El catedrático emérito en el que confluyen Humanismo y Economía
Cordobeses en la historia
José Javier Rodríguez Alcaide creció en una casa rural de maestros, enseño en múltiples universidades del mundo, cantó para Onassis y donó su experiencia y su sentir a Córdoba
AQUEL jueves 31 de marzo de 1938 las portadas de los periódicos reproducían, en tonos grises, la "entrada triunfal del Führer en Viena sobre un fondo de brazos en alto y cruces gamadas". En Córdoba se inauguraba la Delegación de Orden Público en la calle Barroso, presidida ya por Cascajo, y los nuevos locales de la Central Nacional-Sindicalista en San Pablo; se anunciaba el funeral en Santa Marina de Rafael Cabrera Trillo-Figueroa, y los Tintes Invencibles para la ropa, quizá por aquella antigua prohibición de vender tejidos negros que, a juicio del fatídico Don Bruno, daban una imagen trágica de aquella Córdoba aciaga.
En ese último día de marzo en que Baena intentaba olvidar su página escrita con sangre en julio de 1936, nació José Javier Rodríguez Alcaide, hijo de unos maestros cuyas circunstancias describe como nadie él mismo: "Nací por casualidad en esta ciudad porque mis padres fueron destinados a Baena en 1933 y 1934, recién ganadas sus plazas en las oposiciones de 1932 y 1933". Manuel Rodríguez Zamora y María Alcaide Pedrajas se casaron en 1936. En Baena ejerció él en un colegio de párvulos de la Plaza Vieja y ella en el Grupo Escolar Juan Alfonso de Baena. Allí, junto a la madre, el niño aprendió sus primeras letras y de ambos confiesa haber recibido la confianza en Dios que no le abandonaría nunca.
María y Manuel pertenecían a una misma generación cultural; amaban las letras y la poesía, dice el hijo, y eran "de extracción social completamente diferente. Mi abuelo materno, José Alcaide, era médico, que habiendo nacido en Obejo, estudió Medicina en Cádiz y luego en Sevilla" y finalmente ejerció en la Barriada de Alcolea. El abuelo paterno, José Rodríguez, fue guardia civil originario de Verín, tierra de emigrantes a América, entre los que estuvieron cinco de sus hermanos. Optó por el uniforme y reinando Alfonso XIII llegó a La Moratalla; se jubiló en el barrio de Cañero y tuvo con su nieto José Javier una relación entrañable: "Era sereno y honorable (…). Yo fui su primer nieto varón y el primero que no le llamó de usted sino de tú y no le dijo papá sino abuelo". Son recuerdos eternos, como Baena, la ciudad que en su opinión "no puede ser objeto de mi enjuiciamiento, pues se confunde conmigo mismo en mis recuerdos y llevo dentro de mí la historia de Baena, que escribiera Valverde y Perales, y la que escribió mi padre para los niños del Juan Alfonso de Baena y que yo he regalado en miniatura a mi nieto Javier". La otra historia, la suya, se escribe desde el intimismo y habla de pelotas de trapo, estrellas, escaseces, siega, trilla, lagartijas, amigos campesinos, hortelanos, tambores y Semana Santa, descalabraduras y castigos, hambre y felicidad tamizados por la pátina siempre azul de la infancia. Entre la Plaza Vieja y la Puerta de Córdoba, sus casas tenían olor a libros y a escuela, a matanza y chacina; sonaban a notas de piano y a clases de solfeo. Eran la prolongación de la enseñanza en un patio de luz, junto a sus hermanas, María Inés y Pilar nacidas en los 40.
En 1950 la familia se trasladó a Córdoba y José Javier dejó el Bachiller en los Jesuitas de su pueblo con exámenes en las lejanas Jaén o Cabra. Ciudad Jardín albergó su vivienda antes de pasar a ser "de los primeros colonos de Fray Albino". El joven ingresó en el Instituto Provincial (actual Góngora) bajo la tutela de los ya míticos María Luisa Revuelta o Rogelio Fortea, a los que todavía éste Catedrático Emérito de la UCO llama maestros: "Iba a música y escribíamos impresiones sobre las conferencias a las que asistíamos, algo que fue vital a la hora de escribir; al igual que el latín, imprescindible como el griego, y don Rogelio".
Su expediente, envidiable desde los primeros cursos, no le impidió vivir intensamente la vida de la Córdoba de los 50, pero la situación económica sí influyó en la decisión de quedarse en la ciudad y estudiar Veterinaria. Fue laúd en aquella legendaria tuna dirigida por Eduardo Lara, con Sánchez Contreras, García Uceda o Manolo Garrido, que recorrió toda Europa y les dejó un disco en Hispavox o encuentros con figuras como Gary Cooper u Onassis. Josefina Molina y el Cine-Club Senda forman parte igualmente de aquellos años 60 cuando ya licenciado en Veterinaria, y con una formación excepcional en matemáticas, optó por las Ciencias Empresariales en Sevilla y fue becado en EEUU, donde obtuvo su Máster en Economía Agraria. Siempre rodeado de amigos mayores que él, tras uno de sus regresos a Córdoba entró en el Ívory y se enamoró de una joven maestra: "La vi con una charpa de amigas y me gustó desde el primer momento. Fue a mi regreso de Holanda en el 66 y nos casamos en el 68 en la ermita de Linares". Maribel Zapatero se convirtió en la madre de sus dos hijos, Maribel y Jorge, y en la compañera inseparable de viajes y vida para este Catedrático en Veterinaria, Doctor en Ciencias Económicas y profesor visitante de numerosísimas universidades como Cambridge, La Haya o la antigua Yugoslavia.
Director de diarios locales y columnista, fue diputado en el 77 y testigo del 23-F en el 81: "Al principio pensé que era la ETA, luego, cuando entraron y dispararon arriba y comprobamos quienes eran, sentí una enorme decepción por la dignidad y el concepto que yo tenía y el grandísimo recuerdo de la Guardia Civil por mi abuelo". Abuelo ahora también él, a sus 74 años mantie+ne una actividad asombrosa y sigue encontrando tiempo para ser testigo directo e imprescindible del ambiente cultural, intelectual y empresarial de Córdoba.
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