Córdoba

La egabrense que vivió una intensa vida por encima de convencionalismos

  • María del Carmen Felisa Giménez Flores, la Infantona, cautivó a Antonio de Orleans en Madrid y tras lograr una considerable fortuna terminó su vida en Cabra ayudando a los demás

Barrio de la Villa de Cabra.

Barrio de la Villa de Cabra.

María del Carmen Felisa de la Santísima Trinidad Giménez Flores nació en Cabra el día 21 de febrero de 1867. Hija de José Giménez Brito, zapatero de profesión -natural de San Roque (Cádiz)- y María de la Sierra Flores Milla, de Cabra. Siendo conocida entre sus paisanos por la Sanroqueña, en su juventud trabaja en la recogida de la aceituna o la remolacha hasta que marcha a servir a Madrid.

En la casa del diputado egabrense Juan Ulloa y Valera, muy asiduo de la noche madrileña, conocerá al infante de España Antonio de Orleans y Borbón, duque de Galliera, hijo de los duques de Montpensier y hermano de la reina María de las Mercedes, casada con el rey Alfonso XII. Desposado por razones de Estado con su prima la infanta doña Eulalia de Borbón, hermana del Rey de España.

La bella Carmela cautivará al desdichado príncipe de Orleans, pasando de ser una joven humilde y trabajadora a una mujer refinada, distinguida aristócrata y finalmente una piadosa y caritativa señora.

Desde el primer momento es halagada con lujos y regalos llamativos de su amante, quien la pasea por toda Europa y hasta le regala una mansión en el número 48 de la rue Spontini de París. También será frecuente la estancia de la pareja en Sanlúcar de Barrameda, donde se les ve por algunos establecimientos de la localidad, al margen de la estricta moralidad dominante y del qué dirán.

La relación estaba ya plenamente consolidada a mediados del año 1892. Fue la propia Infanta Eulalia de Borbón la que descubrió la carta que confirmaba el amor extraconyugal de su marido con la de Cabra. El amoroso texto empezaba diciendo: Sielito mío y terminaba con la firma de Carmela.

En Sanlúcar consigue que el Infante le ceda su hermosa finca de El Botánico, hoy bellísimo parque público. Y le hace adquirir para ella otra finca en la misma ciudad, la llamada El Maestre, con su bodega, valorada en 250.000 pesetas de la época. A ellas se van agregando joyas valiosísimas, lámparas, muebles, tapices procedentes de los palacios de Bolonia y dinero, mucho dinero, además de valores monetarios que iba depositando en bancos extranjeros.

Para obtener esos fondos, el Infante malvende su riquísimo patrimonio, cuadros como Las majas en el balcón de Francisco de Goya, actualmente propiedad de un coleccionista privado de Suiza. O La muerte de Laocoonte y sus hijos en el sitio de Troya, único cuadro de tema mitológico pintado por El Greco que decoraba el Salón de Antecámara del Palacio de San Telmo, actualmente en la National Gallery de Washington en la colección Samuel H. Kres. También pagará la financiación del grandioso mausoleo con capilla que Mariano Benlliure realiza para Carmen en el cementerio de San José de Cabra.

Antonio de Orleans se reencuentra, en el hotel Savoy de Londres, con Marie-Louise Le Manac'h, viuda de Simon Gugenheim. Inmediatamente seducido por esta joven bretona, el príncipe entabla con ella una relación amorosa. Este hecho, y la secreta debilidad de Eulalia por un tal Jametel, precipitan en 1900 el primer divorcio real con sonado escándalo en las cortes europeas. Carmela, lejos de sentirse satisfecha, conseguiría además un título para ennoblecer su modestos orígenes: la Infantona. Por 500.000 pesetas de la época será la vizcondesa de Termens.

Aristócratas inglesas, cantantes francesas, entre otras, desgastan una relación de casi 30 años, que termina a finales de 1917, cuando ella conoce a un apuesto sueco, al que pronto hace su novio. A pesar de ello, el generoso don Antonio, que ha invertido más de diez millones de pesetas en esta relación, le otorga a Carmela una pensión de 8.000 coronas suecas semanales.

En 1921, a los 50 años, Carmela contrae matrimonio con un viudo con tres hijos, Luis Gómez de Villavedón y Santos, capitán de Infantería de Su Majestad propuesto para la Laureada de San Fernando por su valerosa participación en la guerra de Marruecos, pero enviuda cinco años más tarde cuando su marido muere en extrañas circunstancias.

Tras múltiples pleitos con los hijos del Infante de Orleans -que perdió obligándole a devolver parte del patrimonio- y desahuciada de El Botánico, Carmen, sexagenaria, tras una peregrinación a Roma, se convierte en una mujer piadosa y se establece definitivamente en su casa de la calle Álamos, 16 de Cabra.

En 1912 ya había donado un manto y vestuario para Nuestra Señora de la Sierra, patrona de Cabra por la que sentía una profunda devoción, y remodelaría su camarín en 1927. A la imagen de la Divina Pastora de los Capuchinos de Sanlúcar le regalaría el artístico cayado dorado que luce en sus salidas procesionales.

Un monasterio en Berja, la ermita de Nuestra Señora de Gádor y una escuela le harían hija adoptiva en 1930. En el pueblo cordobés de Zamoranos construye una iglesia y en Cabra remodela el altar mayor de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán. Patrocinó a dos de las cofradías más importantes: las Angustias y la Expiración, de las que fue Hermano Mayor. Colaboró con el asilo de San Rafael de Córdoba.

Constituyó la fundación que lleva su nombre con un grupo escolar, a cargo de las Hijas de la Caridad, a costa de su patrimonio para beneficio de los más humildes. En la capilla de esta fundación se encuentra ubicado el mausoleo que Benlliure le esculpió y que contiene sus restos, por autorización papal, desde su fallecimiento el 3 de enero de 1938, a la edad de 71 años, en plena guerra civil española.

A su muerte, con parte de su dinero se creó un barrio humilde para trabajadores en el barrio de la Villa en Cabra. Es la historia de una persona que manejó su vida por encima de todos los convencionalismos imperantes. En la actualidad, la Fundación Vizcondesa de Termens se encarga de honrar la memoria de su fundadora otorgando ayuda y protección a las clases humildes.

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