Obituario

A la memoria de Juan Francisco Navarro Robles

  • El rector de la UCO recuerda a quien fuese secretario general del Consejo Andaluz de Universidades (2015-2019)

Manuel Torralbo y Juan Francisco Navarro Robles

Manuel Torralbo y Juan Francisco Navarro Robles / M. G.

Esta mañana con la lluvia en un día de la Constitución, no solo han empezado a llorar las nubes. Sin imaginarlo siquiera, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, como dijo Miguel Hernández, la vida, más que la muerte, me ha robado a mi amigo que encontré en mi etapa sevillana junto a Esperanza, fiel compañero, Juan Fran. No esperaba para nada esta noticia, uno no espera nunca esta nueva infausta de un fallecimiento repentino. Andaba yo en mis cosas de un día como este, en el que los recuerdos se agolpan, después de muchos años, cuando uno trata de adivinar qué hacía aquel 6 de diciembre de 1978, o qué cosas pasaron después en la construcción de nuestra España de hoy día, y sin preverlo, una llamada me quita el presente, me roba mis cuitas, para ponerme frente a mis recuerdos, y dejarme helado ante la omnipotencia del destino, que es lo único realmente cierto.

Hace ya bastantes años, en 2012 me incorporé como director general de Universidades en la Junta de Andalucía y conocí a Juanfran como coordinador empresa-universidad y poco después tuve la ocasión de compartirlo como coordinador universitario de mi Dirección general y luego, en 2015, secretario general del Consejo Andaluz de Universidades. Aquellos años en los que una crisis tan profunda como inesperada había puesto en jaque toda la estabilidad del sistema, me tocó asumir una compleja responsabilidad de gobierno en la que un discreto, pero eficaz y preparado funcionario, me acompañó, con una lealtad y un conocimiento del engranaje administrativo que no puedo ni olvidar ni recompensar con estas palabras que ahora me salen a borbotones marcadas por una tristeza indefinible.

Fuimos un gran equipo con el resto de personal funcionario y jefaturas de servicio, en el que su dedicación, su entrega, su acierto en la elaboración de toda la estrategia para dar cohesión al sistema, se me hicieron indispensables. Cuántas tardes, cuántas noches, cuántos insomnios compartidos. Cuántos temores, cuántas convicciones, cuántos aciertos y muchas dudas y algunos sinsabores. Nunca cejó en su empeño de estar a mi lado, con la seguridad que da quien tiene las claves del Derecho al servicio del fin público. Un probo, digno, honesto y bien formado funcionario de los que hacen grande a la Administración. Cuando se critica injustamente a los oficiales de lo público, no pensamos que entre ellos hay muchos más de los que imaginamos, como era él, que construyen el Estado que nos da seguridad jurídica a todos.

Juan Francisco me dio seguridad jurídica, pero sobre todo me dio amistad, lealtad y un cariño inolvidable. Nunca un funcionario de su categoría va a recibir más de lo que da, ni siquiera se preocupa por ello. Ni era su estilo, ni era su condición. Él dio todo por su fe en nuestra Andalucía, en nuestro sistema público de Universidades y en la investigación como motor de mejora y cambio. Me reconfortó enormemente su presencia en el acto de mi investidura como rector de la Universidad de Córdoba, me agradó verlo junto a otros colegas de mi etapa sevillana. Él me ha dado más consuelo y seguridad con su trabajo serio y riguroso, desde su conocimiento administrativo, del que yo hoy pueda transmitir con mis palabras a su familia y sus amigos y amigas. A los que solo puedo decir que ha sido un lujo compartir con ellos una parte de la vida de una persona excepcional.

Querido amigo, te has ido demasiado pronto, ni siquiera hemos podido compartir una parte del proyecto que todavía podíamos ver juntos. No pido justicia a la vida, porque la vida es como es. Solo pido justicia para tu memoria, en mi corazón estarás siempre. Gracias por todo lo fácil que me hiciste aquella compleja responsabilidad. Ahora que ya no estás, cada vez que firme una resolución, siempre recordaré la seguridad jurídica y social que me dieron tus sabios consejos. Hasta siempre y gracias, aunque hoy sea difícil asumir que ya no sabré a quién llamar para conocer las certeras opiniones que siempre me regalaste sin pedir nada a cambio.

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