Cordobeses en la historia

La infanta cordobesa que reinó en Portugal

  • María de Trastámara y Trastámara nació en el Alcázar de los Reyes Cristianos de Córdoba, fue educada para ocupar cargos reales y el monarca de Portugal la hizo esposa y madre de reyes

EL calor de los últimos días de junio de 1482 azotaba los sillares del antiguo Alcázar Califal, convertido ya en residencia real católica por Fernando III, Alfonso XI y Juan II, padre de Isabel. Ahora, ella y Fernando esperaban entre sus muros, y durante ocho años, la caída de los "últimos gajos de esa Granada" que vaticinaba la reina.

La Católica había llegado a Córdoba el día de San Juan, siguiendo los pasos de su esposo, adelantado para apoyar a la nueva nobleza que ocupaba el Sur, en su lucha por conquistar la antigua Elvira, tras la toma de la gaditana Zahara de la Sierra. Con ella habían viajado su primera hija, Isabel, nacida en octubre de 1470, en Dueñas (Palencia) y el heredero Juan, que vio la luz en Sevilla en 1478; también Juana, tristemente conocida luego como La Loca y un año menor que el príncipe.

El 29 de junio de 1482, cinco días después de su llegada al Alcázar de Córdoba, nació la infanta doña María de Trastámara y Trastámara, que lo era también de Castilla y de Aragón.

Mientras Córdoba vivía importantes acontecimientos, desde la conquista del reino nazarí a la presentación del proyecto ultramarino de Colón, la niña creció en estrecha convivencia con sus hermanas más cercanas en edad, Juana y la pequeña Catalina, tres años menor que ella.

Dicen que todas fueron educadas por las mujeres cultas de la corte. Además de danza y música, aprendieron el cultivo de las letras, con especial atención al latín, el francés, el flamenco y otras artes propias de su rango y condición; seguidas siempre muy de cerca por la propia reina, ya con bien ganada fama entre las damas de ser hábil casamentera.

Cuando María cumplía los 8 años, era testigo de las relaciones diplomáticas de su madre, basadas en gran parte en los contratos matrimoniales, para la expansión pacífica del reinado. Su hermana Isabel abandonaba el Alcázar para desposarse con el príncipe Alfonso de Portugal, muerto al poco tiempo sin descendencia. Isabel regresaba al lado de Los Católicos, vistiendo riguroso luto, para enclaustrarse en un convento.

Tras la muerte del príncipe Alfonso, Isabel La Católica ve en su pequeña María, de 13 años, el instrumento prefecto para rehacer el lazo con el país luso y así se lo propone a su ex consuegro, el rey Manuel I, El Afortunado; pero éste prefiere a la princesa viuda de su hijo. Venciendo la resistencia y los deseos de Isabel de apartarse del mundo, la prometen con quién había sido su suegro. Tras aceptar éste de muy mal grado expulsar a los judíos del país vecino -única condición de la prometida- en 1495 se celebró la boda. Pero aquella reina sombría y descontenta con su destino tardaría 3 años en engendrar un hijo. Mientras, en 1496, Juana marchaba desde Laredo a Flandes para desposarse con Felipe El Hermoso.

El anuncio de la nueva criatura de Isabel coincidió con la muerte del príncipe Juan I, a quien la ya reina de Portugal sucedía como heredera al trono de Castilla. El sueño, acariciado largamente por La Católica, de unir en un futuro su reino con el luso tomaba visos de cumplirse. Los Reyes de Portugal viajan hasta Guadalupe para ser recibidos por los de España y Las Indias. Sin embargo, la ilusión se ve truncada tras la muerte de la madre a las pocas hora del parto. Al infante, nacido en agosto de 1498, le impusieron el nombre de Miguel de la Paz. Murió prematuramente en Granada, en 1500.

La política de expansión mediante lazos matrimoniales comenzaba a tambalearse, tanto por el flanco oeste (Portugal), al morir Isabel, cuanto por el norte al morir Juan, casado con Margarita de Austria, hija del emperador Maximiliano. La pequeña Catalina ya había partido hacia Inglaterra, en 1489 y con quince años, donde sería princesa de Gales y reina de Inglaterra, tras su desgraciado enlace con Enrique VIII.

En el engranaje político-dinástico de la reina, entra María para el trono de Portugal. Y así, el 30 de octubre de ese mismo año, recién cumplidos los dieciocho, la casaron con el que había sido primero suegro y luego esposo de su hermana Isabel.

Convertida en reina consorte de un hombre mucho mayor que ella, a los dos años de celebrarse la unión tuvo al primero de sus diez hijos. Sería conocido con el sobrenombre de El Piadoso y reinaría en Portugal con el título de Juan III. Luego llegarían Isabel, Beatriz, Luis, Fernando, Alonso, María, Enrique (el primero de este nombre, rey de Portugal), Eduardo y Antonio, en un intervalo de tiempo de 14 años.

Aquella reina cordobesa, en permanente estado de gestación, murió con 35 años, unos meses después de dar a luz a su último hijo. Fue un 7 de marzo de 1517 en Lisboa. Córdoba tiene una calle con su nombre, si no una de las más largas de la ciudad, sí de Ciudad Jardín.

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