Informe de la primera oleada del covid-19

Coronavirus: El 63% de los pacientes ingresados en la primera ola ha tenido secuelas

  • Arritmia, alopecia o síntomas oculares tienen cabida en la sintomatología persistente del covid

  • Un estudio con participación del Reina Sofía y el Imibic descubre las huellas dejadas por el virus

  • Se basa en el seguimiento seis meses de 969 pacientes ingresados del 1 de marzo al 15 de abril de 2020

Un sanitario introduce a un paciente en una ambulancia.

Un sanitario introduce a un paciente en una ambulancia. / Alberto Domínguez

Han pasado ya algo más de 16 meses desde que un coronavirus, el SARS-CoV-2, desconocido entonces e importado desde China, irrumpió de repente en el día a día de España como ya lo había hecho antes en otros países, empezando por el propio gigante asiático. Su llegada transformó la forma de entender la vida de millones de ciudadanos, y provocó una crisis sanitaria sin precedentes que todavía hoy sigue latente, afortunadamente ya con un control más efectivo gracias sobre todo al éxito de la vacunación, que ha puesto en el mercado en tiempo récord un abanico de fármacos de notable eficiencia -en España hay solo cuatro autorizados, a la espera de la propia- que ha reducido la letalidad a niveles muy bajos.

Pero más allá de los trabajos de laboratorio en busca del antídoto, algo básico para intentar recuperar la normalidad previa, la aparición del covid-19 puso desde el primer momento a numerosos profesionales de la investigación sanitaria en el camino para descubrir todo lo que rodea al virus. Orígenes, variantes, efectos… y también secuelas, lo que ha llevado a poner en marcha unidades de seguimiento post-covid en la gran mayoría de los hospitales. Algunos estudios han confirmado ya entre 50 y 200 síntomas, que van desde la fatiga al dolor de cabeza, pasando por la astenia (falta de energía y motivación, cansancio y agotamiento), la disnea (dificultad respiratoria o falta de aire) o la niebla cerebral.

Entre esos trabajos de análisis profundo se sitúa un informe con acento andaluz y cordobés, realizado sobre una muestra de 969 pacientes ingresados entre el 1 de marzo y el 15 de abril de 2020, en lo que fue la primera ola, en hospitales de cuatro provincias de la comunidad autónoma (Córdoba, Granada, Cádiz y Jaén), y avalado por su publicación el pasado mes de mayo en la prestigiosa revista BMC Medicine, que desde 1999 comparte descubrimientos de comunidades de investigación en ciencia, tecnología, ingeniería y, como es el caso, medicina. El mismo lleva por título Frecuencia, factores y resultados asociados con secuelas o sintomatología persistente después de la hospitalización por COVID-19: un estudio multicéntrico de seguimiento de 6 mesesy recoge que más del 63% de esos infectados sufrió consecuencias derivadas de la enfermedad en el medio año posterior a recibir el alta (quedan fuera, lógicamente, los 172 afectados que acabaron teniendo el peor final posible, la muerte, siendo partícipes de la muestra del estudio).

Con el objetivo de evaluar los factores de riesgo y los resultados asociados a la presencia de secuelas o sintomatología persistente (SPS) durante los seis meses posteriores a la hospitalización por covid-19 y describir la variedad de estos SPS, un grupo de 11 profesionales, entre los que se encuentran varios de la Unidad de Gestión Clínica Interniveles de Prevención, Promoción y Vigilancia de la Salud del Reina Sofía, y el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic) han analizado una cohorte lo suficientemente amplia y heterogénea como para que sus conclusiones tengan validez científica.

Junto a la participación cordobesa forman parte del estudio facultativos de la Escuela de Medicina de Granada, del Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública del Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada, del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la UGRA y del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada, además de profesionales del Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública del Complejo Hospitalario de Jaén y del Hospital Universitario de Puerto Real, la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Poniente de El Ejido (Almería) y el jefe de investigación en Medicina Familiar del Semergen de Granada.

Este equipo de trabajo ha realizado un análisis observacional de seguimiento longitudinal de seis meses en una cohorte de 969 pacientes que fueron hospitalizados con SARS-CoV-2 confirmado por PCR del 1 de marzo al 15 de abril de 2020 en los cuatro centros hospitalarios participantes. La evolución de los afectados se recogió a través de historias clínicas e informes de Atención Primaria, explica un estudio en el que se aplicaron modelos de regresión logística multivariante.

Los datos de letalidad, lejos de los actuales

La heterogeneidad del informe se evidencia en que en la cohorte un 54,8% de los pacientes eran hombres -el 45,2% restante eran mujeres- y tenían una media de edad de 65,7 años. Este dato, como otros posteriores, ya refleja el cambio de perfil que el covid-19 ha tenido a lo largo de la pandemia, pues si bien en un principio se cebó con poblaciones de mayor edad, ahora lo está haciendo con grupos mucho más jóvenes, en parte y principalmente por la labor de la estrategia de la vacunación realizada en España. Además, hay otro punto clave para evidenciar la evolución sanitaria en la lucha contra el coronavirus, y hace referencia a la letalidad, pues este estudio recoge un 17,8% de mortalidad intrahospitalaria en aquella época, un porcentaje altísimo sobre las muestras actuales.

Para dar la máxima amplitud y eficiencia a los análisis, los investigadores consultaron historias clínicas de hospitalización para recopilar datos sobre factores sociodemográficos, clínicos, terapéuticos y evolutivos de los pacientes con covid-19. Luego, para la recogida de información sobre la sintomatología persistente tras el alta se consultaron los informes de consultas de seguimiento y los informes telefónicos periódicos programados de Atención Primaria. Y finalmente, los datos de los centros de atención domiciliaria, de dependencia y residencial se obtuvieron a través del acceso al Sistema Andaluz de Vigilancia Epidemiológica (SVEA).

Un grupo de sanitarios protegidos por sus equipos dialoga ante una unidad móvil. Un grupo de sanitarios protegidos por sus equipos dialoga ante una unidad móvil.

Un grupo de sanitarios protegidos por sus equipos dialoga ante una unidad móvil. / Josué Correa

Entre esas variables, incluidas en el informe, las del tipo sociodemográfico hacían referencia al sexo, país, residencia -domicilio o centros específicos- o dependencia para las actividades de la vida diaria; pero también las había de ingreso (piso y tiempo de internación o Unidad de Cuidados Intensivos), y clínicas (enfermedades diagnosticadas previamente, resultados analíticos, presencia de infecciones concomitantes, escalas pronósticas -CURB-65, SOFA-, candidatas a reanimación cardiopulmonar RCP, tratamientos durante la hospitalización y evolución -alta domiciliaria o muerte intrahospitalaria-).

Con todo, el eje del análisis se centra en las secuelas que el SARS-CoV-2 puede dejar en los pacientes que han resultado infectados. Pues bien, de los 797 pacientes que sobrevivieron y fueron dados de alta a su domicilio -172 resultaron fallecidos-, 509 (63,3%) refirieron alguna secuela durante los seis meses posteriores a la hospitalización. Estas secuelas fueron muy diversas, pero las más frecuentes fueron respiratorias (42%), sistémicas (36,1%), neurológicas (20,8%), salud mental (12,2%) e infecciones (7,9%), con algunas diferencias por sexo. Además, el estudio describe otras posibles secuelas poco conocidas como arritmia, alopecia o síntomas oftálmicos (oculares), y recoge los principales factores asociados de forma independiente con los resultados negativos que fueron sintomatología persistente nefrológica, la fiebre persistente y la neumonía.

El trabajo concluye que los casos más graves de covid-19 que requirieron hospitalización durante la primera ola de la pandemia, allá por los meses de la primavera de 2020, podrían desarrollar una variedad importante de secuelas a medio-largo plazo, y recuerda que la identificación de posibles factores asociados a estos SPS podría ser útil para optimizar las estrategias de seguimiento preventivo en Atención Primaria a los pacientes hospitalizados en las siguientes oleadas de una pandemia que aún sigue latente, por tiempo indefinido, por mucho efecto contra ella que tengan ya las vacunas.

Variantes principales se sintomatología persistente

Y añade las diferentes variantes sobre las secuelas extraídas de los reportes de los informes de Atención Primaria, de consultas de seguimiento y reingreso en urgencias, clasificándolas según el tipo de afección. Los grupos principales son SPS general o sistémico (persistencia de fiebre, astenia, debilidad muscular, dolor osteo-muscular, malestar general, edemas y úlceras por presión); SPS respiratorio (disnea persistente, dolor en las costillas, dolor torácico, tos persistente, síntomas faríngeos persistentes), SPS neurológico (polineuropatía relacionada con UCI, dolor de cabeza, alteraciones de la sensibilidad, alteraciones del movimiento, desorientación o confusión, anosmia persistente o disgeusia).

Pero también hay lugar para SPS de salud mental (síntomas depresivos o de ansiedad, alteraciones del sueño), SPS hematológico (anemia, fenómenos trombóticos), SPS dermatológico (prurito, alopecia, exantema, eczema), SPS nefrológico (insuficiencia renal de novo), SPS urológico (disuria, hematuria, oliguria) y SPS endocrinológico (descontrol glucémico, desnutrición calórica). Además, incluye SPS otorrinolaringológico (hipoacusia, otalgia, síntomas de vértigo), SPS oftalmológico (diplopía, conjuntivitis, pérdida visual), SPS digestivo (náuseas persistentes, vómitos, diarrea, estreñimiento, anorexia, dolor abdominal), SPS cardiovascular (síncope o hipotensión, arritmia), o SPS infecciosos, que hace mención a sobreinfecciones después de la resolución del covid-19 (infecciones del tracto urinario (ITU), neumonía, micosis, flebitis).

En definitiva, un estudio con acento cordobés que recoge algunas de las secuelas más importantes que puede dejar este invitado que irrumpió en el mundo occidental en marzo de 2020 -antes ya había dejado muestras de su fiereza en el oriental- y que no parece por la labor de irse, dadas las variantes del virus que siguen saliendo para dificultar aún más su control, más allá de las estrategias de inmunización a través de las vacunas autorizadas, que cada día serán más y más eficientes (aunque ya lo sean lo suficiente).

Claro está que la evolución es continua, pero los análisis realizados durante aquella desconocida primera ola sobre cerca de mil pacientes refleja sobradamente la persistencia del virus SARS-CoV-2 más allá de recibir el alta médica en un gran número de pacientes. Por lo tanto, lo mejor es seguir poniendo todos los medios al alcance para intentar no contagiarse, pues esta pesadilla todavía no ha acabado, aunque lo parezca por la laxitud de las medidas restrictivas y esa aparente normalidad que va pidiendo sitio en el día a día en todas las latitudes del planeta.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios