Plectro flamenco | Crítica de música

Popurrí de aires andaluces

Paco Serrano y la Orquesta de Plectro de Córdoba, en el Festival de la Guitarra.

Paco Serrano y la Orquesta de Plectro de Córdoba, en el Festival de la Guitarra. / Miguel Ángel Salas

De entre los conciertos programadas en la presente edición del Festival de la Guitarra, uno ha destacado por su acento cordobés. Se trata del ofrecido la pasada noche del lunes por el reconocido guitarrista flamenco Paco Serrano junto a la Orquesta de Plectro de Córdoba, formación liderada por Juan Luis González que reúne en el escenario a más de 20 músicos (bandurrias, laudes, guitarras y contrabajo).

Este tipo de agrupaciones, con un importante arraigo en Andalucía, atesoran una sonoridad muy particular, resultado de la tensión y naturaleza metálica de las cuerdas así como de la técnica del trémolo con el plectro, sonoridad que nos evoca de inmediato las noches de estío, con su corolario de serenatas y requiebros al pie de las rejas.

Quizá por ello, por ser parte del imaginario de la música popular, funcionan muy bien para esta formación arreglos de música española tales como las piezas pianísticas de salón de Albéniz, Lecuona o algunos ejemplos del sinfonismo de Falla.

Pero en la propuesta de la pasada noche se dio un paso más al incorporar al conjunto la hondura de un artista como Paco Serrano. En los arreglos de Albéniz, la guitarra de Serrano se interpolaba como una digresión modal -un alto en el camino, un viaje aaquellos acordes bárbaros de los que hablaba Falla- para volver de inmediato al cauce del discurso evocador y sensual, de perfiles tonales clásicos.

Otras veces la guitarra flamenca se sumaba al contorno melódico, generando así una curiosa heterofonía entre el fraseo limpio y conjuntado de las bandurrias (magníficas en todo momento bajo el liderazgo de Elena Caro) con el fraseo libre y absolutamente inspirado de Paco Serrano.

Un buen ejemplo de estas diferentes estrategias para fusionar la guitarra flamenca con la música de Albéniz lo hayamos en la interpretación de Granada, que sonó mágica y evocadora. Otro momento escalofriante fue, sin duda, el coral con el que arranca esa postal cordobesa de Albéniz; el tremolado de la orquesta, magníficamente dosificado y dirigido por Juan Luis González, se elevó en la atmósfera de la noche subyugando a la audiencia.

Sobresaliente, por inspirada y original, resultó también la copla de las Sevillanas de Albéniz que improvisó Paco Serrano. El guitarrista mantiene el perfil melódico original pero lo colorea con arpegios y giros modales. A propósito: qué bien suena la guitarra Manuel Reyes en sus manos.

Pero si hubo algún momento culminante fue, a mi parecer, la Malagueña de Lecuona, aquel cubano que tan bien asimiló la música andaluza, o ese otro de Asturias (en realidad Preludio de Cantos de España, pero eso es otra historia) cuyos acordes secos, entrelazados en el punteo, generaron una energía y un éxtasis de verdadera apoteosis.

Ciertamente, Juan Luis González y Paco Serrano han encontrado un filón riquísimo al fusionar ambos mundos, el de los arreglos de música nacionalista para plectro y el del flamenco, en una propuesta que confío tenga un largo recorrido en las salas de concierto y en lo discográfico: bravo.

Cerraba el programa oficial el Popurrí de aires andaluces, obra decimonónica de nuestro compositor romántico Eduardo Lucena, para dar paso a continuación, ya como propina y ante la insistencia de un público entregado y en pie, a un arreglo de la Danza del Molinero de Falla. Broche a una jornada para recordar.

El concierto, sin embargo, dio comienzo con otro Popurrí, la Fantasía para el 40 aniversario del Festival, obra escrita a alimón entre el director de la formación y el guitarrista, que resultó una especie de pastiche con guiños y evocaciones de músicas muy variadas que han formado parte de la historia reciente del festival. Viva el eclecticismo y viva el arte de Córdoba.

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