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El 'desconocido' día a día de las enfermeras de Instituciones Penitenciarias de Córdoba

Desde la izquierda, el equipo de Enfermería del Centro Penitenciario de Córdoba: José Miguel, Lucía (supervisora), Marta, Alejandra, Irene, Carla, Virginia y María José; enfermeras a las que se suma Carmen ausente en la imagen.

Desde la izquierda, el equipo de Enfermería del Centro Penitenciario de Córdoba: José Miguel, Lucía (supervisora), Marta, Alejandra, Irene, Carla, Virginia y María José; enfermeras a las que se suma Carmen ausente en la imagen.

El Centro Penitenciario de Córdoba se ubica a menos de 10 kilómetros de la céntrica plaza cordobesa de Las Tendillas –o a 9,78 kilómetros en línea recta de la sede del Colegio Oficial de Enfermería de Córdoba, según Google Maps, por dar otra referencia de ejemplo-; apenas a 20 minutos en coche por la Autovía a Madrid, y algo más en autobús o bicicleta. Sin embargo, a pesar de la cercanía física, existe una gran desinformación entre la ciudadanía cordobesa del día a día de la realidad que se vive en la prisión. Una prisión en la que no solo residen las personas que cumplen condena, sino profesionales de diferentes ámbitos cuya labor, bien por falta de conocimiento o por el estigma social que conlleva todo lo relacionado con las cárceles, en ocasiones es una gran desconocida o permanece oculta y en el olvido para los ojos de la mayoría.

Entre estos profesionales, se encuentran los enfermeros de Instituciones Penitenciarias, encargados de velar por la salud y el cuidado de la población reclusa. En el caso del centro penitenciario cordobés, son 9 las enfermeras que realizan esta importante labor, formando parte de una plantilla total de 485 personas que trabajan en este centro entre personal de vigilancia, tratamiento, oficinas, dirección y otros sanitarios. como médicos y auxiliares de Enfermería. Y trabajando a diario codo con codo con estas enfermeras, tres ordenanzas –presos de confianza- que, tras valorarse como adecuados y recibir formación específica, realizan labores similares a un celador, “y cuyo apoyo y colaboración con nosotras es esencial”, señalan estas enfermeras.

Como el resto de los algo más de 550 enfermeros de prisiones existentes en España, estas profesionales cordobesas accedieron al puesto a través de una oposición al Cuerpo de Enfermeros de Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio del Interior, que consta de una oposición en la que no barema la experiencia previa y un posterior periodo de prácticas. Un acceso que, como estas enfermeras explican, permite, una vez superada la oposición y periodo de prácticas, “tener un trabajo estable para toda la vida”, al contrario de la temporalidad y concatenación de contratos que suele ser habitual durante años en el acceso al sistema sanitario público andaluz.

Múltiples opciones de desarrollo profesional

No obstante, no es solo esta estabilidad laboral lo que resaltan estas enfermeras, sino la posibilidad de desarrollar la profesión en múltiples facetas y ámbitos. Como explica uno de estos profesionales, José Miguel, que acumula 16 años de experiencia en el centro penitenciario cordobés, “todos hacemos de todo, y este trabajo te permite hacer prácticamente todos aquellos cuidados que quieras hacer y en los ámbitos que quieras desarrollarte profesionalmente”.ç

Una de estas enfermeras, Carla, realizando curas a un interno Una de estas enfermeras, Carla, realizando curas a un interno

Una de estas enfermeras, Carla, realizando curas a un interno

La supervisora de Enfermería, Lucía, preparando la dispensación de metadona. La supervisora de Enfermería, Lucía, preparando la dispensación de metadona.

La supervisora de Enfermería, Lucía, preparando la dispensación de metadona.

En concreto, el día a día de estos profesionales transcurre entre la preparación y el reparto de medicación y metadona a los internos que lo necesitan, curas, programaciones asistenciales, formación en educación para la salud a los reclusos y al propio personal del centro, extracciones, elaboración de dietas específicas y cuidados a los internos-pacientes. Cuidados puntuales y/o rutinarios, o a los que ocupan las 64 camas disponibles en la primera planta del módulo exclusivo de Enfermería con el que cuenta la prisión de Córdoba, que es, salvando las distancias, un mini hospital o centro de salud, con su sala de curas, sala de rayos, farmacia y otras dependencias en las que trabajan estas enfermeras junto al resto de personal sanitario.

Recopilando medicamentes en la farmacia del centro. Recopilando medicamentes en la farmacia del centro.

Recopilando medicamentes en la farmacia del centro.

Ante todo, pacientes

Un módulo en el que, más allá de la situación personal de cada interno, “atendemos a pacientes”, como señalan estas enfermeras, para las que las posibles reticencias éticas que buena parte de la sociedad y profesionales o estudiantes de Enfermería piensa que pueden tener, en cuanto lo que supone atender a personas que han cometido delitos, algunos de ellos muy graves, “apenas existen, ya que nuestra labor y compromiso también pasa por humanizar al interno”, afirman.

“A la hora de la atención, los vemos como lo que son, nuestros pacientes”, afirma Alejandra, enfermera de prisiones hace cuatro años, los dos últimos en Córdoba, a donde ha llegado tras 11 años previos de experiencia profesional en otros ámbitos. Y, en realidad, "no queremos ni saber el posible delito que hayan cometido”, apunta Marta, la enfermera más veterana del centro, en el que lleva 18 años tras otros tres años anteriores trabajando también en Instituciones Penitenciarias y dos años más de experiencia previa en Atención Primaria. Si bien es verdad que a veces son los propios reclusos los que cuentan el motivo por el que están allí.

Otro cliché o estereotipo existente es que las cárceles son entornos de violencia y motines, pero ¿sufren estos profesionales de Enfermería agresiones? La realidad es que no, afirman, hasta el punto de que el porcentaje de agresiones (en ningún caso graves) es inferior al de la media que sufre el personal sanitario entre la población general. Aunque tampoco se trata de edulcorar la realidad, ya que, como explica José Miguel, “la atención y el tratamiento con la población reclusa no es fácil, y contamos con el imprescindible apoyo y colaboración del personal de vigilancia, con el que también trabajamos codo con codo, para garantizar y velar por nuestra seguridad e integridad física; pero en líneas generales los internos nos tratan con respeto e incluso valoran y agradecen nuestros cuidados”.

Reparto y gestión diaria de la medicación

Entre todas las labores que realiza este colectivo, destaca, por la diferencia que marca el Centro Penitenciario cordobés en relación a otras prisiones de España, el reparto diario de medicación que las enfermeras y las auxiliares de enfermería realizan en los propios módulos de internos en régimen ordinario o de segundo grado, el régimen en el que se encuentra la mayoría de los 1.244 internos actuales –en torno al 96% hombres, frente a 51 mujeres internas en el módulo correspondiente-, exceptuando aquellos que están en régimen cerrado o de primer grado por tratarse de internos extremadamente peligrosos o manifiestamente inadaptados a los otros regímenes.

Un reparto diario que ha permitido que disminuyan los casos de sobredosis de medicación, motivada por la acumulación que algunos internos hacen si se reparten los medicamentos para varios días, como resalta la propia directora de la prisión, Yolanda González. Un reparto y gestión general de la medicación en la que las enfermeras son las principales protagonistas, y donde el denominado Tratamiento directamente observado (TDO), por el cual cada enfermera comprueba en el momento la toma real de la medicación, es una técnica diaria y de vital importancia. Sobre todo para aquellos internos que, con problemas mentales o tuberculosis, no quieren tomar la medicación.

“Labor importantísima” para la Dirección

Precisamente, la directora destaca la “labor importantísima que las enfermeras, junto al resto de personal sanitario, realizan en el centro”, integrándose en la propia organización del mismo. “Un trabajo extraordinario –afirma Yolanda González- que no solo se ha vuelto a poner de manifiesto en la pandemia del COVID-19, en cuyos inicios la Enfermería fue esencial para gestionar el distanciamiento social y el resto de medidas preventivas junto al cuidado de toda la población; sino que sigue presente en múltiples aspectos como la prevención y el control de las enfermedades de los internos, el trabajo en prevención de suicidios y el tratamiento de todo tipo de patologías y drogodependencias”.

Este trabajo continuo se refleja en dos importantes datos, uno objetivo y otro algo más subjetivo, pero también visible. En primer lugar, porque la adherencia a los tratamientos entre la población reclusa es superior a la media de la sociedad. Y en segundo lugar porque se constata que, una vez que los internos salen de prisión tras cumplir su pena, suelen presentar un estado de salud mejor al que tenían cuando entraron, “hasta el punto que algunos familiares suelen comentar que aquí están mejor que cuando estaban fuera”, apunta la directora.

Patologías más comunes y competencias

Por lo que respecta a las patologías que suelen atender en prisión, estas enfermeras explican que, en la actualidad, destacan sobre todo las patologías mentales, con una prevalencia cinco veces superior a la población general, según estadísticas oficiales; y las crónicas, como diabetes e hipertensión.Al contrario de las patologías que eran más comunes a finales del siglo pasado o durante la primera década del XXI, como el VIH, la hepatitis o la drogodependencia, que aún siguen presentes, aunque en menor porcentaje, a pesar de que el 55% de los internos ha consumido drogas antes de su ingreso.

En concreto, y teniendo en cuenta que en torno a un 60% de los internos han sufrido alguna vez un problema de salud mental, Alejandra destaca que, a su juicio, entre la formación y competencias que debe tener una enfermera de Instituciones Penitenciarias está precisamente la especialidad o formación específica en Salud Mental, junto al tratamiento de las enfermedades crónicas y las drogodependencias; mientras que Marta también pone el acento en las competencias de prevención y formación y educación para la salud.

En esta línea de prevención y educación, la atención sanitaria que se presta en la prisión de Córdoba aboga por un tratamiento individualizado en el que el uso de psicotrópicos sea el último recurso, y solo en caso estrictamente necesario, “ya que alimentar la drogodependencia no es el camino”, explican.

En definitiva, unas profesionales cuya labor debe ser conocida y reconocida, y que cuentan con el apoyo del Colegio Oficial de Enfermería de Córdoba, que también trabaja para que las enfermeras de Instituciones Penitenciarias sean visibles, con el objetivo de dar a conocer este ámbito de la Enfermería tanto entre el resto de la profesión cordobesa, como entre las futuras enfermeras y la ciudadanía en general. Y con el fin de que los menos de 10 kilómetros que median entre el centro de la capital cordobesa y el Centro Penitenciario no parezcan una distancia mucho más alejada de los 55 kilómetros en línea recta a los que, por ejemplo, se encuentran las enfermeras del Hospital Infanta Margarita de Cabra o del Hospital Valle de Los Pedroches de Pozoblanco.

Más información en  www.coecordoba.es