Contaminación paisajística

Tenderetes, rótulos, cables... Cientos de incumplimientos de las ordenanzas provocan un "caos visual" en el Casco Histórico de Córdoba

Carteles, tenderetes y cables, a unos pasos de la Mezquita-Catedral.

Carteles, tenderetes y cables, a unos pasos de la Mezquita-Catedral. / Miguel Ángel Salas

Aparatos de aire acondicionado, cables, tenderetes, señales de tráfico que se superponen, carteles comerciales amontonados, reclamos publicitarios... Una tesis doctoral defendida en la Universidad de Córdoba acaba de constatar los cientos de incumplimientos de las ordenanzas municipales y las normas urbanísticas que contaminan las calles del Casco Histórico de Córdoba, declarado Patrimonio Mundial por parte de la Unesco, en un clima en que "existe una deficiente gestión patrimonial, sin obviar la falta de coordinación y negligencia para hacer cumplir la normativa vigente".

Así lo advierte la autora del estudio, María del Carmen Sánchez Álvarez, experta en Gestión del Patrimonio y diseñadora gráfica, quien aporta en su trabajo cientos de fotografías para atestiguar sus afirmaciones. Sería pertinente "si la ordenanza municipal sirviera para dispensar una protección efectiva más que para tranquilizar las conciencias de los políticos, en tanto en cuanto la vigilancia de su adecuado cumplimiento también es su responsabilidad", dice la autora de manera muy crítica en algunas de las líneas de su estudio, que lleva por título Contaminación Paisajística Visual en el Centro Histórico de Córdoba (España) Patrimonio de la Humanidad.

El trabajo, el más profundo que se ha realizado hasta el momento sobre esta materia en Córdoba, plantea un recorrido por las calles más frecuentadas por los turistas que visitan la ciudad, en los alrededores de la Mezquita-Catedral: Deanes, Judería, Manríquez, Céspedes y Cardenal Herrero. El resultado de este paseo es la constatación de cómo se ha desvirtuado el barrio con un rosario de incumplimientos a la vista, ante la dejadez de las administraciones públicas, como incide en reiteradas ocasiones.

Entre los elementos contaminadores que más llaman la atención, apunta a un buen número de "señales y mobiliario urbano anticuado, desfasado y obsoleto". "El centro histórico, además de tener un paisaje cultural en difusión, es el principal elemento de identidad de la ciudad y merece, por tanto, interés y vigilancia prioritaria en su mantenimiento", reflexiona. Pero, en la práctica, "la atención de los responsables de la gestión pública, en muchos casos, no está orientada a recuperar y renovar los equipamientos desfasados, señales de tráfico fuera de uso o mobiliario urbano inadecuado". Es una de esas cuestiones pendientes que, para Sánchez Álvarez, "necesita una línea de actuación preferente", pues "origina alteración en el paisaje y confusión en los viandantes, contribuyendo a generar percepción de abandono y degradación".

La "rotulación desmesurada y caótica" en los comercios es otro de los principales elementos contaminadores identificados. Sánchez Álvarez recuerda que la ordenanza municipal incluida en el Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico de 2001 especifica y marca los límites sobre el formato de los rótulos, que restringe a un solo cartel por fachada de cada establecimiento, siempre en la planta baja. La realidad es muy diferente: "Sin duda alguna, no se toma en consideración y se incumple mayoritariamente en todos los establecimientos comerciales", censura.

Sombreros apilados junto a la torre de la Catedral. Sombreros apilados junto a la torre de la Catedral.

Sombreros apilados junto a la torre de la Catedral. / Miguel Ángel Salas

"Empresas, comerciantes y hosteleros deberían conocer la regulación existente en lo referente al diseño, materiales, colores, ubicación e instalación de cualquier soporte publicitario en la vía pública y específicamente en el conjunto histórico", analiza. Y considera que "sería más fácil si la ordenanza municipal sirviera para dispensar una protección efectiva, algo más que para tranquilizar las conciencias de los políticos, en tanto en cuanto la vigilancia de su adecuado cumplimiento también es su responsabilidad".

Los soportes publicitarios en fachadas en la vía pública son el tercer elemento identificado. La autora considera que "la exhibición desmesurada de artefactos como soporte para todo tipo de señuelos publicitarios es una realidad que forma parte del paisaje del casco histórico". "Pese a ocupar una parte importante del espacio público, no se cumple la única norma que existe, la Ordenanza Municipal de Publicidad Exterior", advierte.

Para la experta, esta "obviedad asumida no le resta trascendencia e importancia, puesto que en la medida que aumenta el caos visual disminuye la calidad paisajística". Y da un nuevo tirón de orejas a los responsables públicos, a quienes considera "incapaces de asumir los nuevos hábitos de consumo y los vertiginosos cambios de los avances tecnológicos, frente a la protección del paisaje cultural, las relaciones sociales y su interacción con el medio ambiente".

El impacto negativo de las terrazas

El deterioro de los valores estéticos, paisajísticos, arquitectónicos y ambientales de la vía pública por la irrupción de veladores se encuentra regulado por la ordenanza sobre ocupación temporal de espacios exteriores con mesas, sillas, parasoles y otras instalaciones análogas que constituyan complemento de la actividad de hostelería, aprobada por el Pleno del Ayuntamiento en 2008. En este apartado, la autora llama a "reflexionar y destacar el reiterado incumplimiento en numerosos establecimientos, que exceden el espacio autorizado significativamente, y en ocasiones instalan veladores en lugares para los que no se ha concedido licencia". "Se podría pensar que los propios veladores se autorregulan sin control del Ayuntamiento", sanciona.

Hay otro factor contaminador ligado al anterior: la proliferación de toldos y parasoles. Y es que "con el objetivo de generar confort en esas zonas de ocupación de fachadas, o para proteger los veladores que ocupan el espacio público, proliferan infinidad de toldos y parasoles que alteran negativamente el paisaje". Son de "multitud de formas, texturas, materiales y colores", y "en ningún caso atienden a un diseño bien estructurado con principios estéticos que respeten el entorno, ni a criterios de sostenibilidad, y en muchas ocasiones son utilizados como soporte publicitario".

"Cada comerciante promulga sus propias normas de forma individual, exhibiendo sus productos sin ningún tipo de control", advierte sobre los tenderetes en las fachadas

A estos añade otros problemas: las fachadas que han sido "desnaturalizadas". Y ello porque, "en muchas ocasiones, los comercios de las calles seleccionadas no respetan la estética original de la planta baja de los edificios en los que se ubican". "Es lamentable la adulteración existente, incumpliendo persistentemente el PGOU y el Plan Espacial del Centro Histórico", dice la autora. Y abunda: "Lo que resulta indiscutible es que un porcentaje muy alto de obras de adaptación para locales presumiblemente se han realizado sin licencia, con un resultado lamentable".

Analizando las principales acciones que se han implementado de manera irregular, identifica la alteración de vanos y macizos, con apertura de huecos de proporciones inapropiadas; la utilización de colores, texturas y materiales inadecuados en el cambio de residencial a terciario; el montaje en las fachadas de componentes salientes prohibidos; la colocación de rótulos con diseño de todo tipo de materiales y "dudoso gusto", sin tener en cuenta las particulares características de la zona, con luminosos que provocan "tanto contaminación visual diurna como lumínica nocturna".

Un mercadillo "permanente"

Una fachada cargada de mercancía. Una fachada cargada de mercancía.

Una fachada cargada de mercancía. / Miguel Ángel Salas

Otro elemento sobre el que la tesis doctoral llama la atención es la "exhibición arbitraria de mercancías en las fachadas", de manera que las calles del casco histórico más transitadas por los turistas se perciben como "mercadillos permanentes". La autora, incluso, ironiza con que "cada comerciante promulga sus propias normas de forma individual, exhibiendo sus productos sin ningún tipo de control, y aparecen colgados directamente en las fachadas o con algún soporte añadido". También en este apartado, Sánchez Arévalo advierte de que es responsabilidad del Ayuntamiento "controlar y evitar estas tácticas", si bien también en este ámbito "se pone sobre la mesa la carencia de una regulación específica".

Para comprobar el resultado de este vacío solo hace falta darse una vuelta por calles como Deanes o Manríquez, convertidas en un "escenario con gran variedad de artículos colocados unidos al paramento, apropiándose incluso de las aceras". Los obstáculos, en ocasiones, "perjudican el tránsito peatonal".

Si se mira hacia arriba, la sensación de contaminación visual y caos rara vez desaparece debido al maremágnum existente de "instalaciones para suministros energéticos, de telecomunicaciones y aparatos de aire acondicionado". Sánchez Arévalo recuerda que la ordenanza al respecto establece taxativamente la prohibición del tendido aéreo de cables en fachadas en el casco histórico, una prohibición que obliga a su soterramiento. En concreto, la norma establece un plazo de diez años a las compañías suministradoras que empezó a contar en 2008.

Sobre el terreno, esto no ha surtido ningún efecto, como describe la autora: "Encontramos un gran impacto visual provocado por elementos muy antiestéticos, como antenas de televisión, en la actualidad mayoritariamente desfasadas y en desuso por los avances tecnológicos; cables aéreos, en otros casos cables sujetos a las fachadas de los edificios, y en ocasiones cruzando de un lado a otro de la calle; cajetines y cuadros de contadores, aún considerando la obligatoriedad de estar colocados en fachadas, se tiene que respetar la dimensión histórica del lugar, buscar soluciones alternativas de construcción y utilizar materiales en armonía con el entorno urbano; máquinas de aire acondicionado instaladas en fachadas y sobresaliendo con exceso del plano...".

Señales, rótulos y toldos. Señales, rótulos y toldos.

Señales, rótulos y toldos. / Miguel Ángel Salas

Ni siquiera las alturas del casco histórico están a salvo de la contaminación paisajística, pues proliferan "montajes de todo tipo" en forma de pérgolas y toldos "que asoman hacia la vía pública y afectan notoriamente al espacio urbano", hasta el punto de alterar la composición de las fachadas y generar un "paisaje desvirtuado que deteriora su calidad", censura la tesis doctoral.

"Ante la ausencia de una función sancionadora, las intervenciones arbitrarias se transforman en problemas urbanos de contaminación visual, circunstancias que denotan dejadez por parte de las administraciones responsables", reflexiona. Y advierte de manera contundente: "Esta situación no solo vulnera la autenticidad de un paisaje que constituye un recurso patrimonial público y turístico-económico, supone un elemento contaminante más, de los muchos que conforman el caos visual difícil de asimilar que se percibe en estas calles Patrimonio de la Humanidad".

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