Entrevista

El exjuez José Castro: "La inviolabilidad del rey ya era un término abominable cuando se redactó la Constitución"

El exjuez José Castro, con su libro, en Córdoba.

El exjuez José Castro, con su libro, en Córdoba. / Juan Ayal

El magistrado José Castro (Córdoba, 1947), conocido por sentar en el banquillo de los acusados a Iñaki Urdangarin y a la infanta Cristina, presenta su nuevo libro, El ajedrez de siete piezas (Documenta Balear, 2023), un relato ficcionado en el que recrea el encierro de los padres de la Constitución en el Parador de Gredos para dar forma al texto. Desde la absoluta independencia que le brinda la jubilación, Castro, que ya se define como "exjuez", conversa con El Día sobre la Ley de Amnistía, la reforma de la Constitución o la instrucción del caso Nóos. La presentación es este miércoles a las 20:00 en la sala Julio Romero de Torres del Real Círculo de la Amistad.

-¿Cómo surge esta novela?

-Es fruto del aburrimiento, sinceramente, porque todo lo que he escrito es porque me sobraba tiempo. Nunca me había planteado disertar sobre la Constitución, como tampoco nunca había pensado escribir sobre mi vida. Es más, me negué a hacer un libro sobre mis vivencias que me propuso el editor de Palma porque, a mi entender, y sigo en ello, una cosa es tener buen oficio judicialmente hablando, si es que lo he tenido, y otra es hacer literatura. Sí insisto en que este no es un libro que se haya hecho al socaire de los debates que ahora están en boga sobre la Constitución, porque lo escribí hace año y pico, cuando toda esta controversia no era adivinable.

-La sensación es que la publicación no ha podido ser más oportuna... 

-No, ni oportuna ni oportunista. El libro lleva entregado desde mediados de 2022, pero entiendo que la editorial lo ha lanzado cuando comercialmente le ha interesado.

-El eje argumental del libro es el encierro de los siete padres de la Constitución en el Parador de Gredos para dar forma el texto. ¿Es un asunto que le inquieta? 

-Pues no sabría decir qué motivación me llevó a escribir sobre esto, porque estos siete padres de la Constitución nunca han sido mi fuerte. En mi modesto entender, hay cientos de padres y hay que tener en cuenta la influencia de los grupos parlamentarios, de los diputados, de los senadores... Pero bueno, sobre la base histórica real de la reunión de estas siete personas en el Parador de Gredos desarrollo una ficción. Todo lo que ocurre es puramente inventado. 

-¿Se ha sacralizado la Constitución Española?

-Fíjese si es sagrada que hemos tardado 45 años en darnos cuenta de que "disminuido" no era un término correcto. Y no sé para cuándo estará prevista la próxima reforma, porque son cambios que debieran afectar a pasajes fundamentales como la Corona, lo que requiere de unas mayorías muy cualificadas y del sometimiento a un referéndum. Es tan complejo que igual muero sin ver los cambios que para mí serían deseables.

-¿En qué sentido deberían ir esos cambios?

-Solo hace falta coger la Constitución y empezar desde el principio. Que la ley te diga que la unidad de España es indestructible... Es deseable, claro que sí, pero el sentimiento unitario de un país no lo puede imponer una ley.  ¿Y qué hacemos con los que piensan de otra manera? Y no soy yo, porque me siento español aunque no lleve la banderita en la correa del reloj ni la cuelgue en el balcón de mi casa. A todos esos que hablan de la unidad de España les preguntaría qué querrían hacer con los que piensan diferente. Aquí hay gérmenes nacionalistas, en Cataluña ni cuento, en el País Vasco... Y esas personas tendrán el derecho a vivir y a manifestarse, y alguna solución que no sea pasarles los tanques por encima habría que habilitarles. Por no hablar del artículo 56. La inviolabilidad del rey ya era un término abominable en su momento, pero no tuvieron el valor de ponerlo con nombre y apellido. Eso de inviolable ni Dios sabía lo que era cuando se votó la Constitución, porque en el diccionario viene otra acepción que no es la que adoptó el Tribunal Constitucional. Todo lo que sea nivel personal debería quedar absolutamente desprotegido y sujeto a los trámites propios de cualquier ciudadano. ¿Y el nombramiento de los magistrados del Constitucional, que se dividen entre progresistas y conservadores? Algunos nombramientos han sido absolutamente escandalosos, incluso a uno le instruí una causa, que al final se archivó porque la Fiscalía planteó la prescripción. ¿Y qué puedo decir de los miembros del Consejo General del Poder Judicial? Por lo visto, a los padres de la Constitución se les olvidó decir quién tenía que nombrar a los de procedencia judicial. Se les olvidó... por no decir que era para dejarlo en manos del Gobierno de turno. O la preterición del hombre respecto a la mujer para la sucesión en la Jefatura del Estado. Ya parto de que no debiera haber ninguna sucesión, porque el cargo no debiera ser hereditario. Mis hijos no han heredado el juzgado... afortunadamente. ¿Por qué hay que heredar un trono? Es algo que también habría que corregir. 

-Ha sacado muchos temas que han desembocado en el cuestionamiento de la Justicia. ¿Ha sentido durante sus años de ejercicio este desapego de la sociedad?

-La Justicia es un litigio entre partes. Para el que gana es una bendición y para el que pierde, el juez no tiene ni puta idea, es un ignorante. Ahora en Palma están dando hora para los juzgados de lo Social para año y medio. ¿Eso tiene sentido? La Justicia funciona mal en un país en el que pocas cosas funcionan bien. ¿Qué vamos a decir, por ejemplo, de la sanidad? O de las residencias de Madrid durante la pandemia. Aquello fue un crimen en masa, un gerontocidio. Esa percepción la tienen los ciudadanos, como tienen la percepción de que la Justicia no es igual para todos. Y creo que ahí aciertan. 

-¿Lo ha vivido?

-Cualquier juez ha vivido que la Justicia no es igual para todos. 

-Pero cualquier juez no ha sentado en el banquillo de los acusados a una infanta y a su marido...

-La vivencia te dice que no es igual imputar a cualquier ciudadano que a una infanta de España, aunque de entrada debería ser igual porque la infanta no era ninguna aforada, sino que estaba sometida a la jurisdicción como cualquier otro ciudadano. Seguramente a los ponentes de la Constitución se les olvidó blindarla... Hoy día a lo mejor reforman la Constitución para decir que cualquier juez de provincia no puede imputar a una infanta de España. Pero se notaba por la virulencia de la Fiscalía, por la pasividad de la Abogacía del Estado, por la complicidad de alguna manera de la Agencia Tributaria. Decía que Aizoon era una máquina defraudatoria, y no es una expresión mía, pero al mismo tiempo argumentaba que la infanta no tenía nada que ver en todo aquello. Deje que eso lo decía yo... Hubo confesiones de alto nivel de la Agencia que me advirtieron de que al teclear el DNI de la infanta aquello era una feria, que se encendían todas las bombillas en todos los departamentos y de Madrid llamaban a preguntar quién lo había tecleado.

-¿Sintió presiones durante la instrucción?

-No. Hay jueces que se sienten presionados porque alguien critica una resolución suya. Yo critiqué una resolución de una jueza de Palma y salió la decana diciendo que yo había atentado contra la independencia judicial. Por lo visto, para algunos jueces la independencia es algo tan frágil que la ven perturbada por cualquier comentario.

-¿A los jueces entonces se los puede criticar, no son intocables?

-¡Claro! Y yo entendí que el ahora rey emérito hiciera algún comentario sobre mí. Que no fue insultante ni vejatorio, sino que simplemente no entendía mi comportamiento. Porque entiendo que un padre de una imputada tenía todo el derecho a decirlo. Y el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, que dijo que me diera prisa. Ojalá hubiera podido apretar un botón. O comentarios del fiscal general del Estado... Pero que alguien no esté de acuerdo con lo que yo hago no lo considero una presión, porque en ningún momento se me forzó a cambiar de criterio, que considero la esencia de la presión. A mí nadie me dijo nunca cuidadito con lo que haces. Ni me ofrecieron altos cargos judiciales si cambiaba de criterio. Todo el mundo me respetó, aunque no todo el mundo estaba de acuerdo con lo que yo hacía, y es legítimo y correcto.

-¿Nunca se creyó a la infanta Cristina?

-Ni yo, ni usted, ni nadie... Según los propios empleados del hogar, les dijo que los contrataba verbalmente y les pagaba en negro. Es decir, sabía que había un dinero negro en su casa. Y luego, cuando reclaman que se les haga un contrato, a la señora que limpiaba y al jardinero los contrataron como administrativos de Aizoon, sociedad de la que ella participaba en un 50%. La diferencia entre la sentencia de la Audiencia y mi postura no era tan grande. Ambos entendíamos que se había aprovechado del dinero defraudado por su marido. La diferencia es que, para la Audiencia, ella no sabía nada. Y yo pensaba que ella lo había orquestado. Me recordaba al Jaguar que apareció en un aparcamiento. La primavera ha venido y nadie sabe cómo ha sido... Si alguien se lo traga, muy bien, pero yo no.

-Volviendo a la novela, hay una segunda línea temporal relacionada con el caso Wanninkhof, ¿le marcó especialmente este suceso?

-Hay un artículo de la Constitución que dice que la Administración de Justicia reconocerá los errores judiciales y el Estado indemnizará a las víctimas. En el libro, Jordi Solé Tura, que es el padre de la Constitución más afín a mis planteamientos, sufre una especie de viaje astral que le lleva a reflexionar sobre este asunto, y en un momento reconoce a una mujer a la que nunca antes había visto, es una especie de premonición. Es ahí donde trato el caso de Dolores Vázquez. Le he mandado un ejemplar del libro y me gustaría conocerla

-¿No le ha respondido?

-No, y lo comprendo. La habrán asediado miles de personas. Me encantaría conocerla, comer con ella en Betanzos y punto. Ni voy a tomar notas ni voy a escribir sobre ella. Pero es un personaje que me cae bien.

-¿Se considera juez o exjuez?

-Exjuez. La verdad es que no aparezco por los juzgados...

-¿Y llegó a identificarse como un superjuez?

-No, no me gusta que me llamen superjuez o juez estrella, aunque tampoco me molesta, porque la mayoría de las personas lo hacen sin mala intención. Nunca me he atribuido este calificativo. Y lo importante es que ningún juez haya provocado el ascenso a ese estrellato manipulando las normas de reparto para que te caigan asuntos mediáticos o dictando resoluciones que persiguen la notoriedad pública. 

-Ya ha dicho que la Ley de Amnistía es constitucional. ¿Cuál es su argumento?

-Le ley en sí es constitucional, y el contenido técnico ya veremos... En una democracia donde lo que no está prohibido estrictamente se supone que está permitido, decir que la amnistía la impide la Constitución porque veta los indultos generales es hacer una interpretación extensiva de un precepto limitativo de derechos que no está permitido. Si los constituyentes hubieran querido prohibir los indultos o la amnistía, qué les hubiera costado dejarlo detallado. En la Constitución no se habla de estos asuntos en absoluto.

-¿Alguna vez ha sentido que no ha hecho Justicia?

-En muchos casos he notado, y no hablo de asuntos mediáticos, una desprotección brutal hacia el consumidor. Echo en falta por ejemplo una regulación de la publicidad que no sea engañosa, porque hay verdaderas estafas.

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