Cordobeses en la historia

El científico que comparte manuales con Fleming, Pasteur y Cajal

  • Carlos Rodríguez López-Neyra de Gorgot nació entre San Andrés y San Agustín, estudió Bachillerato en Córdoba, Farmacia en Madrid, y dictó lecciones magistrales en Granada.

ALFONSO XII reinaba, casado ya en segundas nupcias con María Cristina de Habsburgo-Lorena. El Ayuntamiento de Córdoba, presidido por Bartolomé Belmonte, registraba en su censo de nacimientos un niño al que se le impuso el nombre de Carlos. Era un 12 de marzo de 1885 y se trataba del segundo hijo del catedrático de Matemáticas y director del Instituto Provincial, Manuel María Rodríguez García, salmantino y vecino de Córdoba desde muy pequeño, y de su esposa María del Carmen López-Neyra de Gorgot y Derrieu, figuerense de ascendencia francesa. Cerca de 5 años antes, y en la localidad catalana materna, había llegado al mundo Manuel, y tras Carlos nacerían Luís y Emilio Rodríguez López-Neyra de Gorgot.

Por la obra El Profesor López-Neyra, sabio andaluz del catedrático de instituto Constantino Manuel Pleguezuelos sabemos que Carlos nació en la calle Barberos sin número (la actual Hermanos López Diéguez), que fue bautizado en San Andrés y que a los pocos meses de vida la familia se trasladó al número 20 de la calle Valladares.

En el instituto que dirigía su padre, Carlos inició el Bachillerato y lo finalizó a los 15 años con la calificación de sobresaliente. Con esa misma edad, y sólo unos días después del fallecimiento en Sevilla del padre, aprobó en aquella ciudad el examen de ingreso para la Facultad de Ciencias, decantándose por los estudios de Farmacia, la carrera que inicia en Madrid en el curso 1901/02. Allí se marchó con sus tres hermanos y su madre, perceptora de una escasa pensión de viudedad, y aquí quedaron, entre otros recuerdos, su intento de probarse con un novillo llevado por su afición a los toros y su veneración por Lagartijo, y también las clases recibidas en el Instituto Provincial de sus profesores Rafael Vázquez Aroca o José Coscollano, entre otros.

Ya en Madrid, continúa el libro de Pleguezuelos, el adolescente Carlos Rodríguez López-Neyra dice de sí mismo que "…entre la multitud escolar, era más insignificante que un grano de arena en el fondo del mar, pero había que triunfar para abrirse puerta". Este espíritu de superación, la tenacidad, dedicación constante al estudio, su humildad y permanente afán por saber, hacen que su paso por la Facultad de Farmacia matritense sea meteórico. Desde el primer curso, tras la muerte de su maestro Germán Cerezo Salvador, el muchacho imparte clase a sus compañeros y es felicitado por el Decano y el claustro. Su entorno dejó de compadecerle con la frase consabida: "Qué lástima, un muchacho joven y despierto y le ha dado la manía de abrir tripas para juntar gusanos".

Con 20 años recién cumplidos, en mayo de 1905 se licenció con sobresaliente en Farmacia y se doctoró en octubre con la misma nota. No había cumplido los 26 años cuando, el 21 de febrero de 1911, ganó por oposición la Cátedra de Mineralogía y Zoología aplicadas a la Farmacia de la Facultad de Farmacia de Granada. Pero no se incorporaría hasta dos años más tarde, tras trabajar y ampliar sus estudios en el Instituto Pasteur de París, el Instituto Imperial de Higiene de Berlín y los zoológicos de Viena y Munich. Ya acompañan a su nombre los calificativos de genio y sabio.

En 1917, conocido ya como Profesor López-Neyra, contrajo matrimonio con Concepción Gallego Gómez-Moreno, nueve años más joven que él. Se instalaron en un carmen próximo a la plazoleta de San José, en el Albaicín granadino, y fueron padres de cuatro hijos: Carlos (muerto a los 15 meses), Concepción, Carlos y Manuel.

Investigador incansable, sería prolija la relación detallada de estudios, descubrimientos y trabajos llevados a cabo por él en el campo de la Parasitología. A modo de ejemplo, su biógrafo reseña que "ha descrito 47 nuevas especies de parásitos; más de 300 nuevas especies en la fauna de la Península Ibérica, habiendo creado 17 géneros y 6 subfamilias". Desde 1923 hasta 1948 dirigió once tesis doctorales. Para Joaquín Ruiz Jiménez "El Profesor López-Neyra… ha hecho una alta obra de humanidad, aliviando el dolor de los hombres. Su obra quedará en caracteres indelebles como los nombres de Fleming o Pasteur…". Para los profesores Dougherty (Universidad de Berkeley, California, USA) y Hall (Universidad de Kansas, USA), el cordobés es el "líder mundial de la Parasitología"; para Ramón Gago (Universidad de Barcelona) "es el científico hispánico más citado, más que Cajal"; mientras que para el también sabio de Córdoba Rafael Castejón puede llamársele "el padre de la parasitología española". En los años 40 fundó y dirigió la Revista Ibérica de Parasitología, ocupó numerosos cometidos en la docencia y fue galardonado con una interminable lista de distinciones, entre ellas el primer Premio March en 1956, y desde 1958, el Instituto Nacional de Parasitología pasaría a llamarse Instituto López-Neyra de Parasitología. El Profesor se jubiló el 12 de marzo de 1955 impartiendo en la Facultad de Farmacia de Granada la asignatura de Parasitología Animal. Murió en aquella ciudad el 1 de septiembre de 1958, tras sufrir, cuatro meses antes, la pérdida de su hijo Carlos. Sus restos reposan en el cementerio de San José de aquella ciudad junto a los de su esposa, fallecida 33 años después. Córdoba rinde gratitud a su memoria dando nombre al IES del Parque Figueroa, y a una pequeña plaza frente al Archivo Municipal, que preside un busto de Ruiz Olmos inaugurado en 1970.

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