Entrevista a Felisa Reyes | Doctora en Ciencias Naturales e investigadora

  • Su próximo destino está en Australia donde realizará una estancia para ampliar su investigación

  • Asegura que la parte más difícil de ser madre y científica es tener un currículum competitivo

“La carrera investigadora siempre va a ser más difícil para la mujer”

Felisa Reyes, en el laboratorio del Imibic donde trabaja. Felisa Reyes, en el laboratorio del Imibic donde trabaja.

Felisa Reyes, en el laboratorio del Imibic donde trabaja. / Juan Ayala

Escrito por

· Lourdes Chaparro

Redactora

“Nada es incompatible y todo es posible”. Es lo que sostiene Felisa Reyes, doctora en Ciencias Naturales e investigadora en el Imibic. Tiene un currículum apabullante que no deja de crecer, a pesar de lo vertiginoso y costoso que es labrarse una carrera investigadora, de la que no quiere retirarse. Estudió la licenciatura de Química, realizó el doctorado en Madrid en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Polímeros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) , y se especializó en la preparación de biomateriales aplicados en biomedicina. Su próximo destino está en Australia, donde volverá a realizar una estancia para seguir ampliando conocimientos. Felisa Reyes es, además, la primera mujer gitana que se doctoró en Ciencias Naturales.

–¿Por qué decidió estudiar Química?

–Me gustaba mucho Medicina, tenía nota y era la idea. Pero soy la mayor de seis hermanos, se caían y se descalabraban y yo cada vez que veía sangre me entraban las siete cosas y pensaba que una médica que tuviera que hacer prácticas y que viera sangre y se desmayara no iba a ser muy práctica. Al final, pensé que era lo más parecido a poder estudiar a nivel médico sin tocar a los pacientes y que tuviera que operar. Entonces no existía ni Bioquímica ni Biotecnología como primer ciclo, sino que eran de segundo ciclo y las vías para optar a ellas eran Biología, Química y alguna otra. Busqué la que tenía más salidas y era Química, así me decidí.

–Acabó la licenciatura y quiso seguir formándose, ¿qué le llevó a ello?

–Una vez que empecé Química, me encantaba la investigación en laboratorio y fue vocacional. Quería saber más, llegar a los estudios superiores y ver qué era lo máximo para llegar a un laboratorio de investigación, que era sacar el doctorado y eso fue lo que me llevó.

–¿Y se fue a Madrid entonces, no?

–Si, fue por casualidad, porque iba a hacer el doctorado en el departamento de Biología Molecular y Bioquímica de la Universidad de Córdoba, pero en el tablón de anuncios de la facultad vi un anuncio que buscaban a un doctorando para hacer la tesis en el CSIC. Mandé el currículum y me contactaron porque acabé con un buen expediente. Cuando tienes una buena nota y puedes conseguir una beca, los grupos de investigación te quieren como un caramelo. Durante el doctorado, además, hice dos estancias en Estados Unidos y en Australia.

–Una vez que acabó el doctorado, ¿siguió investigando?

–Después del doctorado, empecé a trabajar en una empresa privada en la Universidad Autónoma de Madrid, en una consultora científica como consultora y especialista en materiales poliméricos. Allí, estuve casi tres años y, decidí que lo que me gustaba era estar en un laboratorio. Aunque allí estaba en un laboratorio, era todo más marcado y restringido y quería volver a la academia.

–¿Y qué decidió entonces?

–El siguiente pasito era hacer un posdoctoral fuera. Me había gustado Australia y allí estuve dos años. Fue una experiencia muy bonita, enriquecedora y que voy a repetir en febrero durante seis meses. Mientras estaba allí, me concedieron una de las becas que había pedido como posdoctoral para trabajar en la Universidad de Granada. Estaba en Australia muy bien, pero no quería quedarme allí indefinidamente y era la oportunidad de volver a la academia y poder hacer investigación. En Granada estuve tres años como investigadora posdoctoral y docente.

La investigadora muestra uno de los aparatos que utiliza en su trabajo. La investigadora muestra uno de los aparatos que utiliza en su trabajo.

La investigadora muestra uno de los aparatos que utiliza en su trabajo. / Juan Ayala

–Hasta que recaló en Córdoba.

–Se me acabó el contrato y estaba embarazada y, lo que pasa, que la conciliación todavía no está muy concienciada. Decidí no buscar trabajo porque quería disfrutar de mi embarazo y de mi niña. Cuando me quedé en paro mi niña tenía cinco meses y lo que hice fue el máster de Secundaria por tener un plan b, porque al ser mamá te planteas si quieres seguir investigando toda la vida, echando todas las horas que se necesitan, viajar… para ser competitiva, tienes que dedicarle mucho tiempo. Estaba actualizando mi curriculum en Linkedin y vi que en el Imibic estaban buscando un candidato para pedir un contrato Miguel Servet del Instituto Carlos III. Escribí y me contactó el que hoy es mi jefe para decirme que estaban buscando a una persona de mi perfil y que si quería hacer un proyecto de investigación y solicitar esa beca con él, que adelante. Esa beca no la conseguí, pero de manera paralela eché otra de la Junta de Andalucía y es con el contrato con el que estoy actualmente.

–¿Ahora mismo en qué trabaja?

–En mejorar la calidad visual de los pacientes que tienen determinadas enfermedades oculares. En nuestro grupo vamos desde lo que es la investigación más básica, que puede ser la preparación del biomaterial a nivel de laboratorio, pasamos por una fabricación en condiciones GMP, que son las condiciones de estándar de calidad que tiene que tener un biomaterial para poder ser implantado en animales o en humanos, se hacen los ensayos en animales y hacemos los ensayos clínicos en los pacientes. Este grupo es muy interdisciplinar porque gracias a ello hacemos todo el recorrido: desde que se sintetiza un material hasta que se implanta en una persona. Además, pertenecemos al servicio de Oftalmología del Reina Sofía.

"Al ser mamá te planteas si quieres seguir investigando toda la vida; para ser competitiva tienes que dedicarle mucho tiempo”

–Y tras esta increíble trayectoria, ahora ¿hacia dónde se dirige?

–Lo que busco ya es la estabilización. Una vez que tienes una familia lo que buscas es intentar estabilizarte en un sitio, aunque a mi me encanta viajar y conocer sitios nuevos y, a nivel profesional ver cómo se utilizan nuevas técnicas, cómo se trabaja en otros laboratorios, cómo se fabrican las cosas… Por eso, me voy otros seis meses de estancia a Australia, porque creo que es una oportunidad muy enriquecedora que te permite ver muchos otros puntos de vista y te abre la mente a problemas que tenemos aquí día a día.

–Ha aludido a los problemas de conciliación, ¿cuál es la parte más difícil de ser investigadora y madre al mismo tiempo?

–Tener un currículum competitivo. A estos niveles, lo que ya te exigen es publicar un cierto número de artículos al año, que asistas a congresos, que te den proyectos a nivel nacional e internacional… que tu crees tu propio laboratorio y grupo de investigación. Pero tu tienes ciertos parones y ciertas necesidades que tienes que atender en casa también. Yo he tenido tres bajas por maternidad, que han sido tres parones y no he publicado. Eso luego, a la hora de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) te lo dicen: tienes que conseguir ciertos puntos, en los que son muy importantes las publicaciones y dejas de publicar un cierto periodo de tiempo y te dicen que si llevas tantos años de investigadora posdoctoral deberías tener tantos artículos al año.

–¿La mujer está en desventaja en la carrera investigadora?

–En esa parte sí, aunque ahora las bajas de maternidad y paternidad se han igualado, pero es algo reciente y todavía no se ha visto el producto. No es solo por la baja de maternidad, yo por ejemplo decidí estar en la parte privada tres años en Madrid y dos en Australia. Son cinco años en los que no tengo publicaciones porque la empresa se queda con la propiedad intelectual; tengo dos patentes, pero ya está y eso no cuenta lo suficiente. No ven cómo mi currículum ha aportado al sector privado y al sector académico, cuando debería ser productivo porque tienes dos puntos de vista: la empresa va más focalizada a sacar un producto y es más práctico, pero eso no se valora.

–Insisto, ¿cree que la carrera investigadora siempre va a ser más difícil para la mujer?

–Sí y para aquella persona que haya decidido apartarse un poquito del sector académico.

–Es una afirmación que a pesar de no dejar de repetirse sigue siendo una realidad. A su juicio, ¿qué es necesario para evitarlo?

–Por ejemplo, si yo tengo un contrato de tres años, a mí me extienden los tres o cuatro meses que haya estado de baja por maternidad, que me da más margen para poder seguir la investigación, pero lo que no se hace ni se cuenta es que cuando estás de baja tres o cuatro meses te sacan de proyectos en los que estaban investigando, pero eso no te lo cuentan y, cuando vuelves a retomar, han sacado unos resultados en los que ya tú no eres partícipe porque no has estado. Eso es lo que se debería cambiar. Si tú empiezas un proyecto desde primera hora, que cuenten contigo, aunque estés de baja. Yo no he me desvinculado en ningún momento. Esas cosas se tienen que valorar. Luego siempre se ha dicho que si tienes padrino, tienes el camino solucionado. Y eso también uno se da cuenta, eso está en todos los ámbitos. Aquí hay ciertas personas que llegan a tener una estabilidad antes que otras y no es por méritos profesionales porque si comparas currículum se ven diferencias.

–Pero no se rinde.

–Yo no me rindo porque es lo que me gusta. Aquí me siento realizada y todavía no he tirado la toalla.

Un momento de la entrevista. Un momento de la entrevista.

Un momento de la entrevista. / Juan Ayala

–Y a todo esto, es la primera mujer gitana en ser doctora en Ciencias Ambientales. ¿Qué significa eso?

–Si que es verdad que las mujeres gitanas suelen dejar los estudios después de la Secundaria. Es también por la conciencia que se tiene de que la mujer tendría que llevar a una carga familiar, la responsabilidad de los niños el día de mañana… Hay más mentalidad de que la mujer esté casa cuidando o los dos, pero siempre recae más sobre la mujer el esfuerzo de la crianza.

–A pesar de ello, ha roto moldes.

–Sí, he roto moldes, he roto estereotipos en la familia… pero siempre he contado con el apoyo de mis padres. Mi padre era vendedor ambulante y mi madre tiene un comercio y siempre han dicho que eso iba a estar siempre para nosotros. Siempre nos han dicho que si no aspirábamos a una cosa distinta, íbamos a perder la oportunidad. Gracias a que mis padres han podido, nos hemos sacado las becas porque somos seis hermanos y los seis con carreras… Mis padres han trabajado de domingo a domingo.

–¿Considera que la imagen de la mujer gitana está estereotipada?

–Hace 50 años sí, era así, hoy no. Cada vez hay más gitanas universitarias, cada vez hay más profesionales trabajando… las cosas van cambiando, pero igual que en cualquier otra comunidad. Vamos evolucionando porque la sociedad evoluciona. Todo cuesta, como cualquier cambio y, sobre todo a los mayores. Mis abuelos y abuelas no veían bien el hecho de que me tuviera que ir fuera a estudiar, les costaba, pero a mis padres no. Son cambios de costumbres, pero no por ser gitanas, sino por ser costumbres como las de cualquier otra comunidad. Romper barreras cuesta y, en este caso, las mujeres gitanas han empezado a estudiar en los últimos 30 años. Antes era muy difícil.

"Los gitanos ayudan a sus mujeres en las tareas de su casa, el hogar se hace en conjunto, igual que en la crianza”

–¿Es machista la comunidad gitana o se va abriendo?

–Hay machismo, pero como también lo hay en la comunidad no gitana. Si antes estaba mal visto que la mujer trabajara fuera de casa, y hoy en día no es así. Los gitanos ayudan a sus mujeres en las tareas de su casa, el hogar se hace en conjunto, igual que la crianza, aunque como he dicho quizás nosotras cogemos más el rol de madre cuidadora, pero es algo que va cambiando, aunque con un cierto desfase de cinco o seis años.

–Y, en definitiva, ¿qué supone para usted?

–Una locura, pero me siento muy orgullosa. Sobre todo, dar ejemplo de que nada es imposible y que si lo propones, al final consigues las metas que has propuesto. Es un mensaje que siempre quiero destacar: nada es incompatible y todo es posible, lo único que requiere es mucho esfuerzo y también tener las ideas claras. Eso es la vida misma. Vas aprendiendo a cómo ir solventando problemas, a cómo ir saltando las baches y, en esa carrera estamos.

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