Cómo envejecen nuestros perros y gatos

Tribuna universitaria

Cada vez son más las mascotas que alcanzan edades más avanzadas y es frecuente conocer a perros de 15 o 16 años y a gatos de más de 17 

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Un perro senior.
Un perro senior. / E. P.
Alba Galán Rodríguez - Profesora Titular de Medicina y Cirugía Animal

08 de diciembre 2024 - 06:59

Córdoba/Aunque en los últimos años la esperanza de vida de nuestros perros y gatos se ha mantenido estable, entre 10 y 18 años en los primeros y 13 y 20 años en los segundos, cada vez son más los que alcanzan edades más avanzadas y es frecuente conocer a perros de 15 o 16 años y a gatos de más de 17. 

Según los últimos consensos de las sociedades de medicina veterinaria internacionales y datos publicados en 2019, al perro se considera cachorro desde el nacimiento hasta que cesa el crecimiento, seis o nueve meses, en función de la raza y el tamaño. Adulto joven hasta los tres o cuatro años, periodo en el que el perro tiene su madurez física y social. Adulto maduro, desde estos tres o cuatro años hasta que entra en el último cuarto de la vida media esperada, según la raza y el tamaño. Senior correspondería al último cuarto del tiempo de la vida media esperada hasta el final de su vida. 

De la misma forma según la asociación internacional de medicina felina a un gato se le considera cachorro hasta los seis meses, junior de siete meses a dos años, adulto de tres a seis años, maduro de siete a diez años, senior de once a catorce años, supersenior de más de 15 años.

Usar la terminología de senior o supersenior en lugar de geriátrico se hace para evitar que las personas responsables o tutores escuchen la palabra geriátrico refiriéndose a su perro o gato y esto les pueda perturbar. Esto es un ejemplo del significado que están adquiriendo los perros y gatos en la sociedad, sobre todo si tenemos en cuenta que hay una especialidad en medicina humana que se llama geriatría o medicina geriátrica y a nadie le causa mayor problema. Quizás un poco extremo esto, ¿no?

Sin duda, tener una vida con más comodidades, lo que se traduce en menos cortisol circulando por el organismo, ralentiza el envejecimiento. Cualquier especie en su medio, con vida salvaje tiene una esperanza de vida menor que en cautividad. Por otro lado, la atención de las familias ante cualquier signo clínico que aparezca y la asistencia veterinaria y los tratamientos, cada vez más próximos a la medicina humana, facilitan la resolución de las denominadas enfermedades que padecen nuestros animales. En muchos casos se inician tratamientos crónicos que pueden eternizarse, al igual que sucede en medicina humana.

Al aumentar la esperanza de vida, sin duda aumentan los procesos que padecen. A partir de la edad adulta o senior pueden empezar a aparecer algunos signos clínicos que podemos percibir como cambios en la vida de nuestro animal. El cansancio a la hora de realizar actividad física puede ser debido a procesos ortopéticos, cardíacos o neurológicos, normalmente en ese orden, pero también puede tener un componente multifactorial. 

Obviamente si nuestro perro inicia un proceso de osteoartrosis asociada a la edad, se cansará más porque sin duda se ira moviendo cada vez menos y/o el rango de movilidad articular no será el mismo que antes, con lo que empieza a aparecer disminución de la masa muscular que se ve favorecida por el propio proceso de envejecimiento. Un animal que empieza a moverse poco a edades avanzadas es cierto que cada querrá moverse menos, la única forma de prevenir esto en la medida de lo posible es proporcionándole actividad física diaria y adaptada a su raza y edad.

Si a un perro le ha gustado siempre jugar con la pelota, porque se vaya haciendo mayor no deja de apetecerle, aunque sin duda no lo haga de la misma forma que cuando era un cachorro. El juego es una actividad que los animales no pierden; aunque no lo hagan con la misma intensidad ni frecuencia, si el animal está sano, el juego estará presente. Si nuestro perro o gato no juega o cambia la actividad que desarrollaba normalmente puede significar que no se siente bien y lo recomendable sería que lo examinara un veterinario/a para poder abordar la patología lo antes posible (lo que conlleva mayor posibilidad de éxito terapeútico siempre).

Los animales mayores pueden mostrar un comportamiento más sosegado y tranquilo, menos conducta exploratoria, sobre todo en ambientes conocidos, y esto se traduce en mayor tiempo en reposo, echados en sus camas y durmiendo. Pero un perro o un gato, porque sea mayor, no debe de pasar el día durmiendo. 

Aquí, los cambios de patrones del sueño y vigilia suelen ser un signo precoz de procesos cognitivos que afectan a nuestros animales ancianos, similares a la enfermedad de Alzheimer en medicina humana. La pérdida de conductas aprendidas, disminución de la actividad física y la aparición de ansiedad o comportamientos repetitivos (caminar desorientado, beber o comer, entre otros) suelen ser signos compatibles con procesos de deterioro de la función cognitiva en nuestros animales. 

En un estudio que hemos realizado recientemente en perros en nuestra comunidad autónoma los animales de más de 11 años considerados como senior empiezan a mostrar signos compatibles con disfunción cognitiva. Esto si se trata de forma precoz con neuroprotectores puede enlentecerse de forma considerable y mejorar la calidad de vida del animal y, sin duda, su familia.

Los trastornos cardiocirculatorios, junto con procesos renales, quizás sean los que sean más frecuentemente diagnosticados en la clínica de perros y gatos en animales de edad avanzada. Es muy recomendable que cuando inician su etapa senior se realicen controles periódicos, normalmente anuales, por el veterinario/a. 

Es frecuente que el momento de la vacunación sea también un momento de exploración física y valoración de la salud de nuestro animal. Sin embargo, es recomendable que a partir de los 6 o 7 años en algunas razas grandes y 11 o 12 en razas pequeñas se hagan exploraciones más exhaustivas, como ecografía abdominal y prostática, o radiografías de tórax y electrocardiogramas. Esto puede prevenir que aparezcan signos clínicos, como anorexia, decaimiento, tos, intolerancia al ejercicio, síncopes, vómitos o diarreas, asociados a estas enfermedades. 

Sin duda, como ocurre en medicina humana, la medicina debe ir encaminada a la prevención de la aparición de los signos clínicos, ya que cuando estos aparecen, la lesión ya está instaurada en el órgano, a veces algunos procesos conllevan la afección de varios órganos y el proceso es más difícil de revertir. Por ejemplo si nuestro gato tiene hipertensión, tanto si es primaria o asociada a procesos endocrinos como la diabetes, lo más frecuente es que no muestre signos clínicos y sean las consecuencias de esta hipertensión sobre los diferentes órganos las que observemos, como puede ser ceguera por desprendimiento de retina, taquipnea y disnea por edema de pulmón y enfermedad cardiaca, desorientación e incoordinación por encefalopatia hipertensiva.

No siempre será posible, pero gracias a los medios diagnósticos de los que disponen cada vez más centros veterinarios en Córdoba si realizamos revisiones anuales problemas crónicos que limitan la calidad de vida de nuestros perros y gatos y sus familias pueden ser prevenidos y abordados con más probabilidades de éxito.

*Alba Galán Rodríguez es profesora titular de Medicina y Cirugía Animal y responsable del Servicio de Neurología del Hospital Clínico Veterinario de la Universidad de Córdoba.

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