“Una chuleta de cordero a un precio razonable es más barata que la comida basura”
Felipe Molina | Ganadero
Asegura que fue el último “eslabón” que llegó para llevar la ganadería Las Albaidas, de la que se ha convertido en la sexta generación que mantiene viva la tradición de la trashumancia
Biólogo de formación académica y ganadero de profesión y vocación, Felipe Molina (Córdoba, 1973 ) es la sexta generación de una familia dedicada a la ganadería de La Albaidas. Dos veces al año reivindica en Córdoba la importancia de la trashumancia con el paso de más de un millar de ovejas por la capital, una tradición de la que quedan ya pocos ganaderos que la practiquen, pero que es de vital importancia para el sector.
–¿Qué es ser ganadero en la actualidad?
–Ser ganadero es una pequeña empresa de riesgo y no es la idea bucólica que siempre se vende. Creo que hay un error grande, que parece que está cambiando, y no es otro que la idea de que el campo se destinaba al más torpe. Tú no eres bueno para estudiar, pues te quedas en el campo. Ahora, hay mucha gente que son ingenieros o que tienen carreras que no tienen nada que ver con el sector, pero que ha vuelto, le gusta y piensa que lo puede sacar adelante. Esto es un sector que es muy competitivo, muy tecnológico, que tiene muchas competencias y es muy profesional. Ahora tenemos cantidad de cosas por hacer y mucho papeleo, pero nosotros cuando disfrutamos es el rato que salimos al campo.
–Y el día a día, ¿cómo es?
–Todo el mundo se piensa que es aburrido, pero todos los días tenemos cosas distintas. No es solo ocuparnos del pastoreo y que los animales estén pastando, sino que también hay que buscar nuevos pastos porque los animales no pueden comer solo un producto. Hay que intentar que la dieta sea variada, intentar vender tu producto, cobrarlo, pagar el pienso… todo eso no es estar en el campo, que es lo más sencillo.
–Dos veces al año despierta –en julio y en octubre– a buena parte de Córdoba con el paso de sus ovejas merinas por pleno Casco Histórico, ¿está garantizada su supervivencia?
–La trashumancia tiene muchos problemas. Lo primero es que hace falta mano de obra, tanto de ganaderos, como de los que contrates para ayudarte y que sepan hacerse eso. Es más fácil cargar un camión con las ovejas, pero yo prefiero hacerlo para mantener las vías pecuarias vivas y darte un lote de dos o tres días de camino. Lo seguimos manteniendo, los animales van por el curso que tenían y es casi reivindicativo, es por no perder el paso.
–Habla de mantener las vías pecuarias “vivas”, pero cada vez son menos, ¿no?
–Las vías pecuarias existen y son las mismas que hace cientos de años, pero se modifican según se va construyendo; la construcción es el principal enemigo de las vías pecuarias. Puede haber algunas que pasen por una finca o que alguien se apropie de camino y corte el paso… el problema es cuando te metes en una ciudad como Córdoba.
–¿Cuál es el problema con las vías pecuarias de Córdoba?
–El problema es la ampliación de la ciudad por la Calahorra, desde la que salen tres vías pecuarias y hacia el sur y ya no hay campo. Cuando empezó a decaer la trashumancia en fuerte, las vías pecuarias se empezaron a tomar como algo público y las administraciones las empezaron a tomar a destajo. Como no pasaba nadie por ellas se construyeron polideportivos, piscinas, aparcamientos o un depósito de vehículos. Por ejemplo, en la zona de Vallellano son 30 hectáreas de descansadero municipal de vía pecuaria. Allí paraban los animales antes de emprender la marcha a la Campiña. Por eso, la feria ganadera de Córdoba estuvo muchos años en torno a 1910 allí.
–¿Ha pasado factura la pandemia al sector?
–Lo que ha pasado con la pandemia, como quedarte en casa, separar a la gente enferma, vacunación y protocolo… eso los ganaderos lo hacemos desde hace miles de años. A nosotros, como en numerosas enfermedades que se transmiten entre los animales –que se tienen que controlar–, nos obligan a hacer una vacunación cada año. Por ejemplo, la lengua azul, que es otro tipo de afección catarral que sufren los animales. Lo primero que tienes que hacer si los animales la tienen es separarlos, cuarentena, vacunación… Mucha gente del campo lo ha comprendido y otros estaban chillando que si nos encerraban. Durante la pandemia nos ha ido regular en general. A finales de julio del año pasado estaba vendiendo los corderos que tenía que haber vendido en Semana Santa, con lo cual si esos animales estaban preparados para venderse en esas fechas de 2020, nos tiramos casi cuatro meses más alimentándolos y preparándolos sin saber cuándo los iba a vender.
–Pero optaron también por la exportación y la venta online, ¿no?
–Vimos una ventana en la exportación y se vendieron muchos; realmente la exportación nos ha salvado la pandemia. Con la venta online he vendido el 10% de la producción, mientras que otra gente no tiene venta online. El 16% de la venta de cordero en España la hace el consumidor en su carnicería y el resto depende de la restauración; además mucha gente lo asocia a la fiesta y no es una carne cara. Siempre lo comparo con una hamburguesa. ¿Cuánto te cuesta un menú? Eso no te lo gastas en chuletas para ti y es una carne de calidad. Durante los peores días del confinamiento, la gente empezó a consumir, a hacer pedidos online porque la gente tenía tiempo, se aburría y podía hacer una receta complicada. El cordero necesita tiempo, no es un filete que lo tiras al aceite.
–¿Y cuándo puso en marcha la venta online?
–Ya teníamos una página web, pero como una tarjeta de visita. La pandemia nos hizo espabilar para lanzar una parte desde la web y la pusimos en marcha en diciembre de 2020. Lo que hicimos fue transformar la web en un punto de venta y nos lanzamos porque la gente nos preguntaba. En diciembre, en plena temporada, y ya era tarde, empezamos y de unos 700 corderos que tenía he vendido 80, un 10% de la producción. Pensaba en sacar algo menos.
–El ministro de Consumo, Alberto Garzón, generó una gran polémica cuando dijo aquello que había que comer menos carne. Como ganadero, ¿está de acuerdo?
–Comprar una chuleta de cordero de una ganadería local en tu carnicería a un precio razonable es más barato que la comida basura, los precocinados, las salchichas o las hamburguesas, que se hacen con la parte más mala de la carne. Saca una hamburguesa del pan e intenta comértela con el cuchillo y el tenedor sin que le haya caído una salsa. A todo el mundo le gusta la hamburguesa porque te han metido un chorro de salsa que son las que te gustan. Te gusta la carne que te ponen porque te la envuelven. La mayor de la gente cae y son siete u ocho euros. Con ese dinero compras carne de calidad, pero no se hace por la comodidad. Y eso es lo que hay que diferenciar. La carne de intensivo viene a parar al final a esos sitios. Por ejemplo, el cerdo blanco que llega de las macrogranjas de las que tanto nos quejamos, esa carne, al final en España es un paso porque la mayor parte es para exportación y sale para China, que consume todo el cerdo blanco que producimos y aquí hay una pequeña parte que se queda para consumo. España se ha quedado como un cruce de caminos.
–Entonces, a su juicio, ¿hay que comer menos carne sí o no?
–Por supuesto. Siempre se ha recomendado comer menos carne, pero lo digo yo y lo dice la Organización Mundial de la Salud, hay que comer variado. Una buena verdura, por ejemplo. He tenido que convencer a amigos, por ejemplo, a hacer una parrillada de verduras, que está deliciosa.
–Por casualidad, ¿es de los que se comen los corderos que cría?
–Sí. Cuando te crías en el campo, pierdes esas cosas… Los niños que viven en el campo se adaptan a cuidar al animal, no lo personifican. No puedes tener un perro y hablar con él todos los días. Tengo muchos perros y me encantan, pero tampoco les pongo un jersey. Infantilizamos mucho las cosas y también las personificamos. La mayoría de los ganaderos se desviven por sus animales hasta el último día que los cargas, que estén en las mejores condiciones posibles, que estén bien y se críen sanos y que sus madres se críen también para criarlos mejor… pero luego sabe que cuando llega una fecha hay que quitarlo y que dentro de un mes nacerá otro y te implicarás igual. Es algo que se lo he dicho a miles de personas.
–Se trata de una defensa que, a buen seguro, le habrá generado numerosas críticas...
–Sí, he tenido muchos arranques, pero todos los ecologistas están con nosotros. Desde WWF hasta Ecologistas en Acción, que nos pidieron nuestra colaboración para la Conferencia sobre el cambio climático (COP25) para darles datos que ellos aportaron en un documento, en el que se apoyó a la ganadería extensiva porque era la única respetuosa con el medio ambiente y porque generaba mucho más de lo que podía contaminar. Si quieres mantener algún producto del campo, lo que hay que hacer es consumirlo, si no, el ganadero no gana dinero y tendrá que abandonar el sector.
–Su ganadería colabora en estudios de investigación con la Universidad de Córdoba, ¿de qué se trata el proyecto?
–La colaboración con la Universidad y la investigación se traduce en la trazabilidad completa del producto que tenemos. Por ejemplo, nosotros estamos en un proyecto con la Universidad de Córdoba, en el que tenemos dispositivos GPS puestos en varios animales, como si fuera un lince, dentro de cada rebaño y les hacemos el seguimiento. Con ese GPS se vierten una serie de datos, como cuánto anda ese animal al cabo del día, cómo cambia su temperatura, cómo le afecta el cambio climático. Es un banco de datos para futuras ganaderías o estudios. Al tener ganadería extensiva no tenemos una tecnificación de los animales porque no pasan un gran tiempo en la granja. Por ejemplo, hoy en día en las granjas se ponen bebederos con básculas y cada vez que beben se pesa el animal, que tiene un microchip, que salta. En nuestro caso, nos sirve para certificar que la ganadería es extensiva y se cría de forma tradicional y lo puede hacer con la etiqueta de los productos que vendo a través de mi web, que lleva un código QR , en el que se ponen todos los datos de la trazabilidad de ese rebaño a lo largo del año.
–Es decir, que la tecnología y la investigación son claves para el sector.
–Siempre nos hemos complementado y una de mis fincas está cerca del Campus de Rabanales. Nunca me he despegado de la ciencia. Creo que todo lo que no pase por la ciencia y la investigación no es creíble.
–Otro pilar importante para el sector son las ayudas de la PAC, ¿son suficientes?
–La nueva PAC tiene el nuevo sistema de los ecoesquemas, que es intentar meter a estas ayudas una línea verde para que compense un poco más a esos productores que estamos criando con un sistema de producción que da muchos beneficios a la sociedad y no se nos reconoce. A ese mundo debería caerle algo más porque no se puede compensar el precio. Nosotros hemos pedido siempre que se busque una etiqueta, como cuando los animales vienen de un parque natural y se pone. Si puedes demostrar que tu animal viene de extensivo, como hacemos nosotros con la Universidad, que se mueven, que cambian de finca a finca, pues a esta gente en la PAC en lugar de darle 20 pues le damos 25. Simplemente, que se compense. A mí me gustaría no tener una PAC, ni subvenciones. Me gustaría que mi cordero se vendiera bien y a un precio razonable para no tener que depender de nada. A pesar de que la gente lo ve mal, las subvenciones vienen a contrarrestar la bajada de precios que tenemos por debajo de la producción. Por ejemplo, ahora mismo el precio de pienso está disparado porque las materias primas que vienen de fuera han subido muchísimo. Por ejemplo, si antes tenía que venir pienso en un barco lo encargabas, pero ahora si no vienen más cosas pues el barco viene vacío solo con tu pienso, con lo cual se encarece.
–¿Y después de usted quién viene en Las Albaidas?
–Intentaremos buscar a alguien. La gente me pregunta mucho sobre las nuevas generaciones y si se van a poder incorporar o no. El problema es que no podemos convencerlos con nada. Si les digo que van a tener una vida dura, que son 24 horas de dedicación, que hace calor, que hace frío, pero que vas a ganar un buen dinero… pero si le digo que va a echar muchas horas y que no va a ganar demasiado dinero, la cosa cambia. Es lo que pasa.
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