Un típico contrabandista andaluz que apabulló a la España del XVII
Cordobeses en la historia
Francisco Esteban de Castro 'El Guapo' se rebeló desde niño contra las normas, rompió todas las legales y protocolarias, escapó de galeras y controló el contrabando de todo un país
DURANTE el largo reinado de Felipe IV, Andalucía había aprendido a subsistir del contrabando de tabaco y de otros quehaceres al margen de la Ley, y la vida de quienes se ocupaban en esos menesteres tenía música y romance en los colmaos y las ventas; lugares en donde los cánticos se unían para ensalzar la figura de aquellos hombres que seguirían inspirando a los poetas andaluces hasta Rafael de León y Carlos Cano.
En la calle San Francisco de Lucena todavía desemboca la de Mediabarba, en la que según la leyenda se asentó un matrimonio gallego y donde nacería uno de estos personajes, cuyo nombre pasaría de la pluma y el papel a los labios de las mocitas cantoras. Era Francisco Esteban de Castro alias El Guapo y sus andanzas fueron escritas dentro y fuera de España.
Con el subtítulo de El Rayo de Andalucía, un autor anónimo dejó un romance a principios del XVIII. No es el único que recoge la vida y hazañas del lucentino, protagonista por igual de obras teatrales desde principios de 1700 hasta nuestros días. En los primeros versos del romance, escrito en primera persona, dividido en cinco partes y de matices claramente ejemplarizantes, se deja constancia de la soberbia y valentía de El Guapo al decir: Tiemble de mi nombre el mundo,/y estremézcanse los vientos,/atemorícese el orbe,/y los hombres más soberbios. Y es esta parte la que da noticia de su nacimiento en Lucena, del origen de sus padres, de sus tres hermanos y del intento de formarlo en un oficio; pero una paliza de su maestro dio al traste con el proyecto, pues el muchacho acabó apedreándole la puerta.
Si bien todo lo anterior invita al romancero y a la memoria popular, a finales del siglo XX Francisco Esteban, El Guapo es estudiado ya desde la corriente empírica que aporta a su biografía el profesor Antonio Cruz Casado en Un bandolero lucentino en los albores del siglo XVIII. Se trata de un serio trabajo de investigación que desvela entre otros valiosos datos, la fecha de su natalicio, al hallar en la parroquia lucentina de San Mateo su "posible" partida de bautismo con fecha 14 de enero de 1654; aunque el investigador apunta asimismo que, dándole cierta credibilidad al romance tercero, se podría fechar "hacia 1670-1672".
Recoge Cruz toda la bibliografía generada por el personaje, que ya en 1717 había inspirado una comedia editada en Sevilla bajo el título de El más temido andaluz y guapo Francisco Esteban, que bebe a su juicio del romance. Volviendo a la primera parte de El Rayo de Andalucía, el joven huyó hasta Jaén y se enroló en el Tercio del Rey, pasando a Cataluña y alcanzando pronto el grado de sargento. Así estuvo 11 meses, hasta que la deserción de dos soldados a sus órdenes provocó la ira de su capitán, y confiesa: Yo que soberbio miraba/a cualquiera con desprecio,/lo provoqué una noche,/y a dos cabos mandó luego. El trance terminó con el intento de prenderle, que El Guapo zanjó a cuchilladas. Luego huyó a Alicante, en donde encontró algunos amigos de Lucena y con ellos marchó a Cartagena.
Allí se produce otro episodio sangriento al rogarle una mujer que iba de la mano de un niño, la protegiera de un individuo; fue tan agresiva su reacción, que ella se puso delante para evitar la tragedia y así se cuenta el final: y hombre, mujer y muchacho/de un tiro quedaron muertos. Entra en contacto entonces con el contrabando de tabaco, ahora en Valencia; pero termina siendo apresado de nuevo en Cartagena, de donde se fuga ayudado por un tal Juan Romero.
Su vida estará desde entonces íntimamente unida a secuestros, contrabandos y otras actividades delictivas en ambientes duros que encara con osadía, llegando a enfrentarse con afamados bandidos como Bocanegra, de quien presume "haber agujereado el pellejo". Por tierras del Sur, y siempre entre duelos y desafíos, recaló en Lucena y regresó a Jaén, lugar en donde se casó según el romance "por tener algo de sosiego" con María Josefa, de la que tuvo una hija. Pero un nuevo asesinato lo llevó hasta Cabra y finalmente al Puerto Santa María, a Cádiz, al contrabando y al atraco. Tras matar al arrendador de Puerto Real y a un ventero, encaminó sus pasos a Granada para pedir el indulto. No acostumbraba El Guapo a seguir el protocolo en cuanto a solicitudes de audiencia, sino que entraba trabuco en mano hasta las estancias más íntimas de las casas de las autoridades. Y así actuó para con don Pablo Diamante, presidente de la Sala del Crimen granadina, quien tras invitarle a cenar, le aconseja marcharse a Ceuta, donde tampoco duró mucho y acabó en galeras. Pero pronto, desde el puerto de Cádiz, organizaría todo un entramado que surtiría de tabaco a sus "delegaciones" de Valencia hasta Aragón, sin que gobernadores, alcaldes, clero, ejército o justicia, pudieran amedrentarle; tampoco otros guapos de la Corte, que hasta a los de Madrid se impuso. Finalmente se recluyó en Lucena e intentó llevar una vida tranquila, hasta que a su casa de Mediabarba llegaron sus antiguos compañeros de andanzas, y uno de ellos, Juan Romero, lo asesinó.
La leyenda, para muchos ya historia, dice que murió con 35 años respondiendo a la mitificación del bandolero andaluz, joven y atractivo, que no llega a perder ninguna de estas características en el imaginario popular. Pero de nuevo, el rigor histórico de Cruz apuesta por que "(con las debidas reservas) al morir contaría unos cincuenta y un años, edad suficiente para realizar tantas fechorías como se le achacan".
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