El castellano que se estableció en el mercado de abastos que Eiffel diseñó
Sandalio Vidal Verde nació en Fuenlabrada, llegó a Córdoba en 1909, se instaló en la Corredera y desde allí impulsó un negocio que sigue siendo un referente de la popular 'plaza grande'
LA Plaza Mayor de Córdoba había dejado de ser siglos ha escenario de juegos de cañas y autos sacramentales; no entraban ya los fieltros en la sombrerería de Sánchez Peña para salir convertidos en las afamadas piezas cordobesas y por la calleja del Toril no corrían las reses bravas camino de la lidia; sólo su carne seguía ocupando un lugar de privilegio en las casas de comidas y los puestos regentados por familiares de toreros, que tuvieron competencia en el que abriera el hijo de Sánchez Peña en el actual mercado, iniciando en los años 60 del siglo XIX la actividad actual del edificio. La Corredera que recreó Baroja en La feria de los discretos era de tejedores de cañas, cesteros y libros viejos; de tabernas con puertas semi tapiadas, que describía don Teodomiro, para evitar a la gente de mal beber. Aún se hacían necesarias las muestras en los soportales de zapatos, canastas o aperos, para que pudieran adivinar el tipo de negocio que albergaba cada arcada quienes no sabían leer.
Todo aquello quería comenzar a cambiar con la llegada del nuevo milenio. Así, en 1893, el proyecto de un nuevo mercado de abastos, que ocuparía con sus 3.276 metros cuadrados casi la totalidad de la plaza, comenzó a ser realidad con un diseño de Eiffel. Sería similar al de la Boquería de Barcelona, el de San Miguel de Madrid o el de Atarazanas de Málaga, respondiendo a la moda del hierro industrial. Como estos, estuvo respaldado por una sociedad, aquí con el apellido Sánchez, según el estudio de los Profesores de la UCO López Ontiveros y Naranjo Ramírez, quienes coinciden con Quesada Ríos en los efectos negativos que desde el punto de vista ambiental y estético produjo. En el verano de 1896 se inauguró y los empresarios Sánchez, Loubinoux y Lalieux posaron junto a un altar provisional con la Virgen del Socorro.
Así llegó el siglo XX y el único apellido que pervive en el mercado de la Corredera de Córdoba hasta el XXI. Su artífice se llamó Sandalio Vidal Verde, un muchacho de Fuenlabrada que vino a la ciudad en 1909. Trabajó durante algunos años por cuenta ajena y pronto compatibilizó su puesto de carnicero con el de entrador de ganado (el que iba al campo a buscar las reses), antes de ostentar su propio puesto en el edificio que Eiffel planteó para Córdoba.
Sandalio Vidal Verde se convierte desde sus inicios en el único que publicita productos cárnicos en la prensa del siglo pasado, junto a las Aguas de Villaharta, los baños de la Plaza de Colón o las cervezas La Mezquita, mientras su negocio se va expandiendo por la ciudad en la que se asienta definitivamente al casarse con una cordobesa, Antonia Cabrera Moya.
Le daría tres hijos: Polonio, José y Sandalio, que se ocuparían de apuntalar y ampliar un negocio, que no deja de imprimirse jamás en las rotativas a lo largo del siglo XX. Sus anuncios siguen apareciendo junto a los de Enrique Fuentes Guerra, que vendía baterías esmaltadas en San Nicolás allá por 1928, cuando el Anuario General de España costaba 75 pesetas.
La carnicería de Sandalio Vidal estaba ya especializada en carne de cordero, si bien participaba igualmente en los sorteos de las reses bravas lidiadas en Los Tejares, cuando los toros se despedazaban en cuatro partes y así llegaban hasta la carnicería.
Eran los años que perduraron hasta bien entrados los 60, en que la paga de Navidad se cobraba el mismo día de Nochebuena, y los comestibles estaban abiertos hasta altas horas, para proveer a las familias de la cena especial que esperaban a comprar con la extraordinaria. La firma se había hecho ya con una clientela fiel repartida, como los diferentes puestos de Sandalio Vidal, por toda la ciudad, aunque era la Corredera el centro neurálgico en donde llegó a atender hasta tres establecimientos, ya con empleados a su cargo.
Son cien años de incontables anécdotas; ninguna superada por la de la mujer que aprovechaba los descuidos para dejar caer un trocito de carne del mostrador a la olla que llevaba. Cuando el tendero se asomaba al puchero lo encontraba vacío, hasta que descubrió el truco de magia, ideado tal vez por la necesidad: el recipiente tenía un agujero y la presa iba directamente al canasto que colgaba de su brazo.
En 1935 las páginas de los distintos periódicos locales seguían anunciando la carne de cordero de Sandalio Vidal, ahora a 3,50 pesetas el kilo, junto a Las Pañerías Modernas de la Plaza de la República y sus cortes de traje a "precios de crisis"; al lado de los calzados Segarra de la calle Concepción y de los de La Imperial de Gondomar, que vendían un par de zapatos a 13 y 15 pesetas.
Para entonces, su hijo José comenzaba ya a participar del negocio. Sería el padre del tercer Sandalio Vidal de la saga, casado con Ana Gómez Rodríguez en 1968; ella dejaría el Magisterio para sumarse al negocio familiar y darle cuatro hijos: Victoria, Carmen, Rafael y Sandalio Vidal; herederos de mucho más que un nombre recogido durante más de un siglo en los anales de la vida cordobesa.
El bisabuelo no llegaría a conocerlos nunca. Murió antes, un 4 de marzo de 1967 y fue enterrado en San Rafael. Hacía casi una década que el mercado de la Corredera había desaparecido; fue en 1959 y después de un informe emitido al alcalde Antonio Cruz Conde en el que se detectan todas y cada una de las deficiencias sanitarias que adivinaron los geógrafos.
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