Librería Maribel: desde bicicletas a papelería para momentos especiales
Comercios con historia
El negocio fue fundado por Francisco Peñas en el barrio de Valdeolleros, donde existe gran tradición de pequeños comercios
ModaHogar: valentía en medio de la posguerra y supervivencia ante el mundo digital
Estanterías llenas. Monstruos, fantasía e historias en cada paso. Carpetas, archivadores, agendas, estuches de todos los colores, material para todos los gustos. Un mostrador donde cada pieza tiene su utilidad y ninguna es nada sin la otra. En este comercio atiende Maribel, o María Isabel Peñas, un lugar que lleva su nombre y que fue fundado por su padre en la década de los 80, más concretamente en 1982.
"Mi padre era maestro de obras e hizo tanto este edificio como el otro, y se quedó con el local. Con el tiempo se enteró de que iban a construir un colegio enfrente y había un instituto en la misma calle, así que decidió poner una librería. Mi tía era la que atendía, él iba y venía", recuerda Maribel. "Yo pasaba aquí todas las tardes, salía del colegio y me ponía aquí a colorear", recuerda.
En aquellos tiempos, ni la variedad en papelería ni librería era la misma. Tampoco la tienda en sí, ya que una parte estaba dedicada a bicicletas, porque cuando abrías un negocio no sabías muy bien el desarrollo que iba a tener. "Todos los comienzos eran muy difíciles y llenar todo esto de material costaba mucho dinero. Fue poco a poco cuando ya empezamos a meter más papelería, libros... Vas ahorrando e invirtiendo", describe Maribel.
Han cambiado muchas cosas durante la vida de este negocio y de esta forma lo verifica: "Desde julio tenemos el listado de libros y de material. Antes, era una semana de trabajo y todo el material se vendía en ese tiempo. Actualmente, se hace más cómodo". A día de hoy, por ejemplo, hay mucha variedad: cuadernos, archivadores, tapas bonitas. Antiguamente, había una o dos marcas, compara.
Hace más de cuarenta años el barrio donde se sitúa el negocio, Valdeolleros, tampoco era el mismo. Cuenta la librera que en sus inicios la tienda estaba situada en la periferia, y "todo lo que había enfrente de la librería eran olivos, aquí no había nada". "Estábamos como en la periferia del barrio, nosotros hemos sido innovadores, hemos tenido que trabajar y movernos muchísimo para atraer a las personas hasta el final del barrio. Y casi que seguimos así, porque enfrente está el parque", dice.
Su padre, Francisco, y su tía, Upe, eran los que atendían el negocio, y ella desde que tenía 8 años ha ido cultivando el amor hacia él. Según ella, el mejor trabajo del mundo porque "quién no ha soñado con tener una librería". Maribel disfruta de su negocio, y en las horas donde no está detrás de ese mostrador también se interesa por traer las novedades al lugar, para intentar que sus clientes "no tengan por qué salir del barrio".
"Un barrio sin comercios es un barrio triste"
Para la gerente, el comercio local y su correcta divulgación es muy importante, ya que un barrio sin sus tiendas quedaría sin luz. "Yo pienso que un barrio sin comercios es un barrio triste, pero es que es lo que va a llegar. Cada comercio que cierra no se vuelve a abrir", dice. Respecto a su granito de arena en la historia de este lugar, Maribel es consciente de que también ha evolucionado: "Cuando lo cogí, me especialicé más en lo que es la papelería de regalo, intenté meter más libros, que hubiera una librería en el barrio y que los vecinos no se tuvieran que mover tanto. Es verdad que nuestro espacio es pequeño para libros, pero si no los tenemos, los intentamos traer lo antes posible", dice.
Si le preguntan por competencia, la gerente es clara: "Es verdad que tenemos la suerte de que hay varias librerías y papelerías que llevan muchos años, y nos llevamos bien, porque no somos competencia. Mi competencia es que la gente compre por internet. Nosotros tiramos mucho de llamarnos y nos llevamos bastante bien", declara.
La atención al cliente en estos negocios es fundamental. Por eso, siempre procura mostrar todo el material disponible, aunque reconoce que se ha perdido un poco esa costumbre de entrar en los comercios y preguntar. Aun así, su objetivo es que toda la clientela conozca el catálogo de su papelería. "La gente joven está más acostumbrados a comprar por internet y les cuesta, aunque tenemos la suerte de que los dos institutos colaboran mucho con los comercios del barrio. También estoy metida en el movimiento de actividades en el barrio para hacernos conocer", añade.
En definitiva, la librera lo tiene claro: "Para mí es el mejor trabajo del mundo. Lo lo tuve clarísimo, soy una persona muy creativa, me gusta mucho inventar, cambiar los escaparates y hacer muchas cosas. Me enamoré de la librería y sabía que iba a ser mi trabajo", finaliza con satisfacción.
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