incómodos Inquilinos
Las administraciones actúan ante la proliferación de especies invasoras como el mejillón cebra o la cotorra Kramer
Muy pocas personas son conscientes aún del daño que las especies invasoras ejercen sobre la biodiversidad. La introducción de especies alóctonas sobre un territorio acarrea graves consecuencias que van desde un perjuicio ecológico hasta problemáticas que afectan a la salud de las personas. Para ello, las administraciones ya han elaborado distintas normativas que establecen un control sobre las posibles plagas y que incluyen los listados de cada especie invasora que se cuela en la península.
En la provincia de Córdoba existen decenas de animales y plantas que están donde no deberían estar. A éstas habría que añadir además otras tantas que se suelen utilizar en jardinería y que luego se han extendido por distintos puntos, tales como el ailanto, la mimosa, la chumbera, las uñas de gato y de león, el tabaco moruno o el plumero.
Pero si hay que hablar de una especie invasora que haga un daño considerable en Córdoba esta es el mejillón cebra. Este molusco bivalvo cuyo nombre científico es dreissena polymorpha es originario de los mares interiores de Asia Central. Apareció por primera vez en España en el río Ebro allá por 2001 y a partir de ahí comenzó a expandirse hacía los ríos Júcar y Segura y, desde allí, hacia el sur. La peligrosidad que conlleva su expansión reside en que desplaza a especies nativas de invertebrados, a la vez que contribuye a la disminución, a veces de forma drástica, de poblaciones piscícolas. Es uno de los principales enemigos de la cadena trófica y su alta capacidad de reproducción hace muy complicada su eliminación. Se ha expandido de forma tan rápida a causa de la navegación, adherido a las embarcaciones y con esa citada capacidad de reproducirse rápidamente y adaptarse, las administraciones se han visto obligadas a elaborar un plan que consiga frenar su expansión. Con todo ello, a día de hoy aún no ha afectado a la biodiversidad andaluza, algo que sí ha hecho en la cuenca del Ebro, pero sí ha supuesto un gran daño para tuberías y grandes construcciones hidráulicas que se han visto saturadas con este molusco. En Córdoba apareció por primera vez en 2010 en el pantano de Iznájar, cuando la gran cantidad de lluvias de la temporada obligó a desembalsar agua de Los Bermejales (Granada), donde se había detectado el primer caso de esta especie en Andalucía. El mejillón cebra es, sin duda, una de las especies invasoras más presentes en la provincia y para evitar su expansión se recomienda limpiar a fondo (con agua a presión y a 60 grados) las embarcaciones, además de dejarlas secar durante cinco días antes de volver a navegar. La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir destinó en 2014 seis millones de euros al estudio de esta especie y la investigación de sistemas de control. Además, en el Plan Hidrológico de la cuenca, con vigencia hasta 2021, se prevé destinar otros 4,5 millones de euros.
La CHG también ha impulsado un sistema pionero para la detección precoz del mejillón cebra mediante el análisis de ADN medioambiental, presente en el agua y que se desprende de todos los organismos que habitan en este medio a través de sus heces, orina o piel. Eso sí, el mejillón cebra no es el único.
El picudo rojo (rhynchophorus ferrugineus) llegó a España durante los años 90 a través de palmeras infectadas que procedían de África. Causa graves daños a este tipo de árbol y a partir de su introducción en la provincia, la Universidad de Córdoba (UCO) elaboró un remedio para evitar su propagación que comercializó la empresa cordobesa Fertynject. Posee un gran potencial colonizador y tiene gran capacidad para desplazar a especies autóctonas. Está distribuido por toda la provincia.
Las cuencas fluviales, por otra parte, son nido de otras tantas especies invasoras, en su mayoría peces. En estas zonas se encuentra un gran número de especies piscícolas, como el alburno (alburnus alburnus) o el lucio (esox lucius). El primero es originario de Europa y se introdujo en España como pasto para mantener a otras especies exóticas, entre ellas, el lucio. Su introducción, posesión, transporte, tráfico y comercio están totalmente prohibidos en todo el país dado el grave daño que causa a las especies ibéricas. Por su parte, el lucio es un actinopterigio esociforme que está repartido por las cuencas hidráulicas de la provincia y al igual que el alburno supone una amenaza grave para las especies autóctonas. Dentro de las especies piscícolas invasoras también hay que nombrar a la gambusia (gambusia holbrooki ). Se introdujo en zonas pantanosas de varios países europeos y en Australia con el objetivo de que controlar las plagas de mosquitos, además, a principios del siglo XX se pensó en esta especie como un medio biológico que controlara los mosquitos que transmitían la malaria. Sin embargo, de nuevo el carácter colonizador hizo de este pez una especie invasora que hace más daño que bien. La perca americana (micropterus salmoides), originaria de Norteamérica, se introdujo en España en el siglo XX. Al igual que los nombrados anteriormente inflige un grave daño a los hábitats cordobeses, algo que por el contrario no pasa en EEUU. En el país americano la pesca de esta perca es la modalidad deportiva que mayor dinero mueve creando un volumen de negocio que se situaría por encima del generado a través de la NBA o la NHL. El pez sol (lepomis gibbosus), por otro lado, también presente en estas zonas acuáticas de la provincia, entró en España a principios del siglo XX, concretamente en el lago de Bañolas para después pasar a la cuenca del Guadiana. Está considerada una especie invasora tal y como se recoge en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras.
Y también en las cuencas fluviales cordobesas habita el galápago americano (trachemys scripta) conocido con otros nombres como tortuga pintada, escurridiza o jicoteca. Es originario de América pero se expandió su uso como mascota en el oriente de Asia y en Europa. La suelta incontrolada, motivada por la imposibilidad de seguir criando al animal, ha creado poblaciones en muchos lugares que a su vez han supuesto un daño para otros animales.
Otra de las especies que conviven en las cuencas hidráulicas es el cangrejo rojo (procambarus clarkii) también conocido como cangrejo de río americano. Se detecta sobre todo en zonas próximas a la desembocadura del Guadalquivir y aunque puede tolerar las aguas dulces, sólo se puede reproducir en agua salada. Aunque por esto mismo no puede desarrollarse en plenitud en la provincia de Córdoba, sí que ocasiona daños al obstruir cañerías y desagües. Conlleva además otro riesgo para la salud de las personas que lo llegaran a consumir ya que porta un parásito, el loxothylacus panopaei. El del cangrejo americano es un ejemplo de cómo el fiel de la balanza entre el interés económico y la protección de las especies autóctonas no siempre es fácil de equilibrar. Así, los pescadores del Guadalquivir han hecho del cangrejo americano una fuente de ingresos, por lo que no se ha actuado -sólo de forma puntual- sobre esta especie. Esta situación puede cambiar tras la sentencia dictada el 16 de marzo por el Tribunal Supremo, que incluye al cangrejo americano en la lista que prohibe la cría, posesión y comercialización de especies, a raíz del recurso presentado por SEO Bird Life, Ecologistas en Acción y otras entidades contra el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras. Desde la Consejería de Medio Ambiente reconocen que aún ignoran cómo va a afectar esta medida al sector y qué decisiones se tomarán por parte de las administraciones.
La sentencia obliga a la inclusión en este catálogo de otras especies como la carpa común, la trucha arco iris, el alga comestible wakame y la pataca o tupinambo (tubérculo comestible), entre otras. La presencia en esta lista conlleva la prohibición genérica de posesión, transporte, tráfico y comercio de ejemplares vivos o muertos, incluyendo el comercio exterior.
Y por último, dos aves. La primera es la cotorra de Kramer (psittacula krameri), originaria de África y el sur de Asia, está ampliamente distribuida por otras partes del mundo debido a que se escapan de las jaulas de sus dueños. En Córdoba se pueden localizar cerca del río Guadalquivir a su paso por la capital, aunque ya empieza a aparecer en otros núcleos de la provincia. En la Comunidad de Madrid existe un permiso regulado para la captura y muerte de este pájaro durante los periodos habilitados para ello. Durante su invasión compite por los nidos con murciélagos y pájaros carpinteros, y por la alimentación con otras especies autóctonas de aves.
La Administración andaluza pide la colaboración ciudadana para controlar la expansión de las aves exóticas y otras especies invasoras como la tortuga de Florida, evitando su adquisición o siendo responsables de su cuidado. Además, se aclara que "las especies invasoras no son ni buenas ni malas", sólo se encuentran "fuera de lugar, no tienen enemigos, medran y crecen más rápido de lo que les corresponde". El Servicio de Geodiversidad y Biodiversidad sólo actúa cuando "una especie invasora rompe el equilibrio ecológico y existe la certeza de que, actuando, se va a recuperar la situación previa a la invasión". "Hay batallas que se tienen que dar por perdidas desde ya", apuntan desde la dirección general de Gestión del Medio.
En este sentido, el catálogo nacional de especies exóticas invasoras incluye ejemplares plenamente extendidos en Andalucía, como la chumbera, presente en la región andaluza desde el siglo XVI. Su erradicación no es abordable, pero tampoco se puede salvar, ya que, por ley, no se puede actuar favoreciendo una especie que está en este catálogo. También son consideradas invasoras la rata parda, la rata negra o la higuera, pese a estar plenamente asentadas.
También habría que hablar de la tórtola turca (streptopelia decaocto), originaria del sur de Asia pero que se extendió con suma rapidez por toda Europa y por el norte de África. Ahora puede incluso localizarse en algunos puntos de Sudamérica. A España llegó en 1960 ocupando principalmente Asturias y ahora ocupa toda la provincia de Córdoba. Toda esta expansión resulta cuanto menos curiosa, más aún si se observa la velocidad con la que la hace, ya que esta especie no es migratoria.
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