El menú de el Día

‘El Día de Córdoba’ es una cabecera con informaciones fiables, comprometida con el terreno y con vocación local

Manifestacion contra la guerra de Iraq en 2002.

PORaquel entonces sucedían cosas muy extrañas en Córdoba, un obispo esperaba a algo más de las 12 de la noche para emitir comunicados de prensa en los que arremetía contra un canónigo; un sacerdote banquero se sentía asediado por una consejera de Economía, y una alcaldesa comunista, con magníficas relaciones en la Iglesia, trataba de apaciguar a los enfrentados, además de a sus socios socialistas del gobierno municipal.

Cerrábamos tarde el periódico, muy tarde y en la taberna La Bodega aún encontrábamos algo de reposo para poder conciliar el sueño después de jornadas tan maratonianas como estresantes. Siempre había vino, un plato de salchichón espléndido y salmorejo. Todo para compartir y tanto repetimos esta fórmula gastronómica que bastaba cruzar el umbral de la taberna para que, desde la barra, nos saludasen: ¿Menú del día?

El Día llegó a Córdoba en unos años tan atractivo en los mediático como ricos en los económico. Mi antecesor en el puesto de dirección, Alfredo Martínez, que a su vez relevó al hoy llorado Pepe Castro, hizo de introductor de embajadores en una ciudad donde bullían las grandes empresas. José Romero había comenzado a diversificar su constructora hacia otros negocios, el sacerdote Miguel Castillejo financiaba, Sánchez-Ramade se había expandido, Rafael Gómez interpretaba su papel y Rosa Aguilar le ponía una música amable a aquel concierto que, pasado el tiempo, cambió para siempre.

Hay proyectos que perduran, ideas que se mantienen firmes y que alcanzan su sostenibilidad en la adaptación al cambio. El Día de Córdoba dejó de cerrar tan tarde y hoy es, sobre todo, una cabecera digital con una edición en papel. Como todos los que van a perdurar en el tiempo, con informaciones fiables, comprometidos con el terreno y con vocaciones locales.

Córdoba es una provincia compleja por lo variada y centralizada alrededor de la que fuese capital de la Bética y del Califato, aunque es mucho más romana que oriental, como siempre defendió Julio Anguita. En la redacción de aquellos años ejercían de cordobeses tres periodistas tan cordobeses como distintos: Francisco Javier Domínguez, que venía de los Pedroches y llevaba la provincia en la sangre, Jesús Cabrera, el cánon y Rafa Ruiz, un periodista sincero sin florituras. Más variado, imposible.

Fue Rafa Ruiz quien me presentó a Antonia Parrado una mañana de febrero de 2003, nos cruzamos en Gran Capitán y allí nos contó el temor que le rondaba por la decisión de su hijo de marchar, como periodista, a la Guerra de Iraq, terrible vaticinio de lo que después le ocurriría a Julio en aquella invasión injusta y sin sentido. La manifestación que recorrió Córdoba en el prólogo de aquella guerra fue una de las más masivas que se siguen recordando en la ciudad.

Fueron años veloces, los atentados del 11-M en Madrid, la victoria inesperada de Zapatero, el tránsito de Rosa Aguilar al Gobierno, anticipos de un siglo que se encargaría de negar la afirmación de que la historia se había acabado y que todo seguiría por un curso de progreso y en paz.

Ya no cerramos tan tarde, aunque la transformación digital ha hecho de El Día un medio que aún cuenta mejor Córdoba, más ágil, aún más pegado al terreno. Y la Bodega sigue abierta.

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