Córdoba

"Si uno cree en la Justicia, no le puede poner precio"

  • El letrado cordobés, que cumple pronto tres décadas de ejercicio, acaba de ser distinguido con la Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort por su implicación con la profesión y sus numerosos estudios jurídicos

EL abogado cordobés Francisco Muñoz Usano acaba de ser condecorado con la Cruz Distinguida de la Orden de San Raimundo de Peñafort. Experto en Criminología y presidente de la Sociedad Española de Estudios Jurídicos de Seguridad desde 1998, profesor de Deontología y otra materias en la Escuela de Prácticas Jurídicas y docente, está a punto de cumplir 30 años en la profesión. Muñoz Usano enumera a sus tres maestros: su padre, ya fallecido; su hermano, José Antonio Muñoz, y la Escuela de Prácticas Jurídicas.

-¿Qué supone esta distinción?

-Es un reconocimiento al alto nivel que la Abogacía cordobesa tiene. En este caso, la persona concreta es un factor más o menos aleatorio. También es una distinción por los estudios jurídicos en materia de seguridad, un sector al que también le estoy muy agradecido.

-¿Qué le queda por hacer en el mundo de la Abogacía?

-Me queda ser un buen abogado. No sé si algún día lo conseguiré...

-¿Qué características debe tener un buen letrado?

-Lo primero, debe ser una persona confiable para sus clientes, sus compañeros y, por qué no, para las instituciones con las que se relaciona, como su propio Colegio y la Administración de Justicia.

-¿Eso se aprende en la Escuela de Prácticas Jurídicas?

-Más que aprenderse, te lo enseñan. De quienes más he aprendido es de mis compañeros, que me dan lecciones todos los días. Incluso de los compañeros más jóvenes, a veces te sorprenden.

-¿Cómo fueron sus inicios?

-Llegué de alguna manera condicionado, porque lo que había visto en mi entorno era la Abogacía. Mi abuelo y mi bisabuelo fueron procuradores, mi padre fue abogado y mis dos hermanos mayores, licenciados en Derecho y abogados. Yo no sabía muy bien qué era esto, pero sí tenía la sensación de que me gustaba. Luego, al incorporarme al despacho, tuve que buscar otras áreas de trabajo. Ahí fue donde surgió mi interés por la Criminología y por el Derecho Penal, que me atrajo desde el principio.

-¿Cómo es vivir en una casa donde predomina el Derecho?

-En la casa, el Derecho se quedaba completamente fuera, no había más leyes que el respeto mutuo. Tuve la suerte de tener un padre bastante equitativo y con una gran confianza en sus hijos. De los chavales de mi edad, por ejemplo, yo era de los pocos que no tenía una hora tajante de llegar a casa, pero sí debía hacer que mi familia estuviera tranquila. Lo que sí se traslucía era la enorme dedicación de mi padre, que cada día de trabajo entraba al despacho a las seis de la madrugada.

-¿Un abogado puede fichar o se lleva el trabajo a casa?

-Hasta cierto punto, que te lleves la preocupación a casa es lo que las personas buscan de ti. Aunque yo, para los clientes, tengo una receta diferente. Ya que yo cargo con sus preocupaciones, me gusta que ellos se ocupen y colaboren todo lo posible en lugar de dejarse llevar por el estrés del pleito. Prefiero practicar más la ocupación que la preocupación.

-¿Algún caso le marcó especialmente en sus inicios?

-Sin lugar a dudas. Un amigo con el cual había compartido una celebración familiar un jueves perdió la vida de manera violenta el sábado. Yo llevaba pocos meses de ejercicio profesional. Conocía los hechos desde horas después de ocurrir, incluso visité el lugar del suceso, y ejercí la acusación particular. Lógicamente, debí equivocarme bastante por mi falta de experiencia y por el apasionamiento que te da la relación directa. De ahí aprendí que no suele ser bueno ejercer como abogado de tus amigos ni de tus familiares, sino que el abogado debe tener una prudente distancia que le haga actuar objetivamente dentro de su posición.

-Desde entonces, ¿en cuántos pleitos ha intervenido?

-Por el despacho han pasado más de 4.000, pero aquí los asuntos los asumimos en equipo, colaboramos unos con otros.

-¿Hay algún aspecto que le guste especialmente de su profesión?

-Me apasiona la estrategia. Todos los asuntos jurídicos, además de su tratamiento procesal y legal, tienen una estrategia: desde una separación a una negociación mercantil o un presunto delito. En ese aspecto estratégico, quizás por ser el más veterano del despacho, me gusta intervenir en todos los casos. Un abogado tiene que tener en cuenta que no todo está en las leyes, sino que, como las leyes están hechas para las personas, el aspecto personal te lleva al aspecto estratégico. Eso sí, la estrategia siempre debe ir orientada a la concordia.

-Habla de concordia. ¿Dónde queda esa imagen del cine de los abogados agresivos?

-Una cualidad inherente al abogado debe ser la humildad, y defectos en los que no debemos caer jamás son la prepotencia y comportarme de forma innecesariamente hostil. Son rasgos de debilidad.

-¿Es más difícil actuar como abogado defensor o como parte acusatoria?

-Quizás he hecho durante estos años mayor proporción de acusaciones que de defensas. Ambos tienen su dificultad, y a la defensa se le suma la gran responsabilidad de la posible privación de libertad del sujeto, y eso te compromete y te afecta bastante.

-¿Y un abogado está preparado para defender a cualquier persona?

-Los abogados cordobeses están sobradamente preparados. Y diría que los abogados jóvenes, con las ganas de dedicarse y el tiempo que tienen, poseen valores muy importantes. Se encuentran a un nivel muy considerable.

-Pienso en defensas que se presuponen muy complicadas, como la de José Bretón. ¿Se ha puesto alguna vez en la piel de su compañero José María Sánchez de Puerta, con todo lo que conlleva ese tipo de intervenciones tan mediáticas?

-En ese sentido, me adhiero plenamente a un comunicado que hizo el Colegio de Abogados, en el sentido de que todos los letrados, defiendan la tesis que defiendan, se merecen un respeto y una tutela. Me pareció muy digno ese comunicado, porque de alguna manera se podría estar juzgando indebidamente a un abogado por su papel procesal. Todos los ciudadanos tienen derecho a defensa.

-¿Cómo se prepara un abogado los expedientes más complejos?

-En mi caso, los grandes asuntos penales siempre son para el fin de semana. Es más, son uno de los grandes alicientes cuando llega el viernes. Que te den un tocho de papeles para destriparlo con tiempo... Sigue siendo una gozada con el paso de los años. A lo mejor descubres indicios que no ha visto nadie, que no han sido tocados...

-Hablaba de la excelencia de las nuevas generaciones de letrados, ¿qué futuro tienen en este contexto de crisis?

-En este momento todos estamos afectados por la crisis, pero la Abogacía es una carrera de fondo y hay que verlo todo con perspectiva. El combustible del abogado joven es la vocación. Y no me refiero a algo congénito o innato, sino a una vocación adquirida, al gusto por lo que haces. Sin esa vocación, va a ser prácticamente imposible llegar a ningún sitio.

-¿Y se puede sobrevivir económicamente de vocación?

-¿Puede sobrevivir un odontólogo o cualquier otro profesional? Todo requiere un mínimo de inversión. Hay que ser realista, estamos en un sistema de libre prestación de servicios. Lo que sí creo es que la abogacía es mucho más asequible en equipo. No podría ejercer la profesión de otra manera.

-Hemos visto una profesión en lucha en el último año por asuntos como los impagos del turno de oficio por parte de la Junta. ¿Funciona el sistema tal y como está diseñado o habría que reformarlo?

-Soy parte interesada, porque el turno de oficio es algo inherente en la profesión. Lo que tiene que que cambiar es que la Administración ha de acostumbrarse a pagar lo que debe. Es una cosa muy sana. Si la Administración posee el deber de asegurar la gratuidad de la Justicia, que lo asuma, pero que no haga recaer sobre la Abogacía esta gratuidad. Hoy por hoy, no lo está haciendo en parte, y son en gran medida los abogados quienes están garantizando esta gratuidad.

-Hace unos meses, se asistió por primera vez a una protesta común de todos los agentes judiciales en rechazo a las nuevas tasas judiciales. ¿Qué van a cambiar estos pagos?

-Las tasas judiciales no van a mejorar absolutamente nada. Me parece que ha sido una decisión irreflexiva, al conflicto generado me remito, y no está tomada desde sentimientos de Justicia. Si uno cree en la Justicia, no le puede poner precio. Los abogados no somos realmente los afectados, sino los ciudadanos. Es un absoluto despropósito decir que se defienden intereses corporativistas cuando se critica a los abogados por manifestarse, porque quien necesite un abogado obligatoriamente va a seguir requiriéndolo.

-Sí parece que hay consenso en que la Justicia necesita una reforma...

-La Justicia lo que necesita es respeto por parte de los gobernantes. Si uno cree en la Justicia, la dota de medios. Lo que el sistema no necesita son experimentos ni fórmulas originales. Lo que requiere es apoyo, medios económicos, medios profesionales. La Justicia está funcionando por el enorme esfuerzo de los profesionales, que sinceramente trabajan de manera desproporcionada en comparación con la retribución que reciben. Si no fuera por el componente vocacional del Poder Judicial, todo iría peor. Está por ver que llegue un poder público que dote seriamente de medios a la Justicia.

-¿Cómo que se le explica a un cliente, por ejemplo, que un pleito tarde cinco años en resolverse?

-Esa tarea es una de las responsabilidades y a la vez una de las cargas del abogado, porque hay cosas incomprensibles.

-¿Alguna vez ha sentido que una sentencia es injusta?

-Sí, pero me enseñó mi padre que no hay que confundir la legalidad con la Justicia. Los tribunales están obligados a cumplir la ley. Lo contrario, que imperara el sentido de Justicia particular de cada uno, podría ser un caos.

-Se lleva hablando más de una década de la Ciudad de la Justicia. ¿Cómo es ahora mismo acudir a una vista en Córdoba?

-Desde mi perspectiva personal, no es en absoluto incómodo, sobre todo por la dedicación de los funcionarios. Esto no quita que la Ciudad de la Justicia sea una necesidad ineludible. Será un logro, aunque también se perderá algo de la familiaridad que existe en las oficinas judiciales con la frialdad de las infraestructuras modernas.

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