Historias con alma en la Fundación Prode: "Todos tenemos discapacidades, a todos nos pasan cosas"

Solidaridad

La entidad sirve de apoyo a diferentes usuarios y lucha por la justicia social, la dignidad, la igualdad y el compromiso como sus principales valores

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Historias con Alma en Prode
Historias con Alma en Prode / Montaje realizado con fotos de Sánchez Ruiz

La Fundación Prode, con más de 40 años de historia a sus espaldas con Pozoblanco como origen, tiene puestos en marcha diferentes propósitos con una meta en común: el acompañamiento mientras luchan por la justicia social, la dignidad y la igualdad. Ser parte de esta entidad es pertenecer a una familia donde todos reman en una misma dirección. Este es un pilar para los usuarios en diferentes momentos de su vida; desde Isabel, que vive en una de las viviendas de la institución, hasta Alfonso, que trabaja en el área de Comunicación. Sin olvidarnos de Ana, que acude a su Centro de Día, o de Mari Carmen, que también vive y desarrolla labores en el lugar. Todos tienen su historia, todos han pasado batallas y todos han demostrado ser fuertes. Por eso comparten un mismo sentimiento: "Educar a la población es una tarea común, porque todos tenemos discapacidades, a todos nos pasan cosas".

Alfonso Yun tiene 43 años y, aunque se crió en Madrid, su familia es natural de Pozoblanco, localidad en la que ha pasado muchos veranos y donde ahora reside de la mano de Prode. Tiene aún recuerdos de su etapa en Bélgica y en aquel colegio internacional que le vio crecer. Comenzó a estudiar Imagen y sonido, su pasión, a lo que luego sumó un grado universitario de Información y Documentación, pues ama "con locura" el mundo de la fotografía. De hecho, en los pasillos de la Fundación Prode en Pozoblanco es conocido como "el fotógrafo". Y además de captar imágenes, en su tiempo libre disfruta de la música y de hacer un poco de deporte.

Alfonso Yun, en su despacho de Comunicación.
Alfonso Yun, en su despacho de Comunicación. / Sánchez Ruiz

Ahora, desde su despacho del área de comunicación y marketing de la asociación en Pozoblanco explica sus labores y cómo dan la bienvenida a los diferentes usuarios que llegan a la institución. Su trabajo en la fundación no es para Yun un un simple empleo, sino una forma de romper una de las barreras que más le limitaban antes de tener una ocupación con estas condiciones. "Había estado trabajando de forma temporal, pero cuando llegué aquí, conseguí un trabajo estable y con eso me pude independizar", narra.

Cuando él iba a escuela, "había un poco menos de información, aunque sí que es verdad que había integración, pero era muy básica. Había un profesor de apoyo en ciertas asignaturas, pero no mucho más. Ahora sí se ven monitores que vienen de instituciones como Prode o de alguna otra que están con los alumnos apoyándolos para que puedan seguir el ritmo. Por aquel entonces no había mucha visibilidad, pero a partir de los años 2000 hubo más información por parte de los medios y las fundaciones empezaron a crecer", explica Yun, agradecido por ese progreso.

Sobre las miradas o discriminaciones que puede pasar una persona con discapacidad, Alfonso es claro: "He tenido la suerte de tener un grupo de amigos y, en ese sentido, me he sentido incluido, pero a la hora de encontrar trabajo sí lo he notado. Lo que hace la Fundación Prode es que las personas con discapacidad, mayores o en riesgo de inclusión puedan tener una vida con sentido, sentirse realizados, tener un empleo y vivir, si no de forma independiente, lo más cercano a eso", sentencia el encargado de comunicación.

Ana Moyano, en el Centro de Día de la Fundación.
Ana Moyano, en el Centro de Día de la Fundación. / Sánchez Ruiz

Ana Moyano tiene 86 años y también pertenece a la familia de Prode, pues forma parte de los usuarios de su Centro de Día de Pozoblanco. Ana recuerda a la perfección su juventud, incluso para atender a El Día de Córdoba trae su historia en unos folios que ha preparado junto al equipo, para que sean conscientes de todo su recorrido de vida desde que salió de la humilde vida rural que la vio crecer. En aquellos tiempos, las familias eran más que numerosas, por lo que creció junto a diez hermanos, "con lo que poco que se podía sacar del campo. Era lo que había, le ayudábamos a mi padre a segar el grano, a cuidar de los animales, a todo", rememora con orgullo.

Para ella, una forma única de ayudar que tiene la Fundación Prode es su apoyo en forma de "cariño". Llegó a la entidad hace un "año y pico", pero ella se siente muy cambiada, ya que le ha "supuesto un giro total": "Llevaba diez años viuda y sola en la casa, porque mis hijos tienen su trabajo... tenía una soledad enorme. Cuando llegué aquí ellos notaron que yo empecé poco a poco a ser otra persona. Aquí coloreamos, hacemos gimnasia, jabón...", menciona con una sonrisa de oreja a oreja.

La historia de Isabel Rodríguez (28 años) se pudo escuchar en una de las viviendas de la sede en Pozoblanco a la que ingresó después de pasar por un centro de menores. "Gracias a ellos estoy viva, porque me han operado, si no fuera por ellos...", asegura teniendo en mente el trabajo que realiza la fundación por los usuarios y haciendo referencia a un grave problema que sufre en la espalda. Eso sí, esos dolores se quedan atrás cuando menciona sus aventuras diarias entre estas paredes. "Nos llevamos muy bien todos, lo hacemos lo mejor que se puede", señala mientras recuerda las vivencias desde que forma parte de Prode. "Las monitoras me encantan, son súper buenas todas, en especial mi madrina", añade.

Isabel Rodríguez, usuaria de la entidad.
Isabel Rodríguez, usuaria de la entidad. / Sánchez Ruiz

Al hablar de las barreras y situaciones desagradables que sufren las personas con discapacidad, Isabel se emociona: "Mucha gente piensa que no somos capaces de trabajar, pero claro que lo somos. Muchos nos ven como imposibles por nuestros problemas y eso es injusto. Te ven muy diferente, no te ven como ellos, pero si nos ponemos así, todo el mundo tiene una discapacidad, cada persona no se ve a sí misma", sentencia. De todas las actividades que realiza en su día a día, su favorita es el baile, pero uno de sus sueños es terminar sus estudios y realizar un curso de maquillaje, su gran pasión desde pequeña.

Mari Carmen Villarreal tiene 57 años y también vive en una de las viviendas de la fundación en Pozoblanco, la cual siente como "su casa", ya que conoce a todas las trabajadoras y las nombra y trata con mucho amor. Recibe a este periódico en su entorno más cercano, donde cuenta cómo es su día a día y nos hace sentir unos más de su vida. Durante la entrevista narra algunos episodios de su vida acusada por el sentimiento de soledad y golpeada porque, los que creía que eran sus amigos, no le trataron como tal.

El triste fallecimiento de sus padres le impulsó a tomar la decisión de buscarse la vida en otra ciudad. Como cuenta, su vida ha dado un giro y disfruta mucho de su tiempo en la Fundación Prode: "Estoy muy contenta y muy alegre, mi vida ha cambiado totalmente. Ahora hago las cosas con alegría, hablo con alegría y nunca me levanto seria".

Mari Carmen realiza sus labores en la lavandería.
Mari Carmen realiza sus labores en la lavandería. / Sánchez Ruiz

Mari Carmen, con una sonrisa de oreja a oreja, narra cómo la amistad y el cariño que recibe en la Fundación Prode le alegran sus días. En su jornada tiene muchas labores, pero siempre encuentra un hueco para sus hobbies. "Por la mañana me levanto a las 06:30, me visto y hago mi cama. Luego me vengo a la cocina y preparo el café. Por la mañana trabajo en la lavandería, salgo a las 13:00 y luego me vengo a descansar", comenta la usuaria, a quien le encanta estar con sus libros, sus sopas de letras y dibujos. Nos despide con alegría y con la intención de comprar el periódico para enseñar su foto a todos sus compañeros.

Las barreras sociales se sienten muy débiles desde Pozoblanco, el entorno donde se desarrollan todas estas historias. Ya no son solo historias con alma, sino relatos de ilusión, coraje y mucho trabajo. En esta sede de la Fundación Prode en Los Pedroches se ponen los cimientos de una nueva sociedad en la que lo único que no es bien recibido es la intolerancia, ya que todas las personas tienen el derecho a disfrutar de las oportunidades laborales, los sueños y el amor.

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