María Sánchez Rodríguez | Veterinaria y poeta

“Córdoba tiene el privilegio de que, casi sin salir, ya estás en el campo”

María Sánchez Rodríguez posa rodeada de cabras en el campo. María Sánchez Rodríguez posa rodeada de cabras en el campo.

María Sánchez Rodríguez posa rodeada de cabras en el campo. / José González

María Sánchez Rodríguez es veterinaria, poeta, cordobesa, defensora de la vida en el campo y recibió la Medalla de Andalucía al Mérito Medioambiental el pasado 28 de febrero. En su profesión trabaja con razas autóctonas en peligro de extinción, defendiendo el pastoreo y la ganadería extensiva y, además, lo compagina con su obra literaria, que está plagada de la magia del campo andaluz y su gente.

–¿Cómo se encuentra tras haber recibido la Medalla de Andalucía?

–Agotada y agobiada, porque yo soy autónoma y esos dos días fuera suponen que tengo que sacar horas de donde sea para sacar adelante el trabajo que tengo. Pero muy contenta, estoy ya de resaca de eso, de todo el trabajo que tengo que hacer.

–¿Cómo ha vivido esa ceremonia?

–Ha sido muy bonita, muy emotiva. Yo lo he vivido así, porque me dan ese reconocimiento, de mi tierra, que yo no esperaba para nada y ha sido una sorpresa. He tenido la suerte de que ha podido venir mi familia y la gente que quiero para poder celebrarlo. Para mí ha sido muy especial, porque además está ese plus de verlos disfrutar a ellos y verlos emocionados.

–Fue una sorpresa, ¿Dónde estaba cuando recibió la noticia?

–Yo estaba trabajando, estaba con el ordenador con un proyecto que tenía que entregar y fue una sorpresa enorme. Cogí la llamada ya a la segunda vez y me pasaron directamente con el presidente de la Junta de Andalucía, que fue el que me dio la noticia y claro, una casi se cae de la silla. Yo no estoy trabajando pensando en premios, nunca pensé en ese premio ni lo tenía en mente, fue una sorpresa muy bonita de la que todavía no soy consciente, no lo he asimilado del todo, me cuesta todavía hablar y encontrar las palabras justas para expresar lo que siento.

–Se lo ha dedicado a las personas que están detrás de ese trabajo, a la gente que está en el campo y a lo mejor no va a recibir un reconocimiento como este...

–Por supuesto, para mí es muy importante. Siempre pienso en todas esas mujeres y hombres que trabajan en la tierra y que nunca fueron reconocidas, yo trabajo y escribo por y para ellos. Ahora que también estamos con la emergencia climática, viendo otras maneras de relacionarnos, de habitar el territorio, tengo la suerte de estar con hombres y mujeres que trabajan con razas autóctonas que están en peligro de extinción, conozco colectivos, proyectos agroecológicos y pequeños productores que tienen unos saberes, que saben perfectamente cómo ser respetuosos con la tierra, que producen alimentos sostenibles, sanos, que conservan y protegen nuestra biodiversidad y lamentablemente son ellos los que están en peligro de extinción, porque no se valora esa vida, esa conservación, no se valora esa producción de comida que nos cuida. Para mí es muy importante traerlo hoy a primera línea, porque sin ellos es imposible el territorio.

–Tal vez no se les valora lo suficiente...

–Yo siempre pienso en los pequeños ganaderos, en esa pastora que está en los espacios naturales protegidos que tanto nos gustan, que tanto amamos. Ese paisaje, las cañadas, los caminos, es imposible pensar en un territorio así sin ellos. Muchas veces cuando vemos un paisaje no pensamos en esa mano, en esos vínculos, en esa relación, y para mi es muy importante, sin ellos no existirían esos paisajes que tanto nos gustan.

La veterinaria recibió la Medalla de Andalucía el pasado 28 de febrero. La veterinaria recibió la Medalla de Andalucía el pasado 28 de febrero.

La veterinaria recibió la Medalla de Andalucía el pasado 28 de febrero. / El Día

–Su historia, a pesar de que nació en Córdoba, parte del campo en Sevilla...

–Para mi Córdoba es muy importante, es la ciudad en la que viví, en la que trabajé y en la que tengo mi familia y mis amigos. Pero sí es verdad que ellos son de un pueblo de la Sierra Norte de Sevilla y ahí estaban mis abuelos por las dos partes, mi infancia y sin esa infancia y sin esos días allí, a lo mejor hoy no estaría hablando contigo. Tuvieron un peso muy importante en que yo sea la persona que soy hoy, entonces tengo un vínculo emocional muy fuerte con con ese territorio, con esa Sierra.

–Viene de una familia de veterinarios también, de allí esa vinculación...

–Mi abuelo era el veterinario del pueblo, ese que antiguamente era más importante que el alcalde o el cura y el médico, y por mi familia materna mis abuelos trabajaban cogiendo aceituna y también fueron migrantes, mi abuelo trabajaba en Suiza en la construcción y volvía para coger la aceituna. Mi abuela no fue a la escuela, pero tiene unos saberes que uno nunca aprende en la universidad ni en clase, el saber trabajar la tierra, los animales, las estaciones, el ritmo, los tiempos. Ellos también tienen un peso muy importante en mi vida, ellos no pudieron decidir o tuvieron otras circunstancias, entonces para mí es muy importante reivindicarlo, porque muchos venimos de esas personas que no tuvieron las oportunidades que tenemos hoy en día.

"Trabajo con personas que son respetuosas con la tierra y eso sí está en peligro de extinción"

–Ha conseguido vincular la vida del campo con el arte, ¿Cómo compagina el ser veterinaria con ser poeta?, Puede parecer una combinación fuera de lo común...

–Es que el campo está lleno de cultura y de patrimonio vivo. Estamos muy equivocados cuando pensamos que la cultura sólo está en la ciudad y en los centros. En nuestro campo, en nuestros pueblos tenemos una manera única de entender la tierra, tenemos palabras que están en peligro de extinción y de eso va mi último libro, porque están desapareciendo esas maneras de entender el paisaje, de relacionarnos, y mi parte veterinaria no se puede separar de la escritora, es siempre la misma. Yo siempre he tenido, y me ha costado mucho, pero siempre quería hacer las dos cosas y no entendía porqué tenía que separar una de la otra.

–¿Y cómo fue llegar a entenderlo?

–La luz se me iluminó y tuve como un destello que me dijo por supuesto que puedes ser las dos cosas cuando se muere mi abuelo, el veterinario. Encontré un libro que él tenía de Bioquímica del año 1942 y en ese libro cada capítulo empezaba con una cita de literatura, la primera era de Shakespeare. Yo creo que la mixtura nos enriquece más, nos abre la mirada y nos da muchísimas posibilidades. Para mí escribir tiene mucho que ver con un experimento científico: uno va haciendo pruebas, buscando, equivocándose, hasta que logra dar con algo que le da resultado. A la escritura me gusta compararla con cómo se trabaja la tierra, con paciencia, con tiempo. Uno cuando siembra no sabe qué va a venir, no sabe cómo se va a dar el año, no sabe si va a llover o habrá heladas, es la incertidumbre que también me pasa con la escritura.

–¿Cómo es la relación del cordobés con el campo?

–Cada medio rural es un mundo y creo que uno de los grandes errores que tenemos es que pensamos siempre en un medio rural solo, en un solo tipo de pueblo, en un solo tipo de hombre o mujer rural. Y por ejemplo, hablando de la provincia de Sevilla, la Sierra Norte no tiene nada que ver con la campiña, y en Córdoba pasa lo mismo. Hay una diferencia, por ejemplo, entre Hornachuelos y los pueblos que están en la campiña de esta provincia, que son totalmente diferentes. Córdoba, como ciudad, está prácticamente rodeada de campos, tenemos Sierra Morena, tenemos huertos y hasta hace poco había vaquerías cerca del Hospital Reina Sofía.

"Necesitamos medidas de verdad, que hagan posible que la gente que es de pueblo tenga el derecho a decidir si se quiere quedar"

–Hay colectivos trabajando en visibilizarlo...

–Ahora por fin hay iniciativas agroecológicas, como el colectivo La Tejedora, que está trayendo ese campo, que antes no se tenía en cuenta ni estaba en el debate central. No digo que no hubiera esa inquietud, porque movimientos y colectivos siempre ha habido, pero ahora parece que sí estamos cayendo en cuenta de esto. Yo recuerdo hace unos años que se vivía de espalda a esa realidad, teniéndola tan cerca. Creo que es un privilegio que tiene la ciudad de Córdoba, que prácticamente sin salir ya estás en el campo y puedes ver animales y huertas. Pienso en Felipe Molina, que todos los años visibiliza la trashumancia y que invita a la ciudadanía a conocer de primera mano lo que supone la labor que hacen las ovejas. Entonces yo veo ese cambio, esa inquietud y ese querer conocer, porque si no conocemos no valoramos, ni protegemos, ni cuidamos, ni queremos.

–¿Cree que la pandemia ha tenido que ver con eso?

–Creo que mucha gente ha tenido que verse privada de las cosas para darse cuenta de lo importante y de lo que necesita en su vida. Yo, por ejemplo, soy muy pajarera, y tengo amigas que vivían en grandes ciudades y no empezaron a reparar ni a preguntarme por los pájaros, los comunes que vemos en la ciudad, hasta que llegó la pandemia. O el tema de la luz, cuando nos encierran en la casa en la que supuestamente vivimos, porque pasamos prácticamente todo el día trabajando, nos damos cuenta de que desde nuestra casa no se ve un árbol, queda a un patio interior o que no llega un rayo de luz, entonces creo que en ese sentido ha sido bueno, porque está habiendo mucho diálogo sobre eso, el querer ruralizar las ciudades, naturalizarlas, llenarlas de espacios verdes, ha tenido que venir una pandemia para que se ponga este debate sobre la mesa.

–Se puede sacar algo positivo de ello...

–Por supuesto, y se está sacando. Yo soy de las personas que intentan mirar el lado positivo de las cosas siempre porque si no, qué tristeza y qué pena.

–¿Qué enseña el campo que la ciudad no puede enseñar?

–Creo que todos los sitios nos enseñan cosas, a mi no me gusta enfrentar la ciudad y los pueblos, porque nos necesitamos los unos a otros. Sí creo que en el campo hay muchísimos saberes y formas de hacer que han sido despreciadas por la academia y los centros y creo que en esos saberes podemos tener las herramientas para pensar e imaginar ese nuevo futuro del que tanto hablamos. Creo que hay que tender mano entre lo urbano y lo rural, porque ya no está tan marcada esa diferencia, que haya una lengua común para entendernos pero sin paternalismo, sin condescendencia, sin superioridad entre unos y otros, ese trabajo tiene que ser entre todos y compartido.

María Sánchez Rodríguez. María Sánchez Rodríguez.

María Sánchez Rodríguez. / José González

–¿Y a los jóvenes les gusta el campo?

–Por supuesto. De hecho, es muchísima la gente joven que se iría a vivir al campo y al pueblo si tuviera opción, acceso a una vivienda digna y se ayudara al relevo generacional en la ganadería y la agricultura. No todo el mundo tiene que irse al pueblo a trabajar en el sector primario, que es muy importante, porque no nos podemos olvidar la tierra-trabajo, pero yo creo que hay mucha gente joven que le gustaría vivir o tener muy cercano ese acceso a la naturaleza, al campo y a esa soberanía alimentaria. En Andalucía tenemos un territorio maravilloso, lleno de productores, de agricultura y que debería incentivarse para que podamos tener acceso todos a esos alimentos.

–Hay muchos planes para evitar que los pueblos se vacíen y atraer a esos jóvenes, pero parece que no se consigue revertir la realidad de la España vaciada...

–Eso siempre pasa cuando se pone algo de moda, vemos mucho ruido, muchas fotos. Nosotros en el campo es algo que siempre reivindicamos, que eso está muy bien porque consigue que se hablen de estas cosas y se pone en el centro de atención, pero que también necesitamos medidas de verdad, medidas que hagan posible que la gente que es de pueblo, y que vive en el campo, tenga el derecho a decidir si se quiere quedar, porque hay mucha gente que todavía no tiene ese derecho, que no puede decidir, que se tiene que ir a estudiar fuera y cuando termina se da cuenta de que no puede estar en su pueblo, que tiene que irse a una gran ciudad a trabajar, entonces queremos eso, luchamos y reivindicamos ese derecho a decidir.

–Y la mujer... ¿Tiene un rol en el campo o es parte de un todo?

–Para nosotras es muy importante esos nuevos relatos, que nos tengan en cuenta porque no hay un solo tipo de mujer rural, pero sí es verdad que la mujer rural ha sido doblemente invisibilizada, por ser mujer y por ser rural, y si hablamos de mujer migrante, por ejemplo, las jornaleras que trabajan en los invernaderos, en la fresa en Andalucía, son triplemente invisibles. Entonces es muy importante que ellas puedan hablar porque a mi no me gusta la expresión dar voz, todo el mundo tiene voz, lo que no tienen es el altavoz y el acceso a las plataformas donde se puedan escuchar.

–Que las mujeres relaten a las mujeres...

– Es que siempre se nos ha contado desde fuera, siempre se ha hablado de nosotras desde fuera, se nos ha construido esa imagen simple y plana. No podemos olvidar que las mujeres rurales son fundamentales, nosotras trabajamos y luchamos por que cada mujer rural tenga el derecho de decisión, porque ahora hay muchos discursos de vernos como simples vasijas para aumentar la población. También se han hecho discursos con las migrantes, cuando todo el mundo tiene que tener el derecho a decidir, de vivir donde quiera y no donde se pueda, con condiciones, con una vida y un trabajo digno.

"La mujer rural ha sido doblemente invisibilizada. Siempre se nos ha contado y hablado desde fuera, se ha construido esa imagen simple y plana"

–Hay un concepto de que la mujer migrante viene a repoblar España, cuando ellas también tienen que poder decidirlo...

–Parece que somos la única solución, parece que por ser mujer tenemos que ser madres. Hay discursos que también traen consigo esas historias que convierten a nuestras abuelas y a nuestras madres en heroínas por vivir en una dictadura y en tiempos de desigualdad, machismo y violencia. No podemos olvidar de dónde venimos, pero no podemos volver a eso y no podemos romantizar lo que vivieron ellas. A mi me da pavor, para mí es importante borrar esa imagen única que hay de la mujer rural.

–¿Y cuál es el futuro de la ganadería y la agricultura en España?

–No la imagino sin un camino hacia la soberanía alimentaria y sin ese apoyo a pequeñas producciones, tanto ganaderas como agrícolas, que se fomente la producción de alimentos sanos, que no nos enfermen, y que conserven nuestra biodiversidad. En la emergencia climática debemos de poner en el centro no el dinero ni la producción, sino la vida y la conservación del medio ambiente y de nuestra salud, porque va ligada. Es fundamental poner la vida en el centro y trabajar por un nuevo sistema agroalimentario donde se produzcan esos alimentos sanos. Y por supuesto que no nos olvidemos de las condiciones de la gente que trabaja en el campo, que tengan un trabajo digno y acceso a la tierra.

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