El cordobés artífice del primer método historiográfico de Occidente

Cordobeses en la historia

Ahmad ibn Muhammad al-Razi fue el segundo de una saga de historiadores, creó un nuevo método historiográfico en Andalucía y fue más conocido por el sobrenombre del Moro Ransís.

El cordobés artífice del primer método historiográfico de Occidente
El cordobés artífice del primer método historiográfico de Occidente
Matilde Cabello / Matildecabello@Terra.es

20 de marzo 2011 - 01:00

IBN Musa al-Razi llegaba desde Persia al actual Marruecos disfrazando su condición de espía bajo la apariencia de mercader. Córdoba sufría las últimas sacudidas de las revueltas mozárabes, reinando Abderramán II. Bien entrada la segunda mitad del siglo IX, Mohammad se instaló definitivamente en la capital de al-Ándalus, donde fue acogido como historiador por el emir cordobés, cargo que tendría hasta su muerte en el año 890 del calendario cristiano, según el estudio la historiográfico Omeyas, bizantinos y mozárabes de Matesanz Gascón.

Conocido por el famoso Libro de las banderas que recoge la entrada de los musulmanes en la Península, este autor persa dejaba un hijo, heredero a la postre de la tradición que instaurara al recoger aspectos geográficos y genealógicos, inéditos hasta entonces. De este niño, llamado Ahmad ibn Muhammad al-Razi y conocido en la historia con el sobrenombre del Moro Ransís, nos habla su hijo en estos términos: "Ahmad, mi padre, era, a la muerte del suyo, un niño de tres años. Su familia se instaló con él en al-Ándalus, y aquí se crió".

Por su hijo, tercer historiador de la saga, sabemos que el Moro Ransís estudió Teología y mostró, desde muy joven, sus dotes como literato. Pronto empezaron a interesarle los hechos históricos y los estudió contracorriente: contrastando la memoria oral con las fuentes históricas o, lo que es lo mismo, aplicando ya en el siglo X y a las órdenes de Abderramán III, lo que centenares de años después serían conocidos en Europa como métodos historiográficos. Estriba aquí una de las peculiaridades de este historiador imprescindible para los escritores y fuentes castellanas.

Sirvió de base a múltiples estudiosos de la Historia de España, y situado en el contexto histórico que le tocó, se engrandece como científico y estudioso, pues hablamos de un tiempo en que sus colegas se limitaban a engrandecer a emires y a califas y a su Dios, mediante crónicas amables, en la línea de la literatura "oficial" al servicio del poder.

Pero no parece menos cierto que hubiera otros factores a su favor como la presencia de Alhakam II, el gran califa culto, al lado del que transcurrió una buena parte de su vida.

Como es bien sabido, en los últimos años del reinado de Abderramán III, el rey cordobés estaba más ocupado en beberse la vida y el fruto de las vides que en las cuestiones de Estado. Quizá por esa razón, con la llegada de Alhakam II al trono, no cambiaron los usos ni costumbres protocolarias en la corte andaluza entre los esclavos o entre altos cargos militares, como el general Galib (a la postre suegro de Almanzor), si bien el nuevo califa nombró a su preceptor, Chafar ben Uthman, Secretario de Estado y Visir y a una mujer, poeta y aritmética, como secretaria. Calígrafas, poetisas, maestras y sabias en distintas disciplinas, alcanzaron sus mayores logros intelectuales y sociales. Las primeras no se dedicaron sólo al Corán y a los textos religiosos. La biblioteca de Alhakam contenía ya tratados de Hipócrates, Galeno o Ptolomeo o el pensamiento de Aristóteles, y eran los cálamos de estas copistas el antecedente de la imprenta. Coincidían, entre otros, con el astrónomo Maslama y la hija de éste, que ayudó - como recogíamos en estas páginas- a apuntalar los pilares de la Ciencia para transmitirlos al resto de Europa. De la sapiencia de unos y la caligrafía de las otras salían los libros que darían lugar a la Escuela de Traductores del Toledo, en tanto que otras gramáticas, literatas, astrónomas o poetisas se ocupaban de enseñar en los palacios y de dialogar o versificar sus composiciones en fiestas y encuentros literarios. La costa levantina, desde Granada a Aragón, vio nacer los sistemas de regadío de sus vegas, y con ellas, un muy considerable aumento de la producción hortofrutícola. La capital del califato y los ojos de al-Razi no escaparon a ello. De Córdoba describía los buenos árboles que crecían en un llano situado en torno al puente, y los campos del horizonte septentrional sembrados también de viñas.

En éste contexto escribió la Historia de los Reyes de al-Ándalus, una extensa e intensa obra donde Geografía e Historia caminan paralelas por vez primera, como trascribe Matesanz Gascón de la traducción original de García Gómez: "Fue de esta suerte el primero que codificó en España las reglas de la composición histórica", para concluir que, gracias al mecenazgo del califa y al trabajo de al-Razi, se dotó "a los andaluces de una ciencia que hasta ese momento no habían cultivado con acierto". A partir de ese momento, dentro y fuera del Reino Andaluz, historiadores y geógrafos recurrieron a él, desde el arzobispo de Toledo a al-Maqqari, sin obviar al clérigo Flórez, a Reinhart Dozy, Menéndez Pelayo o Claudio Sánchez-Albornoz, convirtiéndole en el más "plagiado y seguido durante siglos tanto por cristianos como por musulmanes" .

Concluye Matesanz en que su obra e incluso su persona, padecieron por momentos la más completa defenestración, moviéndose "entre momentos de devoción y de desprecio casi absolutos", llegándose incluso a negar que algún día hubiese existido.

stats