Una larga espera en 'absoluta' soledad
Las prostitutas se sitúan en algunos de los puntos más transitados de la ciudad
En plena ola de calor o con frío extremo. Llueva, nieve o haga un sol espléndido. Nada de esto puede afectar a las prostitutas callejeras que cada noche salen de sus casas para conseguir un salario. Su destino es muy claro: zonas de la ciudad con tránsito constante de vehículos. Pacientemente esperan la llegada de clientes que buscan sexo, algo que ellas ofrecen por el pago de una cantidad concreta de dinero.
Justo en la rotonda de acceso al polígono de la Torrecilla se encuentra una joven en absoluta soledad, acompañada por la luz de su cigarro y una botella de agua con la que mitigar las altas temperaturas de esta época del año. Hace mucho calor. Su cara cansada refleja los estragos que en ella está causando la prostitución, las largas noches en vela para conseguir algo de dinero con el que salir adelante. Atenta, mira a la carretera para detectar a posibles clientes. Al ver a los vehículos que reducen velocidad, reacciona rápidamente para levantarse del asiento e ir en su busca. Pero la mayoría de las ocasiones todo queda en nada. A veces incluso hay bromas contras ellas. Y es que la crisis económica actual también afecta a los bolsillos de muchos de los que en otras épocas acudían asiduamente a por estas chicas para mantener relaciones sexuales. Justo enfrente de ella se colocan dos jóvenes de raza negra. Con faldas de unas dimensiones mínimas y camisetas llenas de brillantina no dudan en avalanzarse sobre los coches para ofrecer sus servicios en actitud provocativa unas veces y suplicante otras. Pero tras un rato de charla vuelven a su posición original sin haber conseguido su objetivo: montarse en el vehículo.
Lo mismo ocurre en el Arenal, el punto más conocido de la prostitución callejera en la ciudad. Si hace unos años la entrada a esta zona era una constante feria de vehículos buscando a las chicas, ahora son muchos más los que acuden únicamente a recrear la vista. Las prostitutas habituales en este punto miran desilusionadas el paso de los coches que no paran, añorando tiempos mejores. Todas se reúnen en un mismo punto para poder conversar y hacer más amena su espera. A lo lejos familias y grupos de amigos se divierten con barbacoas y botellones. Con el paso de las horas se nota su apatía y cómo miran al cielo buscando la llegada del sol para regresar un día más a sus casas con algunos euros en el bolsillo con los que poder seguir adelante. Cuando llega la noche se repite la historia.
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