antonio barragán. catedrático de historia de la universidad de córdoba

"Es inaudito que el jefe de la Falange tenga todavía una calle en Córdoba"

  • El profesor aboga por el conocimiento para evitar polémicas en torno a la memoria histórica

  • Defiende a las universidades como espacios generadores de pensamiento crítico

Ha sido uno de los historiadores junto con el profesor Francisco Acosta que ha aportado su conocimiento en la comisión de memoria histórica, que en su dictamen propone algunas medidas polémicas como el cambio de nombre de las calles Cruz Conde, Vallellano o la plaza de Cañero. Asegura que si se conociera más a fondo la Historia, estos asuntos no generarían tanta polémica y sitúa a la Guerra Civil como el "núcleo" de la historia de España del siglo XX, de la que todavía hoy hay consecuencias. Ha vivido la dictadura, la transición y la democracia y, tras 39 años como profesor universitario, se jubiló hace unos años.

-¿Por qué resulta tan polémico hablar de memoria histórica?

-Quizá resulte polémico porque ha sido un concepto que no se ha hecho llegar a la opinión pública en la media de lo que es. La historia, la memoria y la recuperación de la memoria histórica son tres conceptos que hay que aclarar y que nos podrá dar una explicación de por qué resulta tan complicado a veces. Evidentemente memoria e historia no son la misma cosa. La historia es una ciencia social que intenta reconstruir el pasado con ayuda de fuentes. La memoria es un conjunto de recuerdos, de olvidos, la composición de un conjunto de fases que ocurren tanto en el individuo como en la colectividad. La memoria no es la historia, pero ayuda a entenderla, a humanizarla. Y hay un tercer concepto, la recuperación de la memoria histórica, que es, concretamente en nuestro país, un movimiento, un proceso social que está surgiendo desde el propio seno de la sociedad civil y que pretende recoger testimonios del pasado con determinada base histórica pero sujeto a recuerdo, a olvido y que están conectados con nuestra historia más inmediata, que tiene como eje central la Guerra Civil y sus consecuencias. No se puede entender la historia contemporánea de España sin la Guerra Civil, que es el eje nuclear del siglo XX en España. Recuperar la memoria histórica para un sector importante de la ciudad supone retrotraer toda una serie de imágenes, olvidos, recuerdos, que sirven para intentar ayudar a lo que es el puzzle de la historia.

-¿Ha podido hacer eso la comisión de memoria histórica impulsada por el Ayuntamiento?

-Nuestra labor como historiadores ha sido intentar poner nuestra experiencia profesional, no la del movimiento memorialístico. Aportar conocimiento basado en documentación exhaustiva, bibliografía, investigaciones para fundamentar las cuestiones que nos pidieron: callejero, simbología, reconocimiento a las víctimas.

-¿Y hay documentación para cambiar el nombre de Cañero, Vallellano o Cruz Conde?

-Afortunadamente existe. Hasta hace muy poco tiempo, finales del siglo pasado, la bibliografía sobre la Guerra Civil, la Dictadura franquista y sus consecuencias tenía grandes lagunas, enormes déficits de conocimiento. Pero obviamente el conocimiento de lo que significó la guerra, la represión, algunas de sus consecuencias políticas, como el exilio de los cordobeses, son mucho mejor conocidas. El conjunto de los historiadores hemos hecho un enorme esfuerzo por recoger documentación, información. Yo mismo estoy trabajando sobre justicia militar de guerra y he podido comprobar que hay aproximadamente 18.000 expedientes de consejos de guerra que se hicieron a cordobeses. Sobre el propio Cruz Conde existe una excelente biografía de un profesor de la Universidad de Sevilla, Julio Ponce Alberca, que nos permite recomponer la biografía política de don José Cruz Conde, de sus claros y sus oscuros.

-¿Está justificado entonces el cambio de nombre de la calle Cruz Conde?

-Los hechos dicen que el día 6 de julio de 1936 don José Cruz Conde está en Córdoba y está ultimando cómo se va a plantear el golpe de Estado en Córdoba. De hecho, dos periodistas que no son sospechosos de ser izquierdistas ni mucho menos, Marcelino Durán de Velilla y Manuel García Prieto escriben un opúsculo que se llama el 18 de julio en Córdoba, cuatro o cinco semanas después de estallar la Guerra Civil y explican qué es lo que hace Cruz Conde en Córdoba el 6 de julio de 1936. Ese día está en Córdoba intentando ver cómo va a ser el golpe de Estado y se pone de acuerdo con la trama civil que apoya el golpe militar. Con Salvador Muñoz Pérez, que va a ser el primer alcalde, con Eduardo Quero Goldoni, que va a ser el presidente de la Diputación y, sobre todo, con Ciriaco Cascajo, el militar que da el golpe de Estado aquí.

-Dice el PP que ni los alcaldes comunistas Julio Anguita o Herminio Trigo se plantearon cambiar estas calles, ¿tiene razón?

-Evidentemente tiene razón porque esas calles han permanecido teniendo ese nombre. En muchos casos porque la Transición y la implantación de la democracia tuvo que priorizar tareas y, además, el movimiento memorialístico quizá no presionaba a los dirigentes de la forma que lo puede estar haciendo ahora. Hay otros ejemplos. Es inaudito que todavía exista una calle que lleva el nombre de quien fue jefe de Falange en Córdoba: Fernando Fernández Martínez. Esa es una calle que está por la zona del Rescatado y este señor fue jefe de Falange Española hasta comienzos de los años 40. Por ejemplo tiene una avenida importante quien fue secretario particular de don Bruno Ibáñez Gálvez, que es el primer represor de la ciudad de Córdoba, el responsable de muchas masacres que se cometieron en aquel verano de 1936 en Córdoba. Su secretario, que es un periodista, tiene una avenida importante en esta ciudad [Periodista Quesada Chacón]. Estas cosas habría que depurarlas, independientemente de que a los anteriores ayuntamientos democráticos no hayan tenido ocasión, oportunidad o no hayan sentido la necesidad.

-El PSOE también ha intentado marcar distancias y ha dicho que es el Pleno el que decide. ¿Cree que estas medidas realmente sirven para reparar el daño a las víctimas?

-Hay una ley de memoria histórica que es extraordinariamente explícita y taxativa en cuestiones de callejero y simbología porque obliga a las autoridades públicas a que en el plazo de 18 meses desde que se pone en vigor esta ley, el 3 de abril de 2017, elimine del callejero todo símbolo, nomenclatura, que esté vinculado con la Guerra Civil, represión, exaltación o institucionalización de la Dictadura franquista. Hemos tenido un ejemplo en Cádiz con Ramón Leal de Carranza. Evidentemente es el Pleno quien toma la decisión, nosotros ponemos los argumentos, ellos que expongan los suyos y decidan.

-Sin embargo hay un punto en el que sí hay consenso, como es el de las exhumaciones, en el que se pasa un poco de puntillas en el dictamen.

-Efectivamente creo que es el tema capital de la ley y no ha generado ningún tipo de polémica. Sencillamente porque estamos ante uno de los déficits más graves de un Estado que se dice democrático y que es la existencia todavía de aproximadamente 140.000 desparecidos. Aquí en Córdoba como consecuencia de la represión franquista hubo en torno a 12.000 ejecuciones, casi 4.000 en la ciudad, que están en los dos cementerios importantes, en La Salud y San Rafael. En los muros de la memoria hemos conseguido registrar más de 2.500 pero quedan todavía muchos. Efectivamente el tema de las exhumaciones de las fosas es el tema clave de la ley y obviamente es el que más dificultades presenta. Las dificultades jurídicas han quedado de lado puesto que la ley andaluza obliga a la administración pública a que intervenga. Pero sí hay obstáculos técnicos, administrativos y económicos, porque debe intervenir la judicatura par poner en funcionamiento este proceso y porque la prueba de ADN, localización, exhumación y verificación de pruebas conlleva unas inversiones importantes.

-¿Cree que la Transición fue ejemplar?

-Soy de los que piensan que la Transición española, sin utilizar el adjetivo modélica, sí que me parece que tuvo enormes méritos, los méritos de convertir lo que había sido una dictadura de la más crueles y largas de Europa en una democracia. Obviamente la Transición tuvo que plantear una serie de prioridades. No estoy de acuerdo con quienes dicen que en la Transición hubo una falta de memoria, que no se ocuparon de este tipo de estudios. Yo era profesor universitario y creo que nunca florecieron más los estudios que en esa época. Quizá lo que pasó es que no se proyectó todo este tipo de trabajos al conjunto de la sociedad.

-¿Los cordobeses conocemos nuestra historia?

-Creo que la conocemos a medias. Si la conociéramos mejor no tendríamos estos problemas de difícil entendimiento. Aquí no intento plantear cuestiones de carácter ideológico, sino positivista. Conocer los hechos, los datos y que cada uno se construya su relato. Hay pasajes de la historia de Córdoba que son desconocidos. Una de las consecuencias políticas más importantes de la Guerra Civil de la que se habla poco es el exilio. Uno de los exiliados cordobeses más ilustres, Antonio Jaén Morente, fue concejal de esta ciudad, diputado del Frente Popular y militante de Izquierda Republicana pero tuvo que salir de la ciudad después de haber sido declarado, a los pocos días del inicio de la guerra, Hijo maldito de la ciudad de Córdoba. Murió en San José de Costa Rica. El arquitecto socialista don Francisco Azorín Izquierdo terminó siendo catedrático de Hidráulica de la Universidad de México. El primer alcalde republicano de la ciudad fue un maestro, Eloy Vaquero Cantillo, alcalde de Córdoba el 14 de abril de 1931 que murió en el exilio siendo profesor de la Universidad de Columbia, en Nueva York. O el maestro José de Tapia Contreras, un anarquista introductor de las técnicas Freinet en España, que terminó creando una escuela de pedagogos en México. Y de tantos y tantos otros. Son ejemplos suficientes para que nos paremos a pensar que desconocemos una parte tan importante de nuestra historia como fueron las consecuencias de la Guerra Civil.

-Ha sido profesor universitario durante casi 40 años. ¿Cómo han evolucionado las generaciones?

-En los primeros años veía en los estudiantes un conjunto de valores, intereses, curiosidades muy parecidas a las que yo mismo podía tener. Veía una ilusión en aquellas promociones que les hacían interesarse por un conocimiento de nuestro pasado que había sido manipulado, ocultado o enseñado de otra manera. Sí que observé en los últimas años a unos estudiantes con un menor esfuerzo que los primeras por el conocimiento de estas cosas, como si hablar de la Guerra Civil era hablar del hombre de las cavernas.

-¿Ha perdido la Universidad parte de esa esencia de ser un espacio para el pensamiento crítico?

-Creo que no, en absoluto. Es una de las instituciones fundamentales. A la Universidad no le podemos imputar déficits que no son otros que los que la sociedad tiene. Los medios lo invaden todo y los estudiantes tienen capacidad de informarse, tener sus criterios por otros caminos. Las universidades siguen cumpliendo ese papel de generación de conocimiento, cultura crítica y sí que las universidades deberían cuidar más la proyección de la transferencia de nuestro conocimiento a la sociedad.

-¿Cómo ve la realidad política de Córdoba en la actualidad?

-Se vio muy bien en el reciente Debate sobre el Estado de la Ciudad. Entiendo la posición del equipo de gobierno de decir que se va a continuar con las políticas sociales, los programas de proyección social y desarrollo sostenible y en desatascar proyectos. Ganemos dio a mi juicio una visión demasiada parada de la ciudad. Creo que el Ayuntamiento debería ponerse las pilas y potenciar más estos proyectos de apoyo a los servicios públicos municipales, empleo. Y la oposición hace muy bien en criticar porque esa es su obligación.

-Usted ha estudiado en profundidad los movimiento sindicales, ¿se han acomodado ahora los sindicatos?

-Los sindicatos no tienen ya el papel y la importancia que tuvieron en otro momento, en la Transición, cuando fueron piezas clave para construir la sociedad que tenemos. Durante mucho tiempo se ha intentado abordar problemas del siglo XXI con mecanismos sindicales que venían de situaciones previas. Las nuevas sociedades postindustriales, desarrolladas, modernas necesitan que las fuerzas sindicales estén actuando de manera diferente. Necesitan hacer el esfuerzo de adaptarse a la situación actual.

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