Córdoba

"El cómic no estaba antes bien considerado y ahora hasta se estudia en las universidades"

  • Considera que el valor de Rafael de La-Hoz fue el de introducir el modernismo en Córdoba l Cree que no hay separación entre la figuración y lo abstracto

LA obra de Tomás Egea forma parte de nuestra vida. Numerosos establecimientos y comercios, incluso iglesias, tienen el sello de su capacidad creadora en cerámicas, vidrieras, dibujos o materias de lo más diverso.

-Usted, como creador, tiene varias facetas. ¿Cómo se combinan? ¿Hay alguna que predomine sobre las demás?

-Lo que me gusta es el dibujo. He hecho decoración porque las circunstancias me han obligado a ello, pero su diseño es muy importante y me ha interesado siempre mucho. La verdad es que el arte no termina en el caballete, sino que es más extenso. Me gusta hacer diseño, publicidad, decoración, cómics, ilustraciones. Me gusta cambiar de registro.

-Todas éstas son disciplinas artísticas que hoy día cuentan con reconocimiento social, pero cuando usted comenzó estaban consideradas como de segunda fila, como un arte menor.

-Efectivamente. Cuando llegué a Córdoba, hubo un personaje al que le dije que hacía cómics y me miró de forma rara. Cuando le dije que también había dibujado en Blanco y Negro ya cambió. El cómic no estaba antes muy bien considerado y ahora es tema de estudio hasta en las universidades.

-¿Cuál es la faceta que más le ha satisfecho?

-Me lo paso bien con todas. Quizás ilustrando, sobre todo cuando hay una carga irónica, no demasiado maligna, pero sí con crítica o sátira. Me gustan dibujantes como El Roto, Peridis o Chumi Chúmez.

-¿Esta carga irónica de los dibujos tiene su origen en la época en que la ironía era un arma contra el sistema?

-Sí, porque se decían las cosas entre líneas, y una de las formas era la ironía. Recuerdo una exposición en la que se presenté un cuadro que se llamaba Los caciques. El mismo título parecía que molestaba un poco. Al sistema político anterior le interesaba muchas veces levantar un poco la mano para dar la impresión de que había cierta libertad; es decir, que no pasaba nada, aunque algunas veces cerraban algún periódico.

-¿Qué vínculos existían entre los artistas cordobeses de hace medio siglo?

-Estábamos muy unidos, era una época muy buena. Nos reuníamos en la taberna La Verdad, en la calle Morería, con Pepe Duarte, Ángel López Obrero, Antonio y Pepe Ojeda. Creamos el Salón Córdoba, el Centro de Artes Plásticas. Era la época del Círculo Cultural Juan XIII.

-¿Qué vínculos tuvo con él?

-Nosotros no nos perdíamos nada con ello.

-¿Pese al riesgo que se corría?

-No se corría ningún riesgo, nunca consideré que lo hubiera. Había un abanico muy amplio de tendencias.

-Cuando desde hoy se analiza esa época y se habla de una época oscura, sin oportunidades para los artistas, al mirarla con detenimiento se ve que no fue así.

-Lo que pasa es que Equipo 57 tiene la fama fuera porque se hace en París, pero no era una época oscura.

-¿Cómo vivió la experiencia de asistir a la exposición de Equipo 57 en París?

-Fue una casualidad. Coincidimos allí con ellos y casi todas las tardes íbamos a verlos al estudio.

-¿Cómo llega al mundo de la decoración?

-Cuando vuelvo de París, mi cuñado Federico Valera hace la cafetería Valera, en la calle Cruz Conde. Allí hago decoración.

-¿Cuándo comienza a colaborar con Rafael de La-Hoz?

-Fue a través de Federico, con el que trabajaba. De Rafael quiero destacar que un día, siendo director general de la Unión Internacional de Arquitectos, me dijo que daba una conferencia en México, que estaba traducida a cinco o seis idiomas y que quería que hubiese una más al cómic, para que a la vez que él hablase, aparecieran mis dibujos.

-¿Cuáles han sido sus colaboraciones más destacadas con Rafael de La-Hoz?

-Las sedes del Banco Coca de Córdoba y de Valencia. Me encargó también que decorara el Hotel El Cordobés, menos las habitaciones, y la fachada de la casa Lovera-Porras en la calle Jesús y María. Luego colaboré también con él en el reloj de sol de la Diputación, algo que no sabe mucha gente. De La-Hoz me confesó que cuando terminó la carrera tenía muchas ganas de hacer uno. Durante un año se colocó una escalera en esa pared y se iban marcando las horas de cada día e iban saliendo unos ochos, según las curvas de primavera-verano u otoño-invierno. Yo dibujé la cabeza del sol a tamaño natural y luego la hicieron los hermanos García Rueda. Ésta fue otra de las numerosas colaboraciones que hicimos juntos. También me encargó para el McDonald de la calle Fuencarral unos murales sobre espejo.

-¿En aquella época se entendía una arquitectura tan de vanguardia?

-Curiosamente, se aceptaba. Rafael de La-Hoz hacía los edificios más modernos de Córdoba, como el chalet Canals. Él sabía venderse muy bien, era un hombre que sabía convencer a la gente y ésta lo aceptaba. Siempre comparo a Córdoba con Murcia, donde me crié, y en 1958 Córdoba era más moderna que Murcia en comercios y en todo, que era de Rafael de La-Hoz. Había establecimientos de Córdoba, como la tienda de Pepe Jiménez en Gran Capitán que era preciosa, o Vogue en Gondomar. Para la Cámara de Comercio, que es la primera obra que realiza, junto con García de Paredes, se trae a Oteiza, quien contacta con Juan Serrano y Pepe Duarte. Y ahí nace el Equipo 57. A Oteiza le gustaba mucho reunirse con la gente, tener discípulos.

-¿Se mantiene ese nivel hoy día en Córdoba?

-No lo sé. Todo ha cambiado y las pautas están ya dadas. Los arquitectos hacen cosas más modernas. El mérito de Rafael es que es el primero que introduce el modernismo en Córdoba. Luego hay un movimiento de gente joven que hacen cosas buenas. Uno de los arquitectos que más me gustan en Juan Cuenca y Gerardo Olivares es un gran arquitecto.

-¿La decoración es por definición un arte efímero?

-Sí, sobre todo la mala decoración, la buena no es efímera. Pero también la cambian porque está supeditada a las modas.

-¿La uniformidad que imponen las franquicias está acabando con la decoración personalizada de las tiendas?

-Posiblemente. Pero eso pasa también con la arquitectura. La misma casa de Córdoba podemos ahora verla en otra ciudad. Eso también me ha pasado a mí; Gerardo Olivares me encargó la decoración del Burguer King de la calle Concepción. Hice unos espejos con dibujos de color y ahora la cadena ha unificado la decoración y ha tapado los espejos. Lo efímero está de moda. No sé lo que pasa en esta sociedad que todo lo consume, que todo lo traga y que todo hay que cambiarlo enseguida. Es como la publicidad, que continuamente se está quemando y hay que renovar el diseño gráfico continuamente. Es algo terrible.

-¿Esto es bueno?

-Creo que no, porque nos estamos repitiendo. Desde el cubismo estamos haciendo las mismas cosas. En el arte en general los cambios no son tan rápidos. Todavía estamos viviendo del cubismo. No se evoluciona tan deprisa. La Bauhaus y todos los movimientos que hace Walter Gropius están todavía vigentes y de ahí no hemos salido todavía. Lo que pasa es que hay un exceso de libertad, por ejemplo en los pintores, lo que tiene una parte buena y otra mala. Es bueno tener libertad porque abre cauces, pero luego te repites, cualquier cosa vale; es decir, que es un peligro.

-¿Esta situación es la base del debate entre figuración y abstracción?

-Hoy prima el arte conceptual y el artista no se conforma con pintar en una superficie plana, sino que hace intervenciones en un espacio. Como, por otra parte, se ha evolucionado mucho en la tecnología y en la informática, el artista utiliza estas técnicas y se les abre un universo de posibilidades que nosotros no conocimos.

-¿Eso se puede llamar arte?

-Sí y no, depende de quien lo haga, porque luego se le puede ver el plumero. Hay cosas hechas con ordenador que son fabulosas, pero enseguida se nota cuándo hay un artista detrás. Creo que pasa esto en todas las artes. Ya no hay distinciones entre lo figurativo y lo abstracto.

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