Julio Romero de Torres y Zuloaga se dan la mano en una exposición en Córdoba
Arte
La Sala Vimcorsa acoge hasta el 1 de diciembre una muestra con 24 cuadros de los dos artistas
Julio Romero de Torres dialoga con grandes artistas del siglo XX en una gran exposición en su museo en Córdoba
Córdoba/Las trayectorias de Julio Romero de Torres y de Ignacio Zuloaga vivieron su apogeo en el tránsito del siglo XIX al XX, un periodo en el que el arte español tuvo un momento de especial intensidad debido a la crisis de identidad generada por el Desastre de 1898 con la pérdida de las últimas colonias, así como al contacto de la mayoría de los artistas con las nuevas tendencias que se gestaban en Europa, sobre todo el París.
En este contexto, las carreras de Romero de Torres y Zuloaga se encontraban en plenitud, aunque con diferencias evidentes. Ahora, una exposición en la Sala Vimcorsa de Córdoba une a ambos pintores para explorar sus trayectorias, confrontar sus itinerarios y buscar coincidencias entre ambos. De lo espiritual a lo profano. Romero de Torres y Zuloaga en las Colecciones del Museo de Bellas Artes de Bilbao y del Museo Julio Romero de Torres, inaugurada este lunes, 30 de septiembre, reúne 24 obras (14 del primero y 11 del segundo) que se podrán ver hasta el 1 de diciembre con motivo del 150 aniversario del nacimiento del autor de La Chiquita Piconera.
Las obras de la exposición
En la Sala 1 de Vimcorsa, la exposición comienza con Cambio de siglo, en el que se ponen cara a cara La dama de la sombrilla (1895-97) de Zuloaga y Horas de angustia (1900) de Romero de Torres, para luego analizar La figura en el paisaje con el Retrato de doña Adela de Quintana Moreno (1910) del vasco y Retrato de María Aguilar (1914-15) del cordobés. La siguiente parada es La Eva moderna, con el Retrato de la condesa de Colomera (1930) y Diana (1924) de Romero de Torres, que se enfrentan al Retrato de doña María del Carmen Gómez Acebo (1940) de Zuloaga.
En la Sala 2, el espectador podrá disfrutar de un Desnudo de mujer (sin fecha) del maestro vasco, frente a frente a Ofrenda al arte del toreo (1929), Salomé (1926) y Naranjas y limones (1927) del pintor cordobés. En la Sala 3, el Retrato del conde de Campo Alegre (1892), Un bohemio (Retrato de Pablo Uranga) (1892) y Retrato de Pablo Uranga (1920) de Zuloaga, se ubican junto al Retrato de José Félix Huerta (1928) de Romero de Torres. Luego, la muestra analiza cómo ambos artistas plasmaron el mundo del toreo en su obra, con el Retrato de El Guerra (1900) de Romero de Torres y Picador gitano (1903) de Zuloaga.
Al pasar a la Sala 4, el visitante podrá ver El cardenal (1912) del artista vasco, y Nuestra Señora de Andalucía (1907), del cordobés; para finalizar con Flor de Santidad (1910), Amor místico y Arcángel San Rafael (1925), de Romero de Torres, enfrentadas al Retrato de doña Rosita Gutiérrez (1914-15) y Paisaje de La Rioja (1935), de Zuloaga.
Dos trayectorias en paralelo
Apenas cuatro años separan el nacimiento de Zuloaga y Romero de Torres. Pertenecen a una misma generación, sin embargo, la historia ha posicionado a Zuloaga como el primero de la saga, debido a su precocidad en alcanzar éxito fuera de España. El vasco ya vive en París en 1889, mientras que el cordobés empieza a ser conocido fuera de Córdoba cuando envía Vividoras del amor a la Exposición Nacional de 1906.
Ambos llegan al arte por ascendencia familiar, como la mayoría de los artistas de entonces. El padre de Romero de Torres fue conservador del Museo de Bellas Artes de Córdoba, y tenía la residencia familiar en dicho museo situado en el antiguo Hospital de la Caridad. Por su parte, la familia de Ignacio Zuloaga se dedicaba a la metalistería, orfebrería y al comercio. Además, eran grandes aficionados a coleccionar obras de arte de todo el mundo.
El comisario de la exposición, Óscar Fernández, explica que el objetivo es dar "una visión de la trayectoria de los dos, pero en paralelo, de manera que las obras están prácticamente por conjunto o por pareja". Se abordan varios temas, como la representación de la mujer, la estética de final de siglo, el desnudo, el retrato en relación con el paisaje, los modelos masculinos, imágenes de bohemios, de toreros y, finalmente, hay una parte "más mística de la España negra, con una visión más espiritual y una conexión también con el paisaje castellano y andaluz".
"Lo que hacemos no es enfrentarlos, sino ponerlos juntos, de manera que se puedan apreciar las diferencias y las similitudes con las que cada uno tiene ese lenguaje característico y con las que cada uno aborda los mismos temas" porque aunque "no hay una relación evidente entre ellos, ya que no eran cercanos, ni personalmente, ni por geografía -porque Zuluaga es un pintor vasco pero, sobre todo, castellano, y Romero de Torres es muy andaluz- ni por órbita -porque Zuluaga vivió en París muchos años y no coincidieron mucho biográficamente-, sí es verdad que son contemporáneos", señala Fernández. Hay cuatro años de diferencia entre ellos y tenían las preocupaciones propias de la época: "construir una iconografía de lo español, en la que se representara no sólo a las élites, sino también lo popular, esa idea muy de la Generación del 98, de esa España que es la esencia de lo nuestro y que nos representa mejor". En ese contexto, "las élites culturales se enamoran de repente de lo que era la cultura popular", lo más costumbrista, como el flamenco, los gitanos o los toros. "Ellos lo elevan a la categoría de gran arte y lo consideran la máxima expresión de la cultura del país".
Están los dos "muy sintonizados" en ese sentido, "lo que pasa es que Romero de Torres es mucho más alegórico, más poético, y Zuloaga es mucho más descarnado, es una pintura más dura". Por otro lado, "Romero de Torres es más misterioso y Zuloaga es más vehemente, más castellano". La exposición de Vimcorsa hace un mismo recorrido con los dos pintores para que "las diferencias surjan de manera natural" y sea el espectador quien lo vaya descubriendo.
Zuloaga y Romero de Torres vivieron en "un momento de la historia en el que los pintores quieren avanzar, quieren encontrar una estética, un lenguaje propio, pero al mismo tiempo quieren reivindicar la tradición de la gran pintura española". "Entonces, -resalta el comisario- están constantemente con un pie en el pasado y un pie en el futuro". Al respecto, explica que "se la misma manera que Romero de Torres está siempre mirando a Italia, a la pintura metafísica y al simbolismo del Norte de Europa, Zuloaga está constantemente revisando a Velázquez, a El Greco, a Goya, y siempre tienen esa sensación de seguir construyendo identidad, la españolidad a partir del arte".
Un pintor que no seguía las modas
Ya en la década de 1890, Zuloaga está en París haciendo exposiciones y triunfando. El vasco fue un artista precoz y comenzó antes su carrera, "de manera que él tomó un liderazgo que luego Romero de Torres alcanza prácticamente en la primera década del siglo XX, indica el comisario de la muestra. "Zuloaga se movía por París, tenía un circuito más europeo, mientras que Romero de Torres es más sureño, aunque es verdad que estuvo viviendo en Madrid", apunta.
Pero ¿qué hubiera pasado si Romero de Torres hubiera ido a París? Al respecto, Óscar Fernández señala que el pintor cordobés "era muy consciente de todas las decisiones que tomaba" y "tanto su pintura como su propia biografía hablan de alguien que quería tomar cierta distancia respecto de según qué cuestiones de su tiempo". "Digamos que era un pintor moderno, pero no tenía la urgencia de seguir la moda que tocaba", aunque "estaba enormemente informado y sabía perfectamente lo que estaba pasando en el mundo". Sin embargo, "él quería hacer su propio camino".
El objetivo fundamental de los artistas de la época era "encontrar una individualidad y además encontrar un sentido de pertenencia a su entorno en lo que hacían". Para Zuloaga "era una necesidad salir del País Vasco y del ambiente endogámico de lo local para buscar la vanguardia en Francia", mientras que en la pintura de Romero Torres "nunca se ve esa necesidad de seguir la corriente que toca". De hecho, agrega Óscar Fernández, "por eso es tan llamativo y por eso interesa tanto cuando irrumpe en Madrid en 1906-1907 y prácticamente hasta los años 20, porque es precisamente un raro, es alguien que no está a la moda, que hace otra cosa, y eso en ese momento se valora mucho".
A partir de los años 20, cuando la fuerza de la vanguardia, sobre todo francesa, llega a España, "de repente, los mismos que alababan a Romero Torres en el año 10 porque era una voz propia, un tipo singular, un tipo que había entendido mejor que nadie la esencia de lo andaluz, como ya están enamorados de la vanguardia, de repente empiezan a hablar mal de Romero Torres porque es un tipo que está fuera de época y porque es un reaccionario". "Esa es siempre la dualidad de Romero de Torres, que estaba fuera de época a posta", asevera el comisario. "No estaba haciendo lo que tocaba en ese momento, pero no era por ignorancia o por desconocimiento; era una opción personal y era una apuesta personal", concluye.
Proyección al exterior de Romero de Torres
El alcalde de Córdoba, José María Bellido, ha explicado en la inauguración de la exposición que esta supone "un diálogo inédito donde se confrontan estéticas y se abordan sintonías creativas de dos autores que, a menudo, se consideran opuestos pero que tienen inesperadas similitudes, especialmente en la representación de la figura humana y en sus exploraciones de la identidad cultural de España".
Bellido ha agradecido al Museo de Bellas Artes de Bilbao "por aceptar este reto y avalar esta unión creativa de Romero de Torres y Zuloaga" y ha indicado que este proyecto "complementa la oferta expositiva en torno a Romero de Torres con la idea de impulsar la proyección al exterior de la figura del artista y generar una mirada innovadora sobre su legado". En esa línea, ha añadido que Córdoba "abre hoy las puertas a un diálogo entre autores de inicios del XX en una exposición que marcará un hito en la forma de ver y entender a nuestro pintor más popular".
Por su parte, el coordinador de Conservación e Investigación del Museo Bellas Artes de Bilbao, Javier Novo, ha señalado que "la exposición conjunta de Romero de Torres y Zuloaga ofrece un diálogo único entre dos genuinas maneras de entender la realidad cotidiana española. A través de un naturalismo simbólico y un fuerte interés por el acervo español, ambos contribuyeron brillantemente a la modernización del arte en el país".
El coordinador de la pinacoteca vasca ha manifestrado que "su maestría a la hora de entender su tiempo les permitió capturar la esencia de la entidad cultural española enriqueciendo la narrativa artística de principios del siglo XX. Sus obras reflejan una visión innovadora de la figuración que convivió exitosamente con las nuevas formas de expresión del arte europeo".
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