Opinión

Que el futuro valga la pena

  • La solución está en nosotros. Esto nos servirá para pensar, aunque sea desde el punto de vista egoísta, que la desigualdad social desfavorece a todos

Personal de una residencia de mayores

Personal de una residencia de mayores

Hasta ahora los políticos han manejado la crisis covid-19 como han podido, pero casi siempre improvisando por dos motivos fundamentales: La ignorancia, que puede deberse a que no saben lo que se les viene encima, una situación desconocida, o que son ignorantes funcionales rodeados de asesores poco hábiles que les reportarán más incongruencia aún.

La cuestión es echar la culpa al otro de lo que está ocurriendo tal cual se tratara de una infantilidad, sin “coger el toro por los cuernos”, como en la mitología griega, y referido a Heracles, afrontar los problemas y tomar control de ellos. ¿Podemos decir o pensar que hasta ahora no hayamos tenido situaciones extremas tan acuciantes en nuestro entorno que haya afectado a tanta gente o tan globalizado?

Hemos de hacer dos menciones: Resolver la crisis en el presente y preparar la crisis para lo que ha de venir. Lo del presente la están resolviendo los trabajadores esenciales. Lo de preparar el futuro sí es cuestión política. ¿Pero serán lo suficientemente capaces de unirse contra esta situación o habrá un sálvese quien pueda y aprovechar la debilidad del gobierno para que algunos obtengan sus réditos personales?

Ahora estamos ante la verdad, que no la pos verdad, aunque algunos insistan, y la verdad es que se manifiesta por poner en tela de juicio todas y tantas anormalidades como la falta de presupuesto a los entes esenciales como la sanidad, en pro de aquellas organizaciones que ni son esenciales ni han producido o provocado bienestar social, excepto para algunos que se han empoderado de forma totalmente ficticia. Los ciudadanos han colaborado magníficamente antes, ahora y después. Ha sido una situación tan desesperada que ha unido a la mayoría de las personas, se han dado cuenta del valor de la sociedad unida y el apoyo, en forma de aplauso, dispensado a los que les ayudan.

El problema futuro emanará de no haber clausurado temporalmente la actividad empresarial o de masas en su momento pensando solo en el perjuicio económico, pero más dura será la caída, porque más tiempo tardaremos en salir del agujero y, lo más grave es que se ha antepuesto el dinero a la salud, lo que tendrá consecuencias. Todos sabemos que la paralización de la economía fue necesaria para evitar la debacle del sistema sanitario y controlar la pandemia.

¿Pero quién va a sufrir la crisis, los regidores? No, los sacrificios serán para otros, no los harán suyos. La sufrirán los más desfavorecidos, y no solamente hablo de indigencia, a los que muchos podrían llegar si no se pone remedio. A algunos sólo les quedará la dignidad y a otros el dinero con indignidad.

¿Quién se acordará después de los que lo han dado todo, incluso la vida, por salvar la salud de sus semejantes cuando esto haya pasado? Algunos comparan la pandemia con una guerra, pero una guerra de imagen, para ver quién sale más veces en el telediario, quién ha sido el más precoz en dar soluciones o quién lanza más proclamas del todo inocentes, porque no sabía. Eso ya lo sabíamos y sabemos ahora con más certeza. Mas bien estaremos en una situación de postguerra, en la que habrá que tratar el enfrentamiento divergente mirando todos en la misma dirección. Que podamos decir lo que dijo Adolfo Suárez una vez aprobados los acuerdos de la Moncloa: “Señores, todos deberíamos felicitarnos mutuamente”.

¿A quién conviene la desigualdad social? A nadie. Porque el covid-19 no respeta clase social, ni económica, ni nada que se le parezca. ¿Qué quiere decir esto? Que si el que vive en una chabola no tiene sanidad, ni artilugios para protegerse él y su familia del virus, es un portador que tiene que buscarse la vida y le llegará y contaminará al más prepotente potentado.

La solución está en todos y cada uno de nosotros. Esto nos servirá para pensar, aunque sea desde el punto de vista egoísta, que la desigualdad social desfavorece a todos, es verdad, pero a unos más que a otros; y debemos recordar que son los trabajadores los que mantienen la economía y a los que habrá que prestar ayuda inmediata que mitigue su lesión económica. El Estado debe de aprender a invertir en lo que necesita la sociedad para cuidar de todos. Invertir en el presente para que el futuro valga la pena.

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