De los fuegos y la Córdoba ciclotímica
cruz conde 12
Oscilaciones. Tiene esta ciudad tendencia a un autoanálisis pendular, que en mayo se vuelve maravilla y cuando pasan las fiestas, las campañas y los fastos se torna deprimente.
L O bonito de los fuegos artificiales es cuando suben, pues ahí son pura magia, con su lírica infantil de ojos como platos y noche ferial que comienza. Luego, claro, se apagan, y cae la varilla, y la noche se vuelve oscura, y las ferias y los mayos concluyen. Llega el verano con su plomizo agosteño, y luego el otoño con su curso que empieza, sus madrugones y sus paraguas. La prosa de la vida, que en el fondo es el camino por el que damos la mayor parte de los pasos vitales, no nos engañemos.
Córdoba, por supuesto, también tiene momentos de fuegos que suben e instantes de varillas que bajan. Su historia tiene glorias y sombras, lógicas en una ciudad milenaria, como decimos los cordobeses cuando nos ponemos pomposos (y mira que nos gusta). Lo que pasa sin embargo es que a menudo caemos en la ciclotimia emocional, e igual nos creemos los reyes del mambo cuando vemos los holeles llenos por primavera que nos volvemos decadentes, dannunzianos, cuando salen las listas del paro y nos demuestran que nuestra economía no ha alcanzado el desarrollo lógico dado el tamaño de la provincia, sus recursos naturales, su situación geográfica y su población.
Las campañas electorales, por su propia dinámica interna, son muy dadas a eso: a que el mundo se analice entre negros y blancos sin que se tengan en cuenta los grises, que al fin y al cabo son las tonalidades más usuales en casi que cualquier sitio. Los partidos tienden al maximalismo, e incluso las nuevas formaciones caen de forma evidente en la misma dialéctica. Su expresión habitual no es otra que ensalzar lo propio como si uno hubiese descubierto la pólvora, como si en su caja de herramientas ideológicas tuviese un recetario mágico y universal, y desprestigiar cualquier propuesta del rival como si fuese no sólo torpe, sino también malvado. Y lo curioso es que por el Ayuntamiento cordobés han pasado algunos que otros gestores bastante poco hábiles en las décadas democráticas, pero la mayoría de ellos no fueron malvados. Indolentes algunos desde luego que sí, y muchos de ellos demasiado felices bajo el fresquito del aire acondicionado y del estupendo sueldo municipal. Pero malvados hubo pocos; algunos sí, pero pocos. A lo que voy es a que falta análisis sereno y a que ese aguafuerte al que tienden los partidos es una de las bases en las que se funda esta ciclotimia que nos vuelve tarambanas, incapaces de definir la propia identidad.
Piensa uno que en alguna parte debe de frenarse el péndulo de las dos Córdobas, en el caso de que sean sólo dos. Ésa del taxista que te coge y te da la matraca diciendo lo mal que está todo y la mierda de ciudad que tenemos por culpa de no sé quién y ésa otra del turista que sale salibeando y diciendo que ya quisiese él pasar una larga temporada en una ciudad así. Ni tan maravillosa es esta urbe ni tan terrible.
La campaña, me da que por fortuna pues poco aporta salvo trincherismo no ilustrado, ya acabó y esta noche mismo sabremos, salvo que la cosa quede muy ajustada y enigmática, quién llevará la rienda de la ciudad en los cuatro años que se avecinan. Seguro está que tendremos un Pleno más variado, así que uno confía en que eso sirva para que las sesiones ganen en sustancia y no para que ganen en metralla. Me temo sin embargo que la España fragmentada en sus instituciones puede tender a convertirse en gallinero, por lo que, desde este rinconcillo, me atrevo a pedirle a los nuevos capitulares que no nos lleven por la senda de la bronca. Que Córdoba no se merece el tumulto político que se está instaurando al Sur de Europa. Si lo hacen, si unos comienzan a defender lo propio sin autocrítica y el resto todo lo critican de forma tal que nada parece salvable se estará contribuyendo no a mejorar la ciudad sino a estigmatizarla en su ciclotimia de apocalípticos e integrados. Tras cuatro años en los que apenas hubo oposición, me da que en este nuevo ciclo tan importantes serán los opositores como los gobernantes. Tal es así que a ellos especialmente me dirijo, pues su labor es básica para construir ciudad. Perdedores esta noche pero ganadores seguro en el futuro si se guían por el amor a Córdoba y no por el orgullo de partido.
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