Córdoba

La infraestructura ofrece una visión inédita de la ciudad

El tramo de la Variante Oeste inaugurado ayer cuenta con dos atractivos para quien por ella transite a partir de hoy. Uno de ellos es el llamativo puente de Ibn Firnás (o de Casillas), obra del ingeniero José Luis Manzanares Japón, que se alza sobre el paisaje con una silueta que sintetiza al personaje de la Córdoba omeya que está considerado como un precursor de la aviación, después de mantenerse en vuelo durante diez segundos, como ayer recordó el ministro de Fomento, José Blanco. Los dos arcos de 35 metros de alturas simulan las alas de madera, seda y plumas de aves rapaces con las que Ibn Firnás se lanzó al vacío desde La Arruzafa. En la parte central hay una y asimétrica que se vence aguas arriba, como si fuera el cuerpo del piloto tirando de sus alas.

Ésta es la novedad que Manzanares Japón ha incorporado en una infraestructura que, como todas las de su estilo, son monótonas. Pero la Variante Oeste disfruta de otro atractivo igual de importante que consiste en las vistas inéditas de la ciudad que se aprecian desde la misma, ya se circule en un sentido o en otro por la carretera.

Si se marcha hacia Málaga, después de cruzar las plantaciones experimentales de olivos, almendros y frutales que el Ifapa tiene en la Alameda del Obispo, se llega a un recodo del Guadalquivir en el que destaca la construcción ruinosa del Molino de Casillas, una infraestructura que abasteció de energía eléctrica a la ciudad durante décadas. Junto a él, el azud que cruza el río de orilla a orilla y que hace que las aguas se agiten de forma abrupta al cambiar de nivel en el cauce.

Si en este punto se mira hacia el casco urbano, se descubre una Córdoba cuya silueta se alza por encima de la masa arbórea de la Granja del Estado, con perfiles tan identificables desde la distancia, como el crucero y campanario de la Mezquita-Catedral, la cúpula de Santa Victoria, el campanario de la Compañía o el remate del edificio de La Unión y el Fénix de la plaza de las Tendillas. Ante ellos, el edificio de Agrónomos, la torre de Medicina, los invernaderos del Jardín Botánico y el puente de Andalucía, con su pico central.

Si el recorrido se hace en sentido inverso la impresión es distinta. Se parte de lo alto de la cuesta de los Visos, en un nuevo enlace con la carretera de Málaga. En este punto se inicia una suave pendiente, de sólo un 5,5%, que desciende hasta el puente. En este camino, se abren progresivamente los taludes laterales y dejan aparecer una ciudad en la distancia que ofrece de forma inédita esta perspectiva suroccidental.

Como si del aterrizaje de un avión se tratase, se va perdiendo altura a la vez que el caserío de la ciudad, con la sierra como fondo inamovible, se va extendiendo ante la mirada. Lo idílico del paisaje queda roto con la presencia abrupta de los polígonos industriales de Amargacena y La Torrecilla, cuyas naves, rótulos publicitarios y la chapas metálicas que hacen de cubiertas rompen desde un primer plano la poesía de esta bienvenida que ofrece la ciudad desde la nueva Variante Oeste.

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