"Lo importante en la vida es dejar huella"
rafael rodríguez 'merengue de córdoba'. guitarrista
El cordobés, que ha impulsado y pulido el talento de innumerables artistas, protagonizará uno de los espectáculos, de carácter muy familiar, de la décima Noche Blanca del Flamenco
La décima edición de La Noche Blanca del Flamenco, que se celebra entre el sábado y el domingo próximos, tiene entre sus protagonistas a Rafael Rodríguez Merengue de Córdoba, que recordará, acompañado por su mujer, Concha Calero, y sus hijas, Desiré y Coco Calero, la figura de Miguel Rodríguez Beneyto en una de las piezas del espectáculo Homenaje a los guitarreros cordobeses, en el Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral.
-Una iniciativa muy oportuna...
-Se lo merecen todo. Gozamos de haber tenido y de tener todavía constructores de guitarras que están entre los mejores del mundo. Miguel Rodríguez y Manuel Reyes ya no están pero sus sagas siguen. Ahí están Juan Montero y varios más como Graciliano Pérez Carrizosa, del que tengo el honor de poseer una guitarra que me regaló, la toco de vez en cuando, la llevé al tablao, que lo cerraron desafortunadamente después de 25 años... Yo he procurado pasear muchas guitarras.
-En su caso, va a recordar a Miguel Rodríguez Beneyto...
-Sí, como soy el de más edad... A Desiré le habían hablado del homenaje a los guitarreros y se le ocurrió la idea de subirse al escenario con sus padres y su hermana, somos tres premios nacionales, la única familia en el mundo del flamenco que puede decir esto. Pensó también en gente joven y hay un elenco interesante, de primera fila. Vamos a hacer un espectáculo en el que intervendremos todos, con guitarra, cante y el baile de las tres. A Concha le hace mucha ilusión bailar con ellas. Es un pequeño reto que tenemos.
-Un apellido, Rodríguez, muy vinculado a la guitarra en Córdoba...
-Desde luego. Yo le tengo un gran cariño a Miguel Rodríguez. Conservo la guitarra primitiva de mi padre, que aunque en casa no había un duro jamás se vendió. Es del año 34. Luego tuve otras de él y de otros guitarreros.
-Y, como usted destaca, han dejado herederos.
-Ahí está el hijo de Manuel Reyes, con encargos hasta para diez años. Las maderas son las mismas, y me imagino que el sistema de montaje, el sistema de los abanicos, los cabezales..., seguirán siendo los mismos. Todos han tenido sus secretitos y sus maneras de distinguir sus instrumentos, Miguel Rodríguez, Montero, Ramírez, Esteso...
-¿Cómo está la guitarra flamenca en Córdoba?
-A una altura mundial. Se nos fue Paco, que era el dios, pero está Vicente Amigo, que es de nuestra saga, y José Antonio Rodríguez, y Paco Serrano y los hermanos Flores, los hermanos Expósito, Calderito, Antonio de Patrocinio, Niño Seve... Y casi todos están dando clases en los conservatorios. Yo fui quitado de en medio para no dar clase ahí, fíjate las cosas que se hacen... mal hechas, porque afortunadamente he sido el maestro de todos, y con o sin conservatorio ahí salieron esos pedestales que luego se han pulido por sí mismos. A mí me han llegado muchos niños con diez años cuando esto estaba muerto. Yo me ganaba la vida como podía, a base de escuchar, de aprender todo lo posible, cuando incluso no había ni televisión... Pero he tenido la suerte de conocer a grandes guitarristas, el Niño Ricardo, fuente y caudal maravilloso, Paco de Lucía, de quien he sido amigo hasta la muerte y que me quería mucho porque sabía la labor que estaba haciendo, Manolo Sanlúcar... Toda esta labor se ha hecho con mucho cariño y hemos superado a todo el mundo, porque en Córdoba no se hablaba nada de guitarra, y tampoco del baile... Aquí si alguna destacaba en baile se iba a Madrid. Nosotros hicimos nuestra carrera y nos quedamos aquí, pensando que teníamos mucho que decir y que enseñar. Ahí está Concha. Aquí nadie sabía ponerse una peineta ni un tacón. Llegamos a Madrid, ganamos los premios... Por suerte, ya todo se ha ramificado, hoy hay muchísimas academias, pero casi todo viene del tronco o de sus alrededores. Al cante le hemos ayudado muchísimo porque hemos sacado cantaores maravillosos, Churumbaque, el mismo Pele, que salió de cantar para bailar, de ese aprendizaje enorme que debe tener un gran cantaor, y si no que le pregunten a Fosforito. ¿Dónde se hace un cantaor? Ahí, en los bailes, atrás, donde se aprende el ritmo. Y en baile, una cantidad extraordinaria. Muchos de mi academia han ganado premios nacionales y eso es muy importante para nosotros. Lo importante en la vida es dejar huella: en tantos artistas, en la familia, en tantísimos amigos... Dejar huella sin pedir a cambio.
-¿Y actualmente cómo está la academia?
-Muy bien, con un tour muy bonito que hace mi hija Desiré. Recibe a grupos, se les pone un vídeo de nuestra vida, se les ofrece un espectáculo y una copita de vino, se les lleva a mi peña, se les da un almuerzo... Y hay 40 minutos de clase de baile para el que quiera. Está muy bien enfocado. Todo esto al margen de las clases normales, que van muy bien.
-¿Cómo era aquella Córdoba de los años 60 en la que usted inicia su trayectoria?
-Yo estaba en la Universidad Laboral, y mi madre y mi segundo padre dijeron: "Si al niño le gusta la guitarra, ahí tiene un tablao". El Zoco, nada menos, regentado por mi padre. Ahí empecé. Yo terminaba ahí a las doce y me iba a buscarme la vida a casa de mi tío Minguitos, que era lo más famoso que había aquí, donde se juntaban todos: La Tomata, El Tomate, El Lápiz, Cristóbal Reyes... Allí estaban, por si había un señorito que llamara para hacer alguna cosita y te ganabas cinco o seis durillos. La Tomata estaba muy cotizada. Yo siempre mirando, aprendiendo. Luego tuve suerte de que aterricé en Barcelona, en el mejor tablao flamenco que ha habido allí, La Macarena, mejor que El Cordobés y que el de Carmen Amaya. Llevaba un año sin ver a mi gente y volví a Córdoba, y de aquí a Madrid, donde tuve suerte de dar con Gitanillo de Triana, íntimo amigo de Manolete, que está en el cartel con él el día de su muerte en Linares. Él adoraba a la gente de Córdoba y me metió en el tablao Duende, donde viví unas experiencias preciosas y seguí aprendiendo con muchos guitarristas. Gitanillo iba a inaugurar un tablao flamenco en Marbella y se mató en el camino. Yo ya me quedé en Córdoba, ayudando a mis padres. Junto a mi padre puse el mesón Abderramán III en la calleja de las Flores: allí lo que se hacía era tocar la guitarra y cantar, todo el mundo... Luego llegó Concha, nos hicimos novios, entramos en el Zoco (ya lo había soltado mi padre)... Para trabajar entonces, necesitábamos un carnet de artistas, y fue cuando conocí a Paco de Lucía, nos examinamos juntos. En fin, estuve un año en Hawai... Muchas vivencias.
-Y tantos artistas que han pasado por su biografía... ¿Cuál le ha impresionado más?
-Los he conocido a todos. Juan Valderrama era increíble. Fosforito me animó a presentarme al Nacional y a luchar. También lo hizo Agustín Gómez, que ha fallecido hace poco. Exceptuando a Camarón, he tocado con todos a lo largo de cuatro décadas: Chocolate, Terremoto, El Turronero, Chano, Rancapino, Diego Clavel, Fernanda y Bernarda... Empiezo a nombrar y no acabo. Es una trayectoria tan grande que no hay espacio para poder contarla. Y luego están los cursos internacionales, me he tirado haciéndolos 20 años, en todas partes: Liechtenstein, Holanda, Bruselas, Zúrich, América...
-Vicente Amigo y José Antonio Rodríguez fueron grandísimos talentos precoces...
-Pero que muy precoces. Tengo muchas anécdotas con ellos. Con Vicente estábamos ensayando en la tramoya y me hacen un gesto los técnicos y me dicen: "Maestro, ¿usted qué ha traído, ángeles a tocar?". Y tenía 11 años. Es una satisfacción muy grande. Yo he tenido suerte también porque pillé la fiebre primera de la guitarra cuando aquí no había nada, apenas una señora que daba clase y que cuando yo llegué me dijo: "Me parece que me va a tener que dar usted clases a mí".
-Entre los defensores y los detractores de La Noche Blanca del Flamenco, ¿dónde se sitúa usted?
-Yo creo que es un acontecimiento que a la ciudad le tiene que enorgullecer. Si tienes tres macetas y pones la cuarta, todavía está más bello el patio. Tienes las Cruces, los Patios, las Rejas, el Concurso Nacional de Flamenco, el Festival de la Guitarra..., y tu Noche Blanca.
-¿Y cómo ve el Concurso Nacional?
-He estado en él 21 años como guitarrista oficial. A mis niños los he alentado a que se presentaran y ahí están tantos premios nacionales: Alberto Lucena, Paco Serrano, Vicente, José Antonio...
-El concurso ya no otorga premios distintos a la guitarra solista y la de acompañamiento. Se busca al guitarrista integral. ¿Le parece bien?
-Hoy prácticamente todos son completos. Yo distinguiría: acompañamiento al toque y al baile y solista. Lo que ha sido siempre. Yo, por ejemplo, tendría que haber cogido otra onda y dejar lo que he estado haciendo si me meto a solista. Yo he hecho mis cositas de solista, pero mi fuerte era tocar para cantar y para bailar. Son dos profesiones distintas. Me gusta más en este sentido el Certamen de Jóvenes Flamencos de la Diputación, que mantiene la separación, y no es porque el premio de acompañamiento lleve mi nombre...
-¿Recibe el flamenco el apoyo institucional que merece?
-De eso sabemos poco los artistas. Yo a lo largo de mi vida he recibido muchos apoyos, para viajes, proyectos, del Ministerio de Cultura, el Ayuntamiento, la Diputación... Pero llevo 57 años: si yo no he tenido algún apoyo, apaga y vámonos. Comprendo que no hay dinero para tantas cosas. No se puede uno quejar. Las peñas siguen haciendo sus cosas con dinero de su bolsillo. Los festivales ya no se pueden costear y se han venido abajo. Había grandes festivales en pueblos que ya no existen.
-¿Interesa el flamenco a los jóvenes?
-El Conservatorio es en ese aspecto el que manda. Está haciendo muchísimo. Y yo me alegro mucho. Hay unos extraordinarios maestros. También las peñas hacen cositas, entre ellas la mía, que ha hecho concursos para jóvenes flamencos, con algún apoyo que otro. Hay que apoyar lo que tenemos, nuestras costumbres, nuestras raíces.
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