pruebas ante los funcionarios que se encargaban de gestionar su asilo, les mostró una radiografía de su mano derecha, con las secuelas de cuando su exmarido le rompió el dedo meñique. Entonces, "después de 11 años, fui consciente del daño que había sufrido", confiesa.
Este taller ha sido "un antes y un después" para ella porque "la Keytee que entró no es la misma que la Keytee de ahora". "Cicatricé, sané, di un paso de gigante como mujer y como madre", asegura.
En el plato que ha creado ha plasmado su mano derecha con su meñique fracturado. De él brotan dos flores del jazmín que simbolizan a sus dos hijos. También ha puesto la palabra Desiderata, que es el título de un poema de Max Ehrmann que su madre le leía cuando era pequeña y que es una reflexión sobre la vida.
Sobre Nieves Galiot, María Parejo y sus compañeras, asegura que han sido "un faro de luz en un camino oscuro". "Me dieron luz para el empoderamiento femenino y la cicatrización de un corazón herido, tan boitas, ayudándonos las unas a las otras", finaliza Keytee.
Piezas llenas de verdad
Nieves Galiot ha acompañado a las mujeres en este viaje hasta encontrarse con ellas mismas, hasta la sanación de las heridas que han sufrido al ser víctimas de violencia de género. "Cuando se trata de trabajar el arte como una herramienta sanadora, los artistas que coordinan el taller desaparecemos, lo que hacemon es mediar porque ellas se tienen que contar a través del arte", explica.
De hecho, el taller va mucho más allá del arte: tenía que ser un espacio de autodescubrimiento y de crear redes. En este caso, "había que hacer de su vulnerabilidad una fuerza, generar un entorno seguro y de confianza donde ellas, desde la primera sesión, se sintiesen a gusto".
Precisamente, el primer hándicap al empezar el taller era "generar ese espacio seguro y de confianza con la pretensión de que se convirtiera en una red donde ellas se conectaran". Esa fue la fase más difícil para la ella. Luego, reflexionaron sobre en qué momento estaban y hacia dónde querían encarminarse para, sobre eso, diseñar las piezas cerámicas que "no fuesen técnicamente perfectas, pero que estuviesen cargadas de verdad".
A raíz de ahí, surgieron en ellas algunas frases y palabras que resumían su estado y que iba a plasmar en las piezas de la vajilla, como "Las risas con Sara, Sin excusas, Vivir mi vida o Mi sol". En consonancia, crearon una imagen basada en esa palabra.
Finalmente, se han generado 20 piezas con las que han montado una mesa. "La mesa es un lugar simbólico que nos invita a estar, a compartir, a reconocer nuestra voz y a ocupar un espacio. Es también una forma de decir: aquí estamos, con nuestras historias, con nuestra fuerza, con nuestra vida", señala Galiot.
Y también la mesa es un lugar de celebración, que fue lo que ocurrió cuando presentaron el resultado de este taller en unas jornadas del programa Inspira. Arte para la vida a las que asistieron unas 400 personas.
La evolución emocional
La evolución que la artista ha visto en las mujeres a lo largo de las sesiones ha sido "maravillosa" porque todas llegaron "con mucho miedo y había muchas no querían que se supiera que estaban allí". Luego, tal y como han contado Julia y Keytee, empezaron a conectar, sobre todo después de una merienda que organizaron fuera del taller. Luego, incluso han quedado posteriormente.
Por lo tanto, "los objetivos del taller se han cumplido porque no solo se trataba de utilizar el arte como una herramieta sanadora, sino que se crease una red", concluye Nieves Galiot, que asegura que ella ha "crecido" con esta experiencia.
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