"Lo más importante que le falta a esta ciudad son las ganas de trabajar"

Joaquín Criado Costa. Director de la Real Academia de Córdoba y presidente de la Fundación Prasa

A lo largo de un repaso por el pasado, el presente y el futuro de la ciudad, desgrana sus impresiones sobre asuntos de actualidad así como el análisis sobre aspectos de la historia de Córdoba.

31 de octubre 2010 - 09:03

TRAS la pertinente sesión de fotos en el edificio de la Academia, y temerosos de que alguna paloma decida dejarnos una condecoración, pero también empujados por la posibilidad de que el moho de las paredes nos infecte o alguna viga comida por las termitas decida que ha llegado la hora, nos dirigimos a la terraza de la taberna Sociedad de Plateros, en la plaza de Séneca, a entablar conversación, pues así se desarrolla la entrevista.

-Parece como si el edificio de la Academia estuviese amenazando ruina, ¿un símbolo de los tiempos que corren?

-Seguramente sí. Cuando la gente dice qué bien se vive en Córdoba me pregunto ¿cómo es posible que en la provincia más pobre de España se pueda decir eso? Serán los irresponsables los que viven bien. Mi despacho en la Fundación Prasa es como un confesonario. No os podéis imaginar el hambre física que hay en la capital, en barrios como Santa Marina, Santiago, San Pedro… no hay que irse hasta las Palmeras. Hay muchas familias pasando hambre en el barrio de la Fuensanta, donde hay 400 familias pidiendo comida en la parroquia. Eso no es vivir bien en Córdoba. El funcionario o el que tiene un contrato blindado en una empresa, ése sí vive bien, pero no se puede decir que en Córdoba se vive bien.

-¿Hay muchos hidalgos de puertas a fuera que de puertas a dentro tienen el rocín flaco?

-Eso es peor que lo otro. Son los pobres vergonzantes. De esos me llegan al despacho y me dicen que pasan hambre y les digo que vayan a los comedores de caridad y me contestan que no pueden ir, que se burlarían de ellos sus vecinos, sus conocidos. Es la crueldad humana. El pobre que nunca ha tenido nada sufre solamente el hambre, pero no sufre la vergüenza y escarnio público; eso es peor todavía que no comer. Viene un cura claretiano de Las Palmeras a mi despacho, uno que le pedía siempre al obispo que lo enviase a la parroquia donde no quería ir nadie, y me pedía dinero para agua porque decía que había gente que tenía la comida resuelta, porque estaban organizados para robar lo necesario, y la luz se enganchaban al alumbrado público, pero decían que el agua no había donde robarla; enganchar para el agua ya hay que hacer obra. La necesidad desarrolla la inteligencia.

-Esa picaresca cordobesa la ha estudiado usted porque demuestra en su tesis doctoral que el famoso poema a las ermitas de Fernandez Grilo, el poeta cordobés, era un plagio de otro poeta.

-Cierto. Eran conocidos, él y un poeta cacereño, ambos compañeros de cama de Isabel II y Grilo copió completamente el poema a las ermitas de Córdoba de una composición del otro poeta.

-Dirige una institución, la Real Academia de Córdoba, con 200 años de antiguedad ininterrumpida, incluidos períodos de monarquía, repúblicas y dictaduras ¿eso es bueno o malo?

-Somos un caso excepcional dentro de las instituciones. Creo que ninguna institución cultural, ni en España ni en el extranjero, si exceptuamos las Universidades, lo han logrado. Evidentemente, doscientos años de historia son un motivo de alegría y satisfacción para cualquier ciudad.

-Antes de director fue secretario, ¿es usted una de las fuerzas vivas de la ciudad?

-No. Ni lo soy ni lo pretendo.

-¿Algún director de la institución lo fue alguna vez?

-Podría considerarse por su pasado a Rafael Castejón, un personaje público en la política, en la ciencia; aparte de él creo que ninguno podemos considerarnos fuerza viva de la ciudad. Ojalá lo fuéramos, lo digo, el ojalá, en beneficio de la Academia.

-¿Quién debería tener más autoridad sobre los cordobeses laicos, el obispo o la Academia?

-Ninguno. Ni el obispo ni la Academia.

-¿Le quitaría el nombre de Mezquita a la Catedral?

-Creo que el obispo puede decir lo que quiera, como el alcalde y el Jefe de Estado, pero está claro que la verdad es que primero fue Mezquita y después ha sido Catedral y antes fue basílica de San Vicente. O sea, que podríamos llamarlo incluso Basílica-Mezquita-Catedral. Creo que lo más apropiado es llamarla Mezquita-Catedral porque resume su historia. Dicho esto, el obispo en su diócesis a sus feligreses puede decir lo que quiera. Aunque no tendría sentido que tuviésemos que quitar el término Mezquita de los libros y de los carteles turísticos. Lo del obispo ha sido una salida de tono, pero algunos dicen que el obispo ha logrado lo que quería, es decir, que el mundo entero sepa que lo que era Mezquita es ahora Catedral, quizá matando moscas a cañonazos, es posible; pero también me dice otro: no, no, este obispo no tiene esos alcances. Que cada uno se quede con la versión que quiera. Lo único que sé es que decir solamente la Catedral dentro de la Diócesis me parece muy bien, pero como monumento, que no se olvide que los turistas vienen a ver la Mezquita, por lo que el término mezquita debe estar presente, porque el turista no se enteraría. Bien es verdad que no hay una Catedral en la Mezquita pues la Catedral ocupa todo el espacio de la Mezquita. Y, además, sin Catedral, la Mezquita estaría hoy probablemente como Medina Azahara.

-¿Qué papel juega La Academia en la vida de la ciudad?

-Nace como una academia general de ciencias, artes y letras. Toda la capacidad intelectual del género humano. Lo ha ido haciendo en solitario durante mucho tiempo, una labor callada y muy desconocida dentro de la ciudad pero que ha dado voces fuera de la ciudad. Por ejemplo, en 1922 la Academia toma la bandera del gongorismo cuando la Academia Española decía que Góngora no era un poeta de primera línea. También nuestra academia prepara los fastos de 1927, publicando el primer número del Boletín de la Real Academia de Córdoba, una revista científica que aún seguimos publicando y que se reparte en los centros de investigación del mundo entero, intercambiándola por otras publicaciones. En ese intercambio tenemos desde 1922 revistas del mundo entero convirtiendo nuestra hemeroteca en quizá la mejor de Andalucía. También la defensa de Medina Azahara se hacía desde aquí, por académicos que defendían el mantener lo poco que se había descubierto y cuidarlo, o bien a modo personal o como representantes de la Academia; aquí hemos celebrado el milenario del califato. Hemos jugado un papel destacado en la antigua Comisión de Monumentos… todo sin cobrar ni un duro, gratis et amore. Todo el movimiento cultural de Córdoba pivotaba sobre la Academia que quizá no ha sabido abrirse todo lo que debería a la sociedad cordobesa. Pero el nombre de Córdoba, en el campo de la cultura, se ha irradiado por todo el mundo.

-Creo que la Academia tiene una excelente biblioteca, ¿está abierta al público?

-La biblioteca de la Academia nunca puede ser una biblioteca abierta al público en general pero está abierta a los investigadores y a la Universidad. Es una biblioteca especialmente importante en fondos antiguos.

-¿Se abre la Academia a nuevas formas del saber?

-Creo que sí. La Academia es una institución formada por personas con capacidad para lo cual se necesitan unos años de madurez, aunque últimamente está entrando más joven, en este sentido, la Academia ha sido nómada, sin sede propia, a veces reuniéndose en casa de los académicos. A nuevos tiempos, nuevos retos. Hay una serie de criterios sociales nuevos que la Academia no las recogía cuando se funda; no había un señor dedicado al cine cuando no existía el cine, lógicamente. Los criterios han cambado e incluso el arte taurino se considera como tal y nosotros hemos sido la primera Academia en aceptar un torero, Enrique Ponce, algo que luego copió la de Sevilla con Curro Romero. Fueron unas académicas las que propusieron el asunto, se sondeó a la Academia y se aceptó. El hecho de que un torero diera una conferencia en una Academia dio la vuelta al mundo. El impacto mediático fue tremendo. En la rueda de prensa estuvieron 65 medios de España y el extranjero.

-La Academia acepta el conocimiento, el saber y la creación ¿aceptarían la legalización de la marihuana con fines creativos e intelectuales?

-Yo personalmente no, pero yo no mando en la Academia. La Academia es la única institución en España que ha mantenido la independencia en todo tiempo, incluida la dictadura; los directores de la Academia no han sido impuesto, los han nombrado ellas. Las Academias han defendido el principio democrático y la independencia intelectual, han sido intachables. Y, respetando el derecho, en la Academia no manda el director, él es sólo el ejecutor de lo que se acepta en el pleno. Si el pleno lo aprueba y no va en contra de las leyes, el pleno es soberano. Claro que todo lo que significa innovación es un peligro. Si un señor hace una propuesta habrá que someterla al pleno a menos que algo ya esté prohibido por la ley, entonces ni se vota.

-¿La sabiduría la dan los libros o los años?

-Las dos cosas. La formación, el ambiente, la calle, el mundo, la Universidad, la biblioteca. La sabiduría brota de todos los sitios y de todas las personas. La transmisión del saber de unas personas a otras es fundamental.

-¿En estos tiempos estamos más atentos al dinero que a la sabiduría?

-Estamos más atentos al dinero hoy día y siempre. Hace muchos años, don Rafael Castejón, después de un acto en la Mezquita-Catedral, puso una mesita en la que se regalaban libros de Góngora. Y la gente apenas se llevó algún ejemplar. Me dijo que si hubieran sido bocadillos de jamón se hubiesen acabado enseguida. Siempre el dinero ha estado por encima de todo lo demás. Otra cosa es el ideal de que eso no sea así.

-¿Qué le falta a esta ciudad?

-Muchas cosas, primero un nivel cultural grande: desde biblioteca, venta de libros, lectura de libros, lectura de periódicos, venta de periódicos… pero sobre todo a esta ciudad le falta creación de riqueza. Llevamos muchas años a la cola de las capitales de provincia del PIB. ¿Fallan los dirigentes, los empresarios, los ciudadanos? Algo falla porque tenemos productos de primera categoría, como el aceite y el vino, y no somos capaces de estar en los primeros lugares. Yo no soy un analista de estos asuntos pero creo que lo más importante que le falta a esta ciudad son las ganas de trabajar.

-¿Y qué le falta a usted?

-Muchas cosas: dinero, ilusiones porque me estoy haciendo viejo… aunque me faltaba un nieto y lo acabo de tener. Pero siempre me han sobrado las ganas de trabajar e ilusión por las personas y las cosas.

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